Marlon Brando tenía un bulldog. Juan José Arjona Muñoz

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Marlon Brando tenía un bulldog - Juan José Arjona Muñoz Cine

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y a las características que les imprime —aunque suelan ser las mismas—. Sus películas conectan con los espectadores. Así que comienza por preguntarte, ¿de dónde surge su éxito?

      Cualquier actor que haya construido una carrera sólida es digno de admiración, sin importar si te gusