Ya no te llamarán abandonada. Luis Alfonso Zamorano López

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Ya no te llamarán abandonada - Luis Alfonso Zamorano López

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y académico, etc. Sin embargo, no todo el mundo parece estar en sintonía con estas afirmaciones. Es escalofriante pensar que en Europa existen partidos políticos propedofilia que buscan su legalización y sostienen abiertamente que «en un Estado de derecho, el ser pedófilo, proclamarse como tal o incluso sostener su legitimidad no puede ser considerado un crimen; la pedofilia, como cualquier otra preferencia sexual, se transforma en crimen en el momento en que daña a otras personas» 9. Además, es sobrecogedor y demencial saber que en Internet existen cerca de 100.000 páginas ilegales que ofrecen pornografía infantil, y está calculado que diariamente se producen 116.000 búsquedas de este tipo de aberrante material. Por otro lado, la edad promedio de la primera exposición a la pornografía se encuentra entre los 11 años y los 14. A nivel mundial se calcula que, cada segundo, 28.528 usuarios de Internet están viendo pornografía 10.

      En cuanto a la Iglesia católica, como dice irónicamente Juan Ignacio Cortés, la Iglesia y la pederastia son dos viejas conocidas 11. Este autor demuestra cómo a lo largo de los siglos hubo voces de insignes Santos Padres, teólogos y autoridades que clamaron contra el abuso sexual por parte de miembros de la Iglesia, imponiendo graves penas a los abusadores, entre las que se incluían la denuncia y entrega a la justicia civil. Ya el canon 71 del Concilio de Elvira (302-306) llega a decir que «aquellos que abusan sexualmente de niños no podrán comulgar, ni siquiera a punto de morir» 12. Sin embargo, ha sido durante el siglo XX cuando se ha introducido un grado de secretismo en la forma de tratar los abusos casi desconocido hasta entonces. No es que el abuso sea patrimonio exclusivo de la Iglesia católica, ni mucho menos, pero tal vez ninguna institución ha usado su maquinaria de forma tan potente para encubrirlos. La irlandesa Marie Collins, exmiembro de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores, que fue víctima de abusos cuando tenía 13 años por parte de un sacerdote, afirma respecto a esta cultura del encubrimiento «que, intentando salvar el escándalo, ha causado el mayor escándalo de todos y ha perpetuado el daño del abuso y la destrucción de la fe de muchas víctimas» 13.

      Recuerdo el evangelio de aquel domingo en Chile, unos días antes de que los obispos chilenos fueran a Roma a encontrarse con el papa Francisco. Sentí que no podía ser más providente: «A todo sarmiento que da fruto, mi Padre lo poda, para que dé más fruto» (Jn 15,1-3). La poda es dolorosa, pero absolutamente imprescindible; sin ella, la viña termina tarde o temprano estéril. Hay que ver como algo absolutamente positivo el hecho de que las víctimas puedan estar rompiendo su silencio y enfrentarse a una realidad que muchas veces ha sido negada, acallada, minimizada por las estructuras de poder de la Iglesia. Aunque por momentos nos pueda abrumar y desconsolar tantas noticias de víctimas de abusos por aquí y por allá, es imprescindible que salga la pus, que salga la verdad y que las víctimas puedan ser escuchadas, creídas y honradas en su dolor. Solo así comienza un verdadero camino de reparación, tanto de su sufrimiento como del escándalo que supone para la fe de tantos. La misma Marie Collins es testigo de esto:

      El inicio de mi recuperación fue el día en que, ante el tribunal, mi agresor asumió la responsabilidad por sus acciones y admitió su culpabilidad. Este reconocimiento tuvo un efecto profundo en mí. Con el tiempo me permitió ser capaz de perdonarle y no sentirlo ya como una presencia en mi vida […] Ya era capaz de dejar atrás los años perdidos. No he vuelto a ser hospitalizada con ningún problema de salud mental desde entonces 14.

      Hasta aquí este breve recorrido histórico. Como puede verse, arrastramos una trágica «historia que avergüenza» 15. A lo largo de los siglos, los niños han sido olvidados, desacreditados, violentados. Hoy, al mirar hacia atrás, no podemos menos que sentir horror ante las prácticas y los tormentos a los que eran sometidos muchos niños. Es indudable que se están dando pasos de gigante en la protección de la infancia y en la toma de conciencia de la tragedia que supone el ASI, tanto en la Iglesia como en la sociedad civil, pero el desafío sigue siendo inconmensurable y no podemos dormirnos en los laureles.

