Los reinos en llamas. Sally Green
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Los reinos en llamas - Sally Green страница 16
Marcio no estaba seguro de cómo proceder.
—Podrías ayudarlo.
—¿Te refieres a atraparlo si cae? —Rashford sonrió y dio un paso atrás, levantando nuevamente su lanza en dirección al pecho de Marcio—. No soy de los que personas que ayudan. ¿Qué tipo de persona eres tú, Marcio?
—Por lo general, de las que se indignan cuando les apuntan con una lanza.
—Puedo verlo —Rashford empujó su lanza hacia Marcio, quien tuvo que retroceder hasta el borde del acantilado—. Pero yo también me indigno. No soporto a quienes nos siguen —golpeó con la lanza a Marcio, quien se tambaleó en el borde del acantilado—. A quienes nos espían —lo pinchó de nuevo con la lanza y Marcio tuvo que sujetarla para no caer.
—No los espiamos, Sam y yo queremos unirnos a su ejército.
—¿Ejército? ¿Sólo de chicos? ¿Sin nobles al mando? ¿Sin caballeros?
—Son fuertes, rápidos, buenos para arrojar lanzas —miró al suelo y vio que las lanzas habían sido recogidas por varios de los chicos que estaban en pie debajo de él—. Muy buenos para acechar. Y para ocultar su rastro, cuando lo desean.
—Creo que empiezo a entender lo que dices —Rashford retrocedió un poco, concediendo a Marcio un poco más de espacio—. Pero ¿en qué eres bueno, Marcio? ¿Qué puedes ofrecer a este ejército? ¿Eres fuerte? ¿Rápido? ¿Hábil con una lanza?
Marcio se encogió de hombros.
—Soy hábil sirviendo vino.
Rashford se echó a reír.
—No es que tengamos mucho por aquí y creo que si tuviera algo yo mismo podría servírmelo.
—Serví vino para el príncipe Thelonius. He viajado a Calidor y a Pitoria. Conozco el humo de demonio púrpura. Sé que te hace más fuerte y rápido. Y también sé que sana. Yo mismo me he curado con el humo. Apuesto a que eso es lo que hay dentro de esa botella que tienes allí.
Rashford levantó su lanza hasta que la punta estuvo de nuevo justo frente al ojo derecho de Marcio.
—Ciertamente, sabes mucho, Marcio. Tal vez demasiado. Yo no iría alardeando por allí mis lazos con el príncipe Thelonius. Estás en Brigant. Thelonius es el enemigo, eso debes saberlo muy bien.
—Y yo soy un abasco. La víctima de todos, el esclavo de todos. Pero en el fondo, los abascos no somos víctimas ni esclavos: somos luchadores. Nunca más volverán a convertirme en esclavo, para ello combatiré.
Rashford sonrió.
—Bien, eso es lo que yo llamaría actitud. Pero claro, si quieren unirse a nosotros, van a tener que demostrar de qué están hechos. Tendremos que ver un verdadero espíritu combativo —Rashford retrocedió y agregó—: ¿Por qué no le das una mano a tu amigo? No deberías dejarlo allí colgado.
En ese momento, los dedos de Sam alcanzaron la cima del acantilado y Marcio lo tomó por las muñecas y lo asistió en la última parte del ascenso. Cuando Marcio giró hacia Rashford, vio que los otros chicos ya se habían reunido junto a él. Llevaban jubones de cuero con insignias rojas y negras de cabezas de toros; todos sostenían lanzas con banderines, algunos portaban espadas cortas y cuchillos en el cinto. Algunos parecían tener pintura de guerra roja y negra en sus rostros, algunos sonreían, otros fruncían el ceño, todos estaban muy delgados, ninguno parecía lo suficientemente mayor para necesitar afeitarse.
—Adelante, Marcio. No seas tímido —gritó Rashford.
—No se asusten. No les haremos daño… bueno, no mucho —gritó otro chico.
Hubo risas, burlas y algunos chiflidos a medida que los chicos comenzaban a rodearlo: no había escapatoria, aunque en realidad, con la velocidad de estos chicos nunca habría posibilidad de escape. Marcio y Sam ahora estaban rodeados por un círculo de jovencitos, quizás un centenar de ellos.
Rashford dio un paso adelante.
—Como líder de los Toros, la mejor y la más honorable de las brigadas juveniles, los invito a demostrar sus habilidades en combate, así sabremos si son dignos de unirse a nosotros.
Sam asintió y sonrió.
—Sí, seguro. ¿Cómo lo hacemos?
Rashford le devolvió la sonrisa.
—¡Por supuesto, batiéndose a golpes!
Los jóvenes alrededor de ellos habían comenzado un cántico.
—Pelea. Pelea. Pelea.
Sam giró hacia Marcio.
—Hablan en serio. ¿Estás preparado?
—No creo que tengamos otra opción. Simplemente no uses tu cuchillo. Peleemos sólo con los puños.
—Sin duda. Trataré de no lastimarte demasiado —respondió Sam, y retrocedió, adoptando una postura bastante absurda con los puños rígidos y en alto.
—¿Hablas en serio? —preguntó Marcio.
Rashford, que caminaba dando vueltas al interior del círculo de chicos, gritó:
—Vamos, Marcio. Aposté a tu favor.
Marcio levantó la guardia y avanzó. Era mayor y más alto que Sam. Podría vencer con mucha facilidad.
Sam sonrió, giró la cabeza y le hizo señas a Marcio para que se adelantara.
Pequeño arrogante…
Marcio echó el brazo atrás y lanzó un fuerte golpe a la mandíbula de Sam. Pero el joven lo esquivó moviendo a un lado la cabeza. Marcio lo intentó de nuevo: Sam se movió y golpeó a Marcio en el vientre, haciendo que éste se doblara por el dolor.
Los chicos vitoreaban. Rashford gritaba:
—¡Marcio! Será mejor que no me decepciones.
Sam envió un puñetazo a la mandíbula de Marcio. Marcio retrocedió tambaleándose. Los jóvenes gritaban aún más. Marcio levantó la guardia, pero otro puño lo golpeó en la oreja. Y luego otro en el abdomen lo hizo doblarse una vez más. Sam bailó hacia atrás y Marcio sólo pudo ver sus pies moviéndose. De alguna manera, Sam sabía cómo luchar y Marcio no tenía nada que ofrecer. Sin embargo, tenía que demostrar su rudeza. Se enderezó y corrió hacia Sam, quien se movió a un lado y lo esquivó. Marcio lo intentó de nuevo y sucedió lo mismo. Rashford se acercó a él y lo giró para que le diera la cara a Sam, gritando:
—No nos hagas quedar en ridículo, Marcio —luego añadió en voz baja—: Esta vez golpéalo. En la nariz.
Y en esta ocasión, dos jóvenes sujetaron a Sam y lo dirigieron hacia Marcio mientras Rashford empujaba a Marcio en dirección a Sam. Marcio simplemente levantó el puño y fue más como si la cara de Sam golpeara el puño de Marcio. Pero el resultado fue el mismo: la sangre salió a borbotones