Geopoéticas, memoria e imaginarios en la frontera México - Estados Unidos. Mauricio Vera Sanchez

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Geopoéticas, memoria e imaginarios en la frontera México - Estados Unidos - Mauricio Vera Sanchez

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negra de Juárez y, por ende, de su imaginario como lugar de peligro desde la mirada angloamericana. Los postulados de estos autores son desarrollados en cada uno los siguientes capítulos que componen este texto.

      Igualmente, es importante mencionar el trabajo de otros autores que han trabajado la frontera desde un objeto de estudio fundamental –y que es abordado en la tesis– como lo es el desierto. Acá se destacan los estudios desde la antropología del desierto de Federico J. Mancera Valencia, Julio Amador Bech, Rafael Pérez-Taylor, Fernando Operé, Alex Ramírez, Graciela Manjarrez Cuéllar, Víctor Ortega León y Jorge Chávez Chávez.

      Con respecto a las investigaciones o estudios que aborden la frontera desde la mirada propiamente de los imaginarios y el arte, existe una ausencia de material bibliográfico en este sentido, por lo cual la tesis doctoral Geopoéticas, memoria e imaginarios en la frontera México-Estados Unidos se presenta como una oportunidad para abrir un espacio de investigación que desde los estudios sociales sea novedoso y aporte elementos distintos para entender la frontera que une y separa a la vez a estos dos países.

      Por ello, la tarea es pensar la frontera de manera imaginada, apoyados en los discursos fronterizos, las historias de frontera, las leyendas urbanas, los mitos fundacionales, los eventos históricos, los recursos fotográficos y los documentos visuales e históricos, en fin, todo aquello que sirva para conocer mejor cómo se crean y recrean los imaginarios de frontera, y que sean base para la elaboración de “archivos ciudadanos” como espacio de una organización social que se archiva en sus materialidades de representación y como categoría cognitiva (Silva, 2012).

      En este amplio escenario se aborda el asunto de la frontera y, de manera específica, la existente entre Ciudad Juárez1 –ubicada en el estado de Chihuhua, en México– y El Paso2 –localizado en el estado de Texas, en Estados Unidos– desde una perspectiva que, si bien interanimada desde el marco conceptual y teórico de los imaginarios, entiende los modos en que este territorio definido como frontera se configura desde las prácticas culturales y sociales de orden estético, que se hacen sensibles –entre muchas otras– en el arte, y de cómo este configura memorias particulares que dan cuenta de las maneras de habitarlo, es decir, de estetizarlo.

      El conocimiento producido amplifica y densifica el estudio de imaginarios de frontera en su enfoque de la antropología de las percepciones que se asienta en el campo de los ciudadanos fronterizos, que en este caso suma a los artistas (a través de sus obras) fronterizos, cuya materia de trabajo y espacio de creación se alimentan de la interacción entre los unos del norte y los otros del sur, y cuyos procesos y productos dan cuenta de la relación de estas dos naciones, no tanto desde lo geopolítico sino desde lo geopoético, como posibilidad para rastrear las marcas, huellas, grammas de unas estéticas particulares que la definen.

      Así, tanto los imaginarios como la ubicación de las prácticas estéticas materializadas en el arte que cobran función memoria se encarnan o se “incorporan”, plantea Silva (2012),

      en objetos ciudadanos que encontramos a la luz pública y de los cuales podemos deducir sentimientos sociales como el miedo, el amor, la ilusión o la rabia. Dichos sentimientos son archivables a manera de escritos, imágenes, sonidos, producciones de arte o textos de cualquier otra materia donde lo imaginario impone su valor dominante sobre el objeto mismo. De ahí que todo objeto urbano no solo tenga su función de utilidad, sino que pueda recibir una valoración imaginaria que lo dota de otra sustancia representacional (p. 32).

      Se orienta entonces el ejercicio investigativo hacia un énfasis en el campo de las epistemologías de lo sensible, donde opera una construcción del conocimiento que se desprende a partir de las percepciones encauzadas hacia las labores creativas alrededor de un objeto de estudio que atrae y distancia a los cuerpos necesitados los unos de los otros y que denominamos frontera, borde, línea, y que encuentran en el desierto, el muro y el río Bravo, así como también en los puentes internacionales, en el tránsito migratorio, en la violencia, referentes de la fisiología terráquea y de la simbología del poder convertidos en objetos políticos de separación y control y, simultáneamente, objetos reconfigurados desde el arte en donde se asientan miradas plurales, abiertas, críticas y creativas de entender el tema de la condición fronteriza.

      Como se amplía a lo largo del documento, la frontera es –desde uno de sus lados– puro territorio que se ordena y re-ordena permanentemente en la política y la economía que los hace tangible, pragmático y medible; pero desde el otro lado –en el cual se sitúa la investigación– es también un asunto de las inserciones y separaciones afectivas entre quienes la habitan, un lugar donde se junta y separan los cuerpos, un lugar de lo bi-social y, particularmente, lo bi-sensible, que se hace también forma en las manifestaciones, las prácticas y los productos del arte. La hipótesis entonces que se expone –o como lo diría Henry Lefebvre–, que se somete a la crítica es: tanto territorio y arte pueden entenderse como fronteras e intersticios, como prácticas culturales y geopoéticas que devienen memoria e imaginarios.

      En este orden, el desdoble de la hipótesis plantea una indagación profunda de las maneras en que ciertas prácticas estéticas (audiovisuales, fotográficas, pictóricas, performáticas y escultóricas) sirven para devenir memoria sobre la frontera México-Estados Unidos, particularmente entre Ciudad Juárez y El Paso. Asimismo, cómo en estas se pueden rastrear, a manera de huella, marca, gramma, una construcción de imaginarios sobre lo que define la frontera en sus diversidades y pluralidades culturales, sociales y económicas.

      En el plano metodológico se aborda el tema desde un análisis e interpretación cercano a lo que desde la práctica filosofía contemporánea se reconoce como trabajo hermenéutico; es decir, que se pregunta por el sentido, la experiencia y la otredad, y que tiene como eje epistémico las percepciones como elementos constitutivos de la condición humana y, por tanto, de la producción de conocimiento. En este orden, el ejercicio de análisis se hace a la luz de las teorías estéticas contemporáneas que entienden el asunto del arte más allá de la tradición historiográfica de los estilos y lo bello, para profundizar en las maneras como a través de prácticas, procesos y productos artísticos se potencian las posibilidades de construcción del territorio y, con particularidad, de relacionarse con el otro (s) y dejar huellas, grammas, memorias de sus encuentros más allá de sus existencias particulares, es decir, dejar memoria.

      El estudio de las prácticas del arte en la actualidad aparece imbricado, señala Margarita Calle (2011), en un “campo complejo de relaciones e interdependencias conformado por saberes y tradiciones, instituciones organizadas, lenguajes legitimados y efectos pragmáticos, que hacen de tales prácticas una auténtica sedimentación de lo que podemos reconocer como procesos culturales” (pp. 19-20).

      Siguiendo el trazo metodológico de los imaginarios de Armando Silva, la frontera –como la ciudad– se entiende en su sentido físico, histórico y simbólico, en la descripción de sus espacios materiales y los objetos que los pueblan –decogrammas– y que establecen unos registros estéticos –tecnogrammas– determinados.

      Este ejercicio interpretativo y analítico tiene su potencialidad como enfoque metodológico, ya que se puede, a partir de él, reconfigurar la urdimbre de significaciones que permiten visibilizar las prácticas, los discursos y las organizaciones materiales en las cuales se despliega el hacer y la razón de ser del arte como una instancia de producción de conocimiento al lado de otras. Al fin y al cabo, “en esta tupida urdimbre simbólica, compleja y problemática, a la vez pletórica y abierta, se las juega la experiencia del arte, al reivindicar su carácter constitutivo de toda experiencia humana” (Calle, 2011, p. 20).

      El estudio está compuesto por un corpus de obras, procesos y artistas provenientes de las Bienales de Arte Fronterizo auspiciadas por El Paso Museum of Art, localizado en la ciudad de El Paso (Texas, Estados Unidos) y el Museo de Arte de Ciudad Juárez INBA (Chihuahua, México), cuyo propósito es juntar artistas de los dos países y reflexionar

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