Discriminación y privilegios en la migración calificada. Camelia Tigau
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Los padres de la mayoría de los niños que ahora están en las escuelas son totalmente analfabetas. Si los padres nacieron en México, probablemente puedan leer en español, pero si tuvieron la mala suerte de haber nacido en Texas no pueden leer ni español ni inglés. No pueden hablar inglés lo suficientemente bien como para ser iguales en salarios o capacidad. Si regresan a México después de varios años, no pueden hablar ni comprender el idioma actual en gran medida. Se convierten en un grupo sin un país o idioma.
El problema de la limitada educación de los mexicanos, reproducido a través de los años, seguiría siendo objeto de la lucha política y de la denuncia administrativa en los setenta del siglo XX, como veremos a continuación.
LUCHAR CONTRA LA TEORÍA DEL “BAJO IQ”
Y SUS CONSECUENCIAS: LOS BABY BOOMERS
Por principio, la minoría mexicana, y la latina en general, enfrentaban el prejuicio de su menor capacidad intelectual, comparada con la de los blancos, al tiempo que se integraban en escuelas con pocos maestros, bajo rigor académico y pobre infraestructura para la enseñanza.2 Desgraciadamente, la discusión acerca del desempeño académico de las minorías ha sido muchas veces relacionada con su inteligencia o bajo IQ (Jensen, 1969) y su supuesto “entorno familiar inadecuado”, frente a razones como la socialización temprana (Ramey y Suárez, 1985). Al respecto, Ogbu (1990: 50-51) explica cómo históricamente las minorías se han enfrentado a oportunidades desiguales de educación, así como a la discriminación. El autor identifica tres formas en que se les ha negado a las minorías una igual oportunidad educativa:
a) La negación de la igualdad de acceso a empleos y puestos de trabajo deseables en la vida adulta, que requieren de una buena educación;
b) La negación de igualdad de acceso a una buena educación, lo que impide que los niños de minorías aprendan tanto o tan bien como los del grupo dominante, quienes tienen acceso a una educación superior, lo que más adelante influye, respectivamente, en su desempeño laboral, y
c) La reducción de las expectativas de los docentes, en parte debido a su desconocimiento de las conductas basadas en la cultura de los niños de las minorías, es lo que los mueve a etiquetarlos como “discapacitados de la educación”. Ogbu documenta que esta última circunstancia en particular ha resultado en la canalización desproporcionada de una cantidad importante de niños pertenecientes a minorías hacia la educación especial, que algunos confunden con educación inferior.
Otro aspecto importante es la escasez de educación bilingüe. Desde una postura conservadora, se asume que la socialización convencional sólo se puede lograr en el idioma inglés en Estados Unidos, de donde se desprende la defensa de la educación unilingüe: “Al garantizar la dependencia de estos estudiantes del idioma inglés, su naturaleza ‘extranjera’ se perderá con toda seguridad en la medida en que se canalicen hacia la cultura común estadounidense y hacia el consenso con puntos de vista hegemónicos” (Santa Anna, 2002: loc. 4997-4998). Por el contrario, desde una postura más liberal, el bilingüismo puede ser una ventaja cognitiva. El bilingüismo solía ser interpretado como una discapacidad lingüística, debido a la cual, bajo una
argumentación abiertamente racista [...], los estudiantes hispanohablantes tuvieron que ser segregados en “escuelas mexicanas” extremadamente inferiores durante el siglo pasado. Sólo los esfuerzos organizados y sostenidos de los padres chicanos en California, quienes rechazaron este pretexto por discriminatorio, condujeron a la decisión del distrito escolar “Méndez vs. Westminster”, de 1945, que eliminó la separación de niños mexicanos y anglosajones en todo el suroeste (Santa Anna, 2002: loc. 5138-5142).