      4

      ¿CUÁLES SON LAS CARACTERÍSTICAS COMUNES DEL ASI?

      La falta de una mínima comprensión de las características que tiene el ASI lleva generalmente a una falta de empatía brutal con el sufrimiento de las víctimas y a intervenciones que lo único que hacen es ahondar el dolor. En este sentido, la ignorancia no solo es atrevida, sino además muy hiriente. Muchas veces, por ejemplo, fui testigo de cómo se dudaba de la veracidad de los testimonios de algunas víctimas. Los cuestionamientos son siempre los mismos: «¿Y por qué no hablaron antes?; ¿por qué ahora, después de tanto tiempo?»; «¿Y cómo no se defendieron, si ya eran mayorcitos?». El caso de James Hamilton, una de las víctimas del sacerdote chileno Fernando Karadima, en el que los abusos continuaron durante muchos años, estando incluso casado y ya con hijos, suscitaba aún más incredulidad. La gente decía: «Vale, entiendo que, siendo un menor, haya podido haber sido abusado. Pero ¿por qué no cortó siendo ya adulto? ¿No será que en el fondo era gay y se casó para ocultar su homosexualidad?». Otros, en tono más irónico, afirman: «Para mí que era bisexual y le gustaba…».

      La primera pregunta que le hicieron a James Hamilton en la entrevista del programa de Tolerancia cero fue precisamente esa: «¿Qué hace que una cosa como esta pueda suceder?». Sin duda es la pregunta que muchos se hacen: «Si te estaba haciendo tanto daño, ¿cómo permites que te case, bautice a tus hijos y encima sea el padrino de uno de ellos?». Recojo aquí parte del testimonio de James Hamilton 1:

      Es la pregunta que yo mismo me he hecho durante años… No tanto qué le pasa a él, sino qué le pasa a uno para haber vivido esta experiencia que te hace perder el centro […] que provoca dentro de uno un quiebre interno total hasta que finalmente te transformas en un perverso… ¿Por qué uno engaña y persiste tanto tiempo? Soy el primero que me lo planteo 2.

      En su testimonio, el doctor Hamilton cuenta cómo los abusos no solo se daban en la habitación del cura, sino esporádicamente en su propia casa, con la excusa de revisiones médicas. Su despertar comenzó cuando, en una ocasión, al salir de la misa, uno de sus hijos pequeños se perdió. Él salió como un loco en su búsqueda, y el primer lugar al que fue a mirar fue la habitación del párroco. El niño estaba allí, pero, gracias a Dios, estaba solo. Esta reacción fue sentida por su mujer, Verónica Miranda, como muy extraña, y se convirtió en la ocasión para que él pudiera romper al fin su silencio con ella. Verónica fue clave en todo el proceso, especialmente a la hora de iniciar y dar continuidad a las denuncias. En otro lugar de la misma entrevista comenta Hamilton:

      Otra de las dudas que la gente expresa es: «Esto es un tema de homosexuales…». La gente no tiene ni idea, la gente comenta con mucha liviandad. Nunca he sido homosexual, pero me lo he llegado a cuestionar, y ha sido terrible.

      En el párrafo que viene a continuación deja entrever algunas respuestas que profundizaremos más tarde:

      Tantas veces intenté alejarme, y, cuando él veía eso, mandaba a conversar conmigo a sus sacerdotes más cercanos (Barros, Arteaga), que me decían que estaba haciendo sufrir al Padre con mi actitud y lejanía. Así, al final no aguantaba más la presión y terminaba yendo de nuevo a la habitación… Él era como un papá hacia el que sentía amor y odio… Tenía miedo de perder el favor de Dios… Hay un momento en el que estás tan desorientado y tienes tanto odio hacia ti mismo que todo te da igual… Te sientes basura, que te use.

      Muchas otras víctimas suelen preguntarse por qué, a pesar de todo el terror que les provocaba el abusador, no terminaban de cortar el vínculo con él y volvían una y otra vez a la escena del crimen, en la que el abusador seguía haciendo de las suyas. Mi objetivo en este capítulo es adentrarnos en la dinámica del abuso. En casi todos los casos veremos además que hay un

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