Breve historia de la Arqueología. Brian Fagan

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Breve historia de la Arqueología - Brian Fagan Yale Little Histories

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actos divinos. Se volvió cada vez más difícil creer que Dios había creado de repente estos complejos estratos. Seguramente se habían formado por procesos naturales, como la lluvia, ventiscas de arena y temblores, ¿no?

      Surgió una nueva doctrina científica, la del «uniformitarianismo» o «uniformismo». En otras palabras, los mismos factores geológicos lentos que formaron la Tierra en el pasado seguían en funcionamiento. La Tierra, como la conocemos, desarrolló un proceso continuo de cambio constante que se extendía mucho tiempo atrás hacia un pasado remoto.

      Un célebre geólogo británico, sir Charles Lyell (1797-1875), retomó la investigación donde la dejó Smith. Estudió las secuencias geológicas por toda Europa y escribió uno de los clásicos de la ciencia del siglo XIX. Sus Principios de geología fueron un intento por explicar los cambios en la Tierra resultantes de los procesos naturales que seguían en marcha. Esto, por supuesto, validaba el argumento de que el origen de los humanos databa de un momento muy anterior a los seis mil años. Pero la Iglesia seguía en posición de omnipotencia, y Lyell tuvo mucho cuidado intentando no tratar el espinoso asunto del origen de la humanidad en su libro.

      Como muchos de los grandes avances científicos, el genial estudio de Lyell tuvo eco entre los investigadores de otras disciplinas. Entre ellos estaba el joven biólogo Charles Darwin, que leyó los Principios de geología mientras hacía un viaje de cinco años por el mundo a bordo del HMS Beagle de 1831 a 1836. Darwin observó capas geológicas en Sudamérica que claramente se habían formado a lo largo de grandes períodos de tiempo. También extrajo fósiles y observó a las especies de animales modernas, especialmente a las aves, que habían cambiado gradualmente con el tiempo. Estas observaciones lo llevarían a su revolucionaria teoría de la evolución de las especies y la selección natural.

      El interés por los animales extintos se intensificó, especialmente cuando sus huesos surgían de entre las capas enterradas de las cuevas. Las excavaciones en cuevas se volvió común con la finalidad de hallar animales extintos hace mucho tiempo. En Bélgica y Francia comenzaron a aparecer herramientas de piedra en las mismas capas de las cuevas que los huesos de los animales extintos. En Gran Bretaña, un sacerdote católico, el padre John MacEnery (1797-1841), excavó en la caverna de Kent, una gran cueva cerca de Torquay en el sudoeste de Inglaterra, entre 1825 y 1826. Ahí encontró restos de piedra y huesos de un tipo de rinoceronte extinto, atrapados en el mismo nivel de tierra, bajo una capa de estalagmitas. Aunque MacEnery fuera un sacerdote se convenció de que los pobladores y los animales (ahora extintos) habían vivido juntos mucho antes que seis mil años. Los clérigos importantes estaban en desacuerdo, y algunos incluso alegaron que la gente de épocas más tardías había perforado las viejas capas y había dejado ahí sus herramientas junto con los fósiles de animales.

      Sin embargo, gracias a los hallazgos de la caverna de Kent, los líderes del cuerpo científico comenzaron a tener en cuenta los restos humanos y los animales extintos que ahora se encontraban juntos de manera rutinaria. Les interesaron particularmente los descubrimientos de Jacques Boucher de Perthes (1788-1868), un funcionario de aduanas de Abbeville en el valle del río Somme, al norte de Francia. Boucher de Perthes visitaba las graveras cerca del poblado casi todos los días. Desenterró hachas de piedra minuciosamente talladas en los mismos niveles que los huesos de elefantes extintos y otras bestias antiguas. Se obsesionó con las herramientas y afirmó que eran obra de gente que había vivido antes de la inundación bíblica.

      Desafortunadamente, Boucher de Perthes tenía la costumbre de ofrecer largas y aburridas conferencias sobre sus hallazgos. En 1841, escribió un libro, De la Creation, un tratado de cinco volúmenes sobre el origen de la humanidad que hizo que los científicos se lo tomaran a broma. En 1847, cuando publicó el primer volumen de otro ensayo extenso, Boucher de Perthes estaba convencido de que las hachas del Somme eran verdaderamente muy antiguas. Su perseverancia dio frutos, un grupo de expertos franceses visitó los yacimientos y llegó a la conclusión de que Perthes tenía razón. Sus opiniones influyentes llegaron a París y Londres. Si Boucher de Perthes no hubiera sido tan aburrido, la importancia de sus descubrimientos quizá hubiera sido reconocida mucho antes.

      En 1846, la Sociedad de Historia Natural de Torquay formó un comité para explorar la caverna de Kent nuevamente. Contrataron a un maestro y reputado geólogo, William Pengelly, para que dirigiera las nuevas excavaciones. Sus descubrimientos confirmaron las conclusiones del padre MacEnery. Durante la excavación en la cantera, otra cueva salió a la luz cerca del poblado de Brixham, al lado opuesto de la bahía Torquay, en 1858. Un comité distinguido de la Real Sociedad fue a revisar las investigaciones de Pengelly ahí. Bajo una gruesa capa de estalagmitas en el suelo de la caverna, extrajo numerosos huesos de animales extintos, entre ellos leones de las cavernas, mamuts, formas antiguas de rinocerontes y renos, junto con herramientas humanas de piedra. La relación entre las herramientas humanas y los animales extintos estaba fuera de duda.

      En 1859, justo antes de que Charles Darwin publicara El origen de las especies, dos miembros principales de la comunidad científica hicieron una breve visita al yacimiento de Somme. Se trataba del geólogo Joseph Prestwich y el anticuario John Evans, el mayor experto en herramientas de piedra. El propio Evans desenterró un hacha de piedra en el mismo nivel en el que encontró el hueso de un elefante extinto. Ambos regresaron a Londres convencidos de que los seres humanos habían vivido en la tierra mucho antes que la creación bíblica. Publicaron sus hallazgos en artículos que leyeron ante la Real Sociedad y la Sociedad de Anticuarios de Londres, donde seis décadas antes se había presentado la carta de John Frere sobre Hoxne. Los tiempos habían cambiado finalmente y la evidencia científica era irrefutable. No había más dudas respecto a la larga historia de la existencia humana.

      Los descubrimientos de Brixham y Somme originaron serias preguntas sobre los ancestros de la humanidad. Evidentemente, la existencia humana se remontaba a mucho más que seis mil años. Pero, ¿cómo era de antigua? La famosa teoría de la evolución de Charles Darwin y el descubrimiento de cráneos humanos de aspecto exótico en Alemania prepararon el escenario para el estudio abierto del pasado humano.

      8

      UN GRAN CAMBIO

      La bomba explotó unos pocos meses después de que John Evans y Joseph Prestwich regresaran de su visita a los yacimientos de grava de Somme con hachas y huesos de elefante. El origen de las especies, de Charles Darwin, situó a la arqueología en el centro de las discusiones sobre el origen de la humanidad. Los arqueólogos y los geólogos habían probado que los seres humanos convivieron junto a animales ahora extintos. Ahora, la teoría de la evolución y la selección natural de Darwin proporcionaban explicaciones sobre cómo los animales y otros seres vivos se habían desarrollado a lo largo del tiempo.

      La nueva teoría de Darwin desechó cualquier posibilidad de una frontera entre el mundo moderno y cualquier otro anterior habitado por animales extintos. Ningún diluvio atroz o gran extinción separaban a los científicos de mediados del siglo XIX de los paisajes habitados por los primeros animales o humanos. Nadie podía dudar de que las personas y los animales ahora desaparecidos habían vivido en la tierra al mismo tiempo.

      El año de 1859 fue un periodo crucial para la arqueología (y para la ciencia, en general). Nuevas preguntas asediaban a arqueólogos y biólogos por igual. ¿Hubo formas primitivas del ser humano anteriores a nosotros en la Tierra? Si es así, ¿hace cuánto tiempo aparecieron? ¿Y cómo podrían estudiarse las grandes diferencias entre las sociedades humanas vivas y las de sus ancestros? La bomba darwiniana envió a los arqueólogos a la busca de respuestas para estas preguntas (y de los primeros humanos y sus herramientas).

      Charles Darwin (1809-1882) se había convertido en un biólogo

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