El problema de la educación está directamente vinculado a un tipo de racismo institucional (Scheurich y Young, 1998), que se refiere a los procedimientos que reducen el acceso o el avance de una persona no mayoritaria; por ejemplo, los problemas del acceso a la educación discutidos más arriba serían parte de ese racismo institucional.
Efectivamente, existe una variedad de reportes que señalan todos los problemas mencionados en la educación de las minorías en Texas, más otros nuevos, como lo es la escasez de profesores mexicoamericanos.3 Un informe del Distrito Escolar Independiente de Houston (HISD, 1974a), da cuenta de la discriminación en contra de estudiantes mexicoamericanos en cuanto a la distribución de gastos, la colocación de alumnos en programas educativos especiales por confundir las malas habilidades lingüísticas con retrasos de desarrollo, así como en lo relativo al mal estado de las instalaciones.
Al respecto, la transcripción de una declaración del señor De Anda, miembro del Consejo Educativo Mexicoamericano, en julio de 1974, en Austin, arroja la siguiente información sobre el estado de la educación para esta minoría en el estado de Texas (HISD, 1974a) y acerca de lo que los padres podían esperar en aquella década, cuando sus hijos ingresaran a las escuelas:
Sus hijos estarán aislados de los niños anglos. Su lengua y su cultura serán excluidas. Las escuelas a las que estarán asignados no recibirán suficiente financiación. Los maestros tratarán a sus hijos de manera menos favorable que a los alumnos anglosajones. El 40 por ciento de sus hijos abandonará la escuela antes de la graduación y aquellos que permanezcan lograrán menos que sus compañeros anglos. Todas estas condiciones forman parte de nuestro estilo de vida diario en nuestros barrios (HISD, 1974a: 1-2).
El mismo ponente del Consejo Educativo Mexicoamericano termina por aceptar que estos hechos son desconocidos por la Comisión del HISD y pretende que reconozcan su declaración como verdadera y actual al día de su discurso, y no como una condición histórica. Otros ponentes que intervinieron en la misma ocasión hablaron también de la desigualdad de oportunidades. Felipa Aguilar, migrante de primera generación y profesora en Houston, declara que “en la sociedad estadounidense, o te ganas el reconocimiento como anglo, o te enfrentas a una tremenda inferioridad como mexicoamericano” (HISD, 1974a: 2). Asimismo, da cuenta del sufrimiento de los estudiantes, porque no quieren ser identificados como mexicoamericanos. Otro profesor, Don Terrazas, habla de las instalaciones pobres de las escuelas que tienen predominantemente estudiantes mexicoamericanos, con muebles viejos y techos agujereados, en donde muchos de los niños sufren tuberculosis (HISD, 1974a: 4).
Siguen otros testimonios sobre la manera en la que los mexicanos eran enviados a clases de alumnos con retraso de aprendizaje o mental, cuando en realidad simplemente les tomaba tiempo aprender el inglés, reto adicional al de otros niños. En realidad, lo que faltaba eran profesores bilingües, y no estigmatizar a los mexicanos por tener problemas de aprendizaje; de hecho, muchos eran lo suficientemente inteligentes como para llegar a concluir estudios de posgrado en universidades de prestigio en Estados Unidos. Nos referimos a una reunión en Austin en julio de 1974, a donde viajaron los profesores de Houston y plantearon claramente el problema del bilingüismo.
Quizás el discurso más contundente de ese evento fue el pronunciado por Ben Canales, abogado de la Universidad del Sur de Texas:
Tenemos un ciudad con por lo menos 195 000 residentes mexicoamericanos, dependiendo de que estadísticas usamos y a qué intereses pertenecen. [...] Por lo menos el 85 por ciento de los estudiantes mexicoamericanos abandonarán la escuela. [...] Tenemos que tomar postura y afirmar que o los mexicoamericanos son una banda de estúpidos o decir que es nuestro proceso educacional el que no sabe enseñar. Dado que por lo menos algunos de nosotros venimos de México cultural o étnicamente hablando, y