La guerra improvisada. Tony Payan
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу La guerra improvisada - Tony Payan страница 10
Pero hay quienes argumentaron, sin embargo, que “no fue Fox el que le dio en la torre al Cisen. Fue Zedillo. Hizo manejos indebidos del Cisen. El que echó a perder las cosas fue Zedillo… Zedillo destruye el Centro de Planeación para el Control de Drogas (Cendro) de Tello Peón. Zedillo destruye al Cisen [porque] acaba convirtiéndose en inteligencia criminal… y no hay distinción entre tipos de inteligencia” (Carrillo Olea).
Es difícil verificar cuál de los dos presidentes (Zedillo o Fox) o si los dos debilitaron al Cisen, y si su uso para el combate del crimen organizado fue la mejor ruta, pero, independientemente de eso, el debilitamiento del aparato de inteligencia constituyó un problema serio para la administración de Calderón. En 2006, el Cisen no tenía la capacidad necesaria para ser un instrumento efectivo de la estrategia de seguridad (Bagley). Así pues, se cierne todo un debate sobre el estado de las instituciones necesarias para combatir el crimen organizado de una manera más quirúrgica, apuntalando los señalamientos de aquellos que argumentan que el crimen organizado se debió haber combatido necesariamente con las fuerzas armadas, por lo menos mientras se reconstruían las instituciones.
Este debate no es trivial para el México del sexenio de la 4T. Claramente, al inicio de la administración del presidente López Obrador, el Cisen se percibió como un nodo problemático para enfrentar a la delincuencia y se decide transformarlo nuevamente, ahora en Centro Nacional de Inteligencia (cni), adscrito a la Secretaría de Seguridad Pública y Protección Ciudadana (ssppc). Su misión es generar inteligencia estratégica, táctica y operativa para el Estado mexicano. No queda clara, sin embargo, su orientación hacia la inteligencia que busca la viabilidad y protección del Estado mexicano y su orientación hacia la inteligencia de la delincuencia organizada. El cni nace con esta confusión, la cual le costó enormemente al propio Cisen. Y el cambio de Cisen a cni sólo demuestra, una vez más, la dificultad de construir instituciones de Estado en México, una debilidad que, sin duda, alienta el crecimiento y fortalecimiento de la delincuencia organizada.
Además, hay confusión hasta en el propio concepto de inteligencia y lo que se supone que el Cisen, hoy cni, debe hacer. Como lo expresó Arzt: “Conceptualizar el tema de seguridad nacional y separarlo del tema de seguridad pública es complicado… [el presidente Calderón] lo tenía clarísimo… que en este país no había policías y no había aplicación de la ley… y que las autoridades locales y estatales claudican, entregan y no hacen nada”. Y claro, esto alcanza el tema de la generación y uso de inteligencia.
Durante la administración de Calderón se intentó hacer esta importante distinción y se quiso plasmar en el Plan Nacional de Desarrollo, a cargo de Sofía Frech López Barrio, pero al final, con todo lo clara que el presidente Calderón tenía esta distinción, los temas de seguridad nacional (de Estado) y de seguridad pública terminaron siendo sinónimos, algo que seguramente le costó mucho.
La lucha por la legitimidad y la confrontación del crimen organizado
Una de las preguntas centrales a los entrevistados consistió en entender lo que motivó a Felipe Calderón a perseguir una estrategia de confrontación con el crimen organizado. Aquí también se generaron varias hipótesis. La hipótesis central reside en el debate sobre la condición del Estado mexicano frente al crimen organizado. El propio Calderón argumentó que la viabilidad del Estado mexicano se encontraba en jaque.
Entre algunos de los entrevistados, particularmente los más críticos de la administración calderonista, prevalece otra hipótesis. El presidente Calderón, argumentan algunos, llegó al poder en un ambiente político extremadamente polarizado (González). Los resultados de la contienda —un triunfo electoral con apenas 35.91 por ciento de los votos— y una lucha sostenida por parte del contendiente más cercano, Andrés Manuel López Obrador del prd, dejaron a Calderón debilitado políticamente. “El presidente llega cuestionado, raspado, etcétera. Había una intencionalidad de la izquierda de no dejarlo gobernar” (Carrillo Olea).
El país mismo se encontraba dividido. “La elección de 2006 fue una elección que partió al país en dos. Aun personas no tan radicales estaban muy enojadas por la manera en que se manejaron las elecciones. Si manejas las elecciones como las de 2006, yo me dedico a tirotear al presidente de la República. Yo trabajaba ocho horas diariamente a tirotear al presidente Calderón. Todos los días, todos los días, todos los días, pegándole, pegándole, pegándole. Y él con su ‘haiga sido como haiga sido’ no pensaba en el proceso político que él mismo creó… a amlo se le podía ganar, pero no de esa manera… Muchos, como yo, nos dedicamos a minarlo, al grado de que uno de los líderes políticos me dijo que Calderón tiene mala suerte y yo le dije que no, no tiene mala suerte; se la busca” (González).
La implicación de este tipo de observaciones es que Calderón percibía una necesidad de legitimarse en el poder y la encontró en la confrontación con el crimen organizado. Ésta no es una hipótesis de unos cuantos. Hay otros que argumentan que sí buscó legitimidad en la crisis de seguridad y una respuesta firme con el afán de demostrar quién mandaba. “Pudo haber otros caminos para obtener legitimidad. El haber posado como militar no lo legitimó, lo ridiculizó” (Carrillo Olea).
Hay otros, sin embargo, que ven este argumento como falso. El presidente Calderón no vinculó su legitimidad a una confrontación con el crimen organizado porque “fue reconocido por la mayoría de la sociedad… de la comunidad internacional… la mayor parte de los partidos políticos. El presidente no necesitaba a esa parte que no lo reconoció. Ya venía con su propia legitimidad. En casi todas las encuestas de opinión, el presidente tuvo aprobación. Calderón tenía además a los principales inversionistas detrás de él. Entonces, la legitimidad ya estaba ahí. Un cierto grupo machacaba el tema de la legitimidad, pero la mayor parte no lo hacía. No existe, después de todo, el cien por ciento de la legitimidad” (Astorga).
El estado de las instituciones como ruta hacia los instrumentos
Es importante también abordar el tema de las instituciones como instrumentos para hacerle frente al problema. En el caso de la administración de Calderón, los entrevistados también difieren sobre el estado de las instituciones.
Según el presidente Calderón había una descomposición seria y una pérdida del dominio territorial similar a lo que llegó a sufrir Colombia en la década de 1990, pero, reitera, “es algo que evitamos en México con los operativos conjuntos: el Ejército, las fuerzas armadas, la Marina y la policía para tomar pleno control territorial donde estaba resquebrajado” (Moreno, 2008). Claramente, el presidente Calderón dejó entrever que el instrumento central fueron las fuerzas armadas y secundariamente la policía.
La discusión sobre el Cisen (ver arriba), un instrumento importante en el combate de la delincuencia en cualquier país, y en general sobre el estado de la inteligencia mexicana, es relevante para entender por qué las fuerzas armadas resultaron ser, de todo el entorno del presidente, la herramienta más conveniente en la guerra contra el crimen organizado. Al final, según la mayoría de nuestros entrevistados, las instituciones mexicanas no se encontraban listas —ni en entrenamiento, ni en equipo— para enfrentar el crimen organizado.
La pf fue objeto de discusión particularmente entre los entrevistados. En esto se basa, en gran parte, la justificación de la militarización de la guerra contra el crimen organizado. Jorge G. Castañeda, por ejemplo, dice: “Las fuerzas armadas eran el único instrumento. Las policías eran corruptas, o estaban con el pri o el prd. [Calderón] no tenía instrumentos”. De forma interesante, el propio Castañeda dice que el “sexenio fue mediocre, irresponsable, e insensible a la tragedia humana, pero éstos son juicios que no necesariamente se pueden hacer de manera tan sencilla… ¿había condiciones reales [para enfrentar al crimen organizado]? No”.
Ante la incapacidad institucional de la pf, debilitada al extremo bajo el sexenio de Vicente Fox, “los militares fueron vistos