Zoncoipacha. Mariela Tulián

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Zoncoipacha - Mariela Tulián

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percibir y transmitir sentimientos, cuando es considerado un ser sin vida por la ciencia.

      Cuando hablamos de territorio hablamos de todo eso, pero sin racionalizar la vida[3]. Personalmente considero que no importa si se utilizan términos como éter, matriz o energía: se está hablando de territorio. Pero como todo, el territorio no puede ser reducido a palabras o fragmentado para algún tipo de entendimiento mental. La intención de este enfoque no es generar debate científico o filosófico, sino relacionar estos términos y movilizar a las personas interesadas a averiguar más sobre el tema; para eso sirven los datos incluidos.

      El hombre está herido, fragmentado en su espiritualidad, lo que le impide ver el todo, aceptar y comprender que es hijo de la Madre Tierra y del Padre Sol, y que convive con sus hermanos, árboles y animales, otros seres energéticos como las piedras, los minerales y los espíritus del monte ancestralmente vivos.

      De esta fragmentación surgen conceptos socialmente instalados como el de «propiedad privada» y otros igualmente nefastos. Propiedad privada que resulta en límites, la imposición de fronteras que hacen peligrar, cuando no coartar, las rutas energéticas en nuestra Madre Tierra. Estas fronteras son los nuevos alambrados en los espacios sagrados, en nuestros centros ceremoniales, en las huertas de hierbas medicinales que nos regala Zupay (nuestra madre). Y decimos «nuestras» no con ánimo de propiedad sino con sentido de pertenencia; somos camis, «gente de las sierras», hijos y protectores de este territorio, «naturales» de esta tierra. Nacemos, crecemos y sólo somos felices aquí, en medio de las pencas, los quebrachos y algarrobos…

      II. El pueblo del Tulián Cabiche

      Nada hay de bárbaro ni de salvaje en esas naciones;

      lo que ocurre es que cada cual llama barbarie

      a lo que es ajeno a su costumbre.

      Michel de Montaigne[4]

      Es grandiosa la historia de mi pueblo, más allá de los sufrimientos que la conquista nos trajo, más allá del avasallamiento que todavía hoy vivimos y de lo que nos cuesta, en la mayoría de los casos, ser conscientes de lo que nos sucede como ciudadanos de una patria que no nos incluye. Es grandiosa la historia de mi pueblo.

      El siguiente es el resumen del juicio de reclamo y devolución de territorio que la comunidad originaria del pueblo de indios de San Jacinto inicia en contra de la Corona española en el año 1804. Este juicio se encuentra en el Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba, en el legajo 37 del año 1809, escribanía 4[5].

      Este territorio ancestralmente fue denominado el pueblo de Tay Pitín, Tay Pichín o Tulián Cabiche, por ser la cabecera de la provincia Tulián, el lugar de residencia de los representantes políticos de la región. Por vivir aquí, los representantes políticos de los aillus o pequeños poblados indígenas que constituían la «provincia Tulián» fuimos la punta de lanza de la resistencia del pueblo comechingón. Esta resistencia comenzó siendo «resistencia armada» durante los primeros siglos de la conquista y fue cambiando de métodos y estrategias al pasar el tiempo.

      En el Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba se pueden encontrar datos que resultaron contradictorios para muchos historiadores, ya que en una extensión importante, que abarca todo el noroeste provincial, se registró en diferentes momentos la existencia de distintos pueblos con nombres tales como: Tulian, Tulianha, Tulianaha, Mampa, Maiaha, Tahasac, Caviche o Cavis, Lay Sacat, Linaza, Sian Pitin o Taysacat o Taypitin, Tao Pitin, Casnaen, Casnaguan, Atan Sacat o Atan Henin o Hatan Henen o Hata Henen u Olamana, Tagnasa, Tagnaso, Numanti Halo, Siton Halo o Citon Sacate o Citon Charaba, Miste Pitin, Canta Calo, Hoyopan, Colo Olis o Canti Charava, Huluman, Toco Toco, Chabi Sacate o Chabi Toco Toco, Camibasa, Aniquilaen, Cantapas, Mantala Halon, Punan Quina Halo[6], entre muchos otros. Estos pueblos no se encuentran ubicados con claridad en el territorio, además de tener denominaciones contradictorias. Resulta que muchos de estos topónimos fueron cambiados por cuestiones políticas. Por ejemplo, el nombre de las comunidades de Quisquisacate, que son cuatro en el territorio provincial, en realidad debería haberse registrado como otro nombre, por ejemplo: el Quisquisacate de tras la sierra, actualmente Villa Cura Brochero, llevaba por nombre Torol[7], o el Quisquisacate de Conchuluca, actual Ischilín, cuyo nombre verdadero era Ciquihalon o Siqui Hene, el Quisquisacate de la Ciudad de Córdoba era Quisquitipa en lengua camiare, «Pueblo de la Angostura»[8]. De la misma manera, nuestro actual San Marcos Sierras fue registrado con el nombre de Taysacat en la encomienda dada a Juan de Chávez en el año 1573 y luego corregido a pedido de sus pobladores y cambiado en la documentación por Taypitin. Sucede que los españoles avanzaban en expediciones conquistadoras buscando justificar la usurpación y la barbarie, para lo cual impusieron el pensamiento de que nuestro pueblo ya había padecido la usurpación inca primero, y la imposición de la lengua quichua, y luego la usurpación territorial por parte del pueblo sanavirón, ambas por medio de la guerra. Si analizamos el pensamiento del español de aquella época encontramos todos los justificativos de la barbarie y de la masacre que cometieron en América a partir del fundamento de la Inquisición, una práctica social que cobró un impulso nuevo en estas tierras, ya que estaba desapareciendo en el Viejo Continente.

      Aníbal Montes dice de los conquistadores: «Dichos hombres eran [soldados medievales]; tenían el espíritu y las armas de la época feudal europea. Venían forrados de hierro, el cuerpo y el alma. […] Cada uno de estos soldados llevaba encima todo lo que poseía […] Eran aferrados a [la misión encomendada] y sabían que se pagaba con la vida [su incumplimiento]»[9]. Agrega:

      En primer lugar debemos aclarar lo referente a esa odiosa e injusta confusión que se hace, por algunos expresamente, entre el indígena que encontró en estas tierras el primer invasor español y el indio alzado, malo y destructor, que amenazó durante dos siglos las fronteras de nuestra incipiente civilización. A aquel ya lo hemos presentado […]. En cuanto al segundo, fue una consecuencia lógica de la crueldad del hispano, que destruyó los pueblos pacíficos del agricultor autóctono y pretendió exterminar también a sus habitantes[10].

      Aquí en Córdoba, además, cambiaron algunos nombres de las poblaciones que registraban para que se asumiera que el territorio comechingón estaba usurpado por el pueblo sanavirón y de esta forma justificar su avance desde una visión sociopolítica de la época. Es muy numerosa la información existente sobre el tema en el Archivo Histórico de la Provincia, pero a pesar de ser sustancial, se debe seleccionar alguna y analizar por parte.

      Por ejemplo, sabemos además que la incursión exploradora del norte estaba integrada por originarios de otros pueblos que oficiaban de traductores y mediadores entre los españoles y las poblaciones que se encontraban en su camino.

      Resulta que, en algunos lugares, eso de los nombres sanavirones ha sido una superchería de los hombres de Don Gerónimo. Ellos tenían marcado interés en ser exclusivos conquistadores de Camichingonia y no debemos olvidar que tenían recelo de los posibles derechos de Conquista de Villagra, que vino desde Chile algunos años antes. Y también de los posibles derechos de Aguirre ligados a sí mismo a Chile, anteriores a la fundación de Córdoba. Al figurar los sanavirones en Córdoba, se extendía hacia el sur el territorio que dependía de Santiago del Estero, del cual dependía a su vez Córdoba[11].

      Podemos enmarcar lo anteriormente expuesto y entenderlo más claramente al contrastar con esta información relevante de los pleitos judiciales recopilada por Aníbal Montes sobre nuestro territorio. Montes relata:

      Francisco Pérez de Aragón había heredado en 1.578 la Encomienda que fuera de Juan de Chávez desde el año 1.573. Esta Encomienda contenía pueblos en todas las sierras del oeste y centro de Córdoba. Con relación a esta comarca vemos: «A dodizen la Punilla» eran

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