Los reinos en llamas. Sally Green
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Catherine asintió.
—Pero con el apoyo naval de Calidor tendríamos la oportunidad de interrumpir su envío marítimo e incluso atacar la ruta de la costa norte, cortando sus líneas de suministro terrestres.
—Lo que dejaría a Aloysius atrapado en Rossarb, muriendo de hambre —remató Davyon.
Catherine sonrió.
—Elaboren los planes.
Davyon se inclinó.
—Su Alteza.
—Mientras tanto —continuó Catherine—, ¿cómo podemos detener el recaudo del humo? Tienes razón, Davyon, que el humo es la clave de todo. Siento que ya tenemos algún conocimiento del mundo demoniaco, pero no lo estamos utilizando.
—Tengo una sugerencia, Su Alteza —dijo Davyon pausadamente—. Podríamos enviar una unidad especial detrás de las líneas enemigas para interrumpir el tránsito. Un pequeño grupo de hombres seleccionados que puedan viajar con rapidez y atacar con precisión. Sería una misión peligrosa, pero causaría algunos dolores de cabeza a los soldados de Brigant.
Catherine asintió, mientras sus pensamientos se dirigían a Ambrose. Él sería el líder perfecto para tal misión y enviarlo lejos tendría la ventaja adicional de aplastar los rumores que aún zumbaban por todo el campamento sobre la naturaleza de la relación entre la reina y su guardaespaldas. Pero, debido a esos rumores, Catherine ni siquiera se atrevía a sugerir su nombre al ayudante más cercano de Tzsayn.
—Encuentra la forma de hacerlo, Davyon. Sin el humo, el ejército juvenil es apenas una banda de niños.
Un soldado entró en la tienda con una reverencia formal.
—Su Alteza, ¿me permite presentar a la delegación de Calidor?
Catherine salió de detrás de la mesa del mapa y alisó sus faldas. Éste era un momento histórico: el comienzo de una alianza entre Pitoria y Calidor. Tenía que dar la apariencia de una reina.
—Lord Darby y maese Albert Aves.
El soldado se apartó y dos hombres mayores entraron e hicieron una reverencia. Catherine asintió con gesto refinado, a la espera de que el peón anunciara al resto de la delegación.
El silencio se extendió por el lugar.
Finalmente, después de lo que pareció un siglo, Catherine comprendió que era todo: lord Darby, un hombre viejo y frágil, de cabello blanco como una nube, y su asistente, que no era mucho más joven. Difícilmente era una delegación que pudiera impresionar.
—Lord Darby —comenzó Catherine a toda prisa—. Bienvenido a Pitoria.
—Nos sentimos honrados de conocerla, Su Alteza —lord Darby volvió a inclinarse en un gesto rígido—. Pero esperaba tener una audiencia con el rey Tzsayn.
La mandíbula de Catherine se tensó. Por supuesto que lo esperaba.
—Es una pena, el rey se encuentra indispuesto hoy, pero cualquier mensaje que tenga para mi marido, me lo puede decir y tenga plena seguridad de que lo compartiré con él.
Lord Darby parecía un poco inseguro.
—¿Es posible que el rey se encuentre disponible mañana?
—Me temo que no. Pero ahora estoy disponible yo, lord Darby. Como reina de Pitoria tengo el mismo estatus que mi esposo.
El ayudante de lord Darby murmuró al oído de su amo. Darby asintió y una sonrisa cruzó su rostro.
—Mis disculpas. Tengo instrucciones de presentar mi mensaje al rey, pero por supuesto si eso no es posible… —tomó un pergamino de un bolsillo interior y se lo tendió a Catherine—. Un mensaje para Sus Altezas, del príncipe Thelonius de Calidor.
Catherine aceptó el pesado pergamino con una sonrisa. Violó cuidadosamente el sello de cera verde, consciente de que todos los ojos estaban puestos en ella. Este pergamino contendría la oferta de Thelonius para unir fuerzas con Pitoria en contra de Brigant y cambiar el rumbo de la guerra. Era un momento significativo y leyó en voz alta para que todos los presentes pudieran escuchar:
—“Su Alteza Real Príncipe Thelonius de Calidor envía sus saludos y agradecimientos al rey Tzsayn y a la reina Catherine de Pitoria por el generoso apoyo a su hijo Edyon, príncipe de Abasca. El heredero real será investido formalmente en Calia como sucesor al trono de Calidor, y el rey Tzsayn y la reina Catherine están cordialmente invitados a asistir como espectadores de honor a la ceremonia y a las celebraciones que a continuación se llevarán a cabo.”
¿Hemos solicitado una alianza militar y nos están invitando a una fiesta? Catherine respiró hondo. Seguramente ahondará más adelante sobre la guerra. Thelonius apenas comienza con su agradecimiento.
—“El príncipe Edyon nos ha demostrado el poder del humo púrpura de demonio y agradecemos a nuestros amigos de Pitoria por proporcionarnos un ejemplo de cómo actúa esta extraña sustancia.”
Bien. Más agradecimientos…
—“También agradecemos su advertencia sobre la inminente amenaza de las fuerzas del rey Aloysius de Brigant. En Calidor estamos conscientes de nuestro vecino del norte y la amenaza que plantea a nuestra libertad y seguridad. Hemos preparado bien nuestras defensas y continuaremos resistiendo con firmeza en caso de que Aloysius ataque nuestras fronteras. Lord Darby tiene muchos años de experiencia luchando contra Brigant y lo hemos enviado como nuestro emisario especial, para brindarle asesoramiento sobre la forma de lidiar con nuestro enemigo común. Nuevamente, ofrezco mi más sincero agradecimiento. Príncipe Thelonius de Calidor.”
¿Emisario especial? ¿Asesorar? Gracias y más gracias, Pero para qué sirven tantas gracias! ¿Esto es lo único que ofrece?
Catherine permitió que el pergamino se enrollara mientras volvía su atención a los hombres frente a ella.
—¿Cuántos hombres ha traído con usted, lord Darby?
Darby pareció confundido.
—Sólo a Albert, aquí presente. Él se ocupa de todas mis necesidades, y al príncipe Thelonius le pareció que viajaríamos más rápido sin una escolta militar completa.
Catherine se tragó un repentino estallido de ira. Esto era el esfuerzo de Calidor —dos ancianos y una carta de agradecimientos vacíos—, cuando lo que necesitaba eran hombres, barcos y una oferta de alianza. ¿A qué estaba jugando Thelonius? Edyon había demostrado el poder del humo, o eso decía la carta. ¿Cómo era posible que Thelonius no viera la amenaza? Esta respuesta era una locura o un insulto.
—Bueno, si los enviaron para dar consejos, tal vez podría aconsejarnos sobre la cuestión de los barcos. Tenemos una necesidad urgente de apoyo naval y…
Lord Darby se aclaró la garganta suavemente.
—Perdóneme, Su Alteza, pero ha sido un viaje muy largo y no soy tan joven como sus gallardos generales. ¿Podríamos considerar este tema mañana?
—La