Discriminación y privilegios en la migración calificada. Camelia Tigau

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tuvieron oportunidad de desarrollarse y mucho menos de avanzar. Qué desilusión debe ser venir a nuestra tierra prometida y recibir las migajas que les dan. Otros extranjeros encuentran igualdad de condiciones, pero no es así con un mexicano. Él es un artículo casero. Hasta hace pocos años, a los mexicanos se les prohibía ingresar a las escuelas públicas de Texas, excepto en las ciudades que podían costear escuelas separadas. Un mexicano en una pequeña ciudad o comunidad rural no podía asistir a la escuela.

      Los padres de la mayoría de los niños que ahora están en las escuelas son totalmente analfabetas. Si los padres nacieron en México, probablemente puedan leer en español, pero si tuvieron la mala suerte de haber nacido en Texas no pueden leer ni español ni inglés. No pueden hablar inglés lo suficientemente bien como para ser iguales en salarios o capacidad. Si regresan a México después de varios años, no pueden hablar ni comprender el idioma actual en gran medida. Se convierten en un grupo sin un país o idioma.

      El problema de la limitada educación de los mexicanos, reproducido a través de los años, seguiría siendo objeto de la lucha política y de la denuncia administrativa en los setenta del siglo XX, como veremos a continuación.

      Y SUS CONSECUENCIAS: LOS BABY BOOMERS

      a) La negación de la igualdad de acceso a empleos y puestos de trabajo deseables en la vida adulta, que requieren de una buena educación;

      b) La negación de igualdad de acceso a una buena educación, lo que im­pi­de que los niños de minorías aprendan tanto o tan bien como los del gru­po dominante, quienes tienen acceso a una educación superior, lo que más adelante influye, respectivamente, en su desempeño laboral, y

      c) La reducción de las expectativas de los docentes, en parte debido a su desconocimiento de las conductas basadas en la cultura de los niños de las minorías, es lo que los mueve a etiquetarlos como “discapacitados de la educación”. Ogbu documenta que esta última circunstancia en particular ha resultado en la canalización desproporcionada de una cantidad importante de niños pertenecientes a minorías hacia la edu­ca­ción especial, que algunos confunden con educación inferior.

      Otro aspecto importante es la escasez de educación bilingüe. Desde una postura conservadora, se asume que la socialización convencional sólo se puede lograr en el idioma inglés en Estados Unidos, de donde se desprende la defensa de la educación unilingüe: “Al garantizar la dependencia de estos estudiantes del idioma inglés, su naturaleza ‘extranjera’ se perderá con toda seguridad en la medida en que se canalicen hacia la cultura común estadounidense y hacia el consenso con puntos de vista hegemónicos” (Santa Anna, 2002: loc. 4997-4998). Por el contrario, desde una postura más liberal, el bilingüismo puede ser una ventaja cognitiva. El bilingüismo solía ser interpretado como una discapacidad lingüística, debido a la cual, bajo una

      argumentación abiertamente racista [...], los estudiantes hispanohablantes tuvieron que ser segregados en “escuelas mexicanas” extremadamente inferiores durante el siglo pasado. Sólo los esfuerzos organizados y sostenidos de los padres chicanos en California, quienes rechazaron este pretexto por discriminatorio, condujeron a la decisión del distrito escolar “Méndez vs. Westminster”, de 1945, que eliminó la separación de niños mexicanos y anglosajones en todo el suroeste (Santa Anna, 2002: loc. 5138-5142).

      El problema de la educación está directamente vinculado a un tipo de racismo institucional (Scheurich y Young, 1998), que se refiere a los procedimientos que reducen el acceso o el avance de una persona no mayoritaria; por ejemplo, los problemas del acceso a la educación discutidos más arriba serían parte de ese racismo institucional.

      Al respecto, la transcripción de una declaración del señor De Anda, miem­bro del Consejo Educativo Mexicoamericano, en julio de 1974, en Austin, arroja la siguiente información sobre el estado de la educación para esta mi­noría en el estado de Texas (HISD, 1974a) y acerca de lo que los padres podían esperar en aquella década, cuando sus hijos ingresaran a las escuelas:

      Sus hijos estarán aislados de los niños anglos. Su lengua y su cultura serán excluidas. Las escuelas a las que estarán asignados no recibirán suficiente financiación. Los maestros tratarán a sus hijos de manera menos favorable que a los alumnos anglosajones. El 40 por ciento de sus hijos abandonará la escuela antes de la graduación y aquellos que permanezcan lograrán menos que sus compañeros anglos. Todas estas condiciones forman parte de nuestro estilo de vida diario en nuestros barrios (HISD, 1974a: 1-2).

      El mismo ponente del Consejo Educativo Mexicoamericano termina por aceptar que estos hechos son desconocidos por la Comisión del HISD y pretende que reconozcan su declaración como verdadera y actual al día de su discurso, y no como una condición histórica. Otros ponentes que intervinieron en la misma ocasión hablaron también de la desigualdad de opor­tunidades. Felipa Aguilar, migrante de primera generación y profesora en Houston, declara que “en la sociedad estadounidense, o te ganas el reconocimiento como anglo, o te enfrentas a una tremenda inferioridad como mexicoamericano” (HISD, 1974a: 2). Asimismo, da cuenta del sufrimiento de los estudiantes, porque no quieren ser identificados como mexicoamericanos. Otro profesor, Don Terrazas, habla de las instalaciones pobres de las escuelas que tienen predominantemente estudiantes mexicoamericanos, con muebles viejos y techos agujereados, en donde muchos de los niños sufren tu­bercu­losis (HISD, 1974a: 4).

      Siguen otros testimonios sobre la manera en la que los mexicanos eran en­viados a clases de alumnos con retraso de aprendizaje o mental, cuando en rea­lidad simplemente les tomaba tiempo aprender el inglés, reto adicional al de otros niños. En realidad, lo que faltaba eran profesores bilingües, y no estig­matizar a los mexicanos por tener problemas de aprendizaje; de hecho, muchos eran lo suficientemente inteligentes como para llegar a concluir estu­dios de posgrado en universidades de prestigio en Estados Unidos. Nos referi­mos a una reunión en Austin en julio de 1974, a donde viajaron los profesores de Houston y plantearon claramente el problema del bilingüismo.

      Quizás el discurso más contundente de ese evento fue el pronunciado por Ben Canales, abogado de la Universidad del Sur de Texas:

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