Sexo, violencia y castigo. Isabel Cristina Jaramillo Sierra
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Sexo, violencia y castigo - Isabel Cristina Jaramillo Sierra страница 13
El modelo de enfermedad solo tiene sentido si hay una certeza de que hay una causalidad subyacente (o una estructura de múltiples causalidades). Debería llevarlo a uno a pensar que ser un abusador de niños es una condición médica, una enfermedad o algo que tiene un origen natural. El tratamiento debería pensarse como análogo al que se da en casos de tuberculosis, donde el objetivo nacional debería ser alcanzar tanto los más altos estándares de saneamiento, como intervenir en el paciente enfermo de forma individual. En el modelo de la enfermedad:
“Se estudia a los padres en términos de lo que hacen mal, de manera que el abuso se ve como un problema de ciertos padres que son inusuales o diferentes de lo normal. El abuso es el resultado de un defecto individual o familiar (…) Y en ese proceso los demás padres son vistos como normales, tan normales como se ve al resto de la sociedad (…) el modelo de enfermedad legitima el rol de una variedad de profesionales de la salud y del cuidado que son vistos como expertos en estos problemas excepcionales” (Parton, 1985, p. 149) (30).
Otra característica de este modelo es que enfatiza la detección o predicción de las familias abusivas. En este tema el grupo de Kempe también fue pionero (31). Pero cualquiera que explore esta literatura estará de acuerdo con que “la investigación sobre la previsibilidad de la violencia no genera confianza sobre la validez o confiabilidad del proceso de evaluación” (Kempe y Kempe, 1978, p. 139) (32).
En lo que se refiere a la acción, los pocos estudios que evalúan programas de tratamiento producen un gran escepticismo. Ciertamente no hay conocimiento tampoco sobre la eficacia de grupos independientes de autoayuda como Padres Anónimos –Parents Anonymous–. Obvio que se ha llegado a proponer cualquier cosa como tratamiento. No es sorprendente que en Carolina del Norte y Georgia se hable de esterilización (Polansky y Polansky, 1968, citados en Gil, 1970, p. 46).
¿Qué alternativas hay a este modelo de enfermedad? Generalmente, ver el abuso como un problema social. A veces hay observaciones específicas: es culpa de la televisión (Beaulieu, 1978, pp. 58-68). Nótese que, aunque esta observación podría explicar la violencia, es mucho más difícil que explique el incesto, el tipo principal de abuso después de 1977.
Por otro lado, hay aproximaciones “socioestructurales” que ven el abuso de niños como una característica de la sociedad y sus normas, no como tipos de actos realizados por individuos. Muchas veces se enfatizan el cambio social y la modificación del rol de la familia y se nos recuerda la anomia. También se ven modelos “sociopsicológicos” (33) que enfatizan en las fallas en el vínculo maternal, perturbaciones en la vida doméstica, hogares rotos (broken homes), etcétera.
De esto queda claro que lo que consideramos que es el abuso de niños, las concepciones que tenemos de sus causas y las concepciones sobre las acciones a tomar, están íntimamente relacionadas. No logramos ver estas conexiones porque de pronto el abuso de niños no es la categoría correcta.
5.3. ¿No es una categoría en absoluto?
No es sorprendente, a estas alturas, leer afirmaciones como: “el abuso de niños no es una categoría naturalista –nada puede naturalmente ser abuso de niños–” (P, p. 148). O: el abuso de niños “no es una entidad absoluta, sino que está socialmente definida y no puede ser divorciada de los contextos sociales en los que ocurre. El maltrato tampoco es un fenómeno único, sino que envuelve una cantidad de actos que pueden distinguirse el uno del otro tanto operativa como conceptualmente” (Giovannoni y Becerra, 1979, p. 239) (34).
La segunda afirmación la hacen Jeanne Giovannoni y su colega Rosina Becerra. Su libro Defining Child Abuse, es un intento por analizar las percepciones profesionales y sociales sobre el abuso de niños en California. La investigación se basó en cuatro condados cultural y geográficamente distintos de ese estado. Los profesionales estudiados eran pediatras, trabajadores sociales, abogados y policías. Los investigadores tomaron una muestra de 72 ejemplos de maltrato infantil. Estas historias son “viñetas” de la realidad. Las situaciones iban desde “un padre que quemó a su hijo en la cola y pecho con un cigarrillo” hasta “padres que dejaron solos a sus hijos por una noche”, “padres que experimentaban con cocaína mientras sus hijos estaban presentes” y “madre divorciada quien tenía la custodia de su hijo y ejercía la prostitución”. Se les pidió a los profesionales y gente del común que clasificaran estos incidentes de acuerdo con su gravedad. Se usó el análisis factorial para organizar los incidentes en las siguientes categorías, ordenadas de más a menos grave:
Abuso físico
Abuso sexual
Fomentar la delincuencia
Supervisión
Maltrato emocional
Drogas/alcohol
Falta de cumplimiento de sus labores
Negligencia educativa
Costumbres sexuales de los padres
El orden de las primeras dos categorías puede ser engañoso, pues hay una gran cantidad de abusos físicos que pueden no ser considerados como serios, mientras que todo abuso sexual es grave.
Acabamos de listar nueve tipos distintos de comportamientos humanos que son socialmente desaprobados. Los nombres en algunos casos son sucintos, por ejemplo, de la categoría de “supervisión” se entiende que es la falta o mala supervisión de un niño que esté bajo su responsabilidad. Defining Child Abuse deja claro que tanto los profesionales como la población en general tuvieron muy pocos problemas en asignar los comportamientos en una de estas nueve categorías. Dentro de cada categoría, los cuatro tipos de profesionales tuvieron solo algunas discrepancias en la asignación de viñetas. Los profesionales tienden a considerar menos malos los hechos que las personas del público general. En California, los afroamericanos y los latinos son los que condenan más fuertemente casi que cualquier tipo de maltrato. Sin embargo, el ranking de los distintos tipos de abuso cambia en cada subcomunidad.
Estas nueve categorías son curiosamente familiares, es como si Giovannoni hubiera desarmado el abuso. Algunas categorías solo tienen sentido en nuestra forma actual de organización social: como, por ejemplo, fomentar la delincuencia. En el mismo sentido, el concepto de negligencia educativa es algo que se ha arraigado en nuestra concepción actual de la educación. Pero la mayoría de las categorías pueden ser usadas, sin incurrir en una gran ingenuidad etnográfica, en una gran cantidad de sociedades. En este aspecto es importante distinguir entre la existencia de una categoría y lo que una sociedad particular considera que esa categoría envuelve. Por ejemplo, alguna vez se argumentó que los indígenas pueblo tenían conceptos del color distintos a los nuestros. Ordenaban distinto el rojo, rosado, naranja y amarillo. En este caso sigue teniendo sentido hablar de que esta población tenía una categoría del color, así sus colores fueran distintos a los nuestros.
En este espíritu, tiendo a estar de acuerdo con que diferentes sociedades ponen distintos tipos de acciones dentro de lo que podríamos llamar “abuso sexual” o “maltrato infantil en conexión con el uso de drogas y alcohol”. Pero la mayoría de las sociedades tienen acciones en las áreas del sexo, el daño físico o moral, la falta de comida u hogar y la falta de supervisión o protección que son desaprobadas, prohibidas o consideradas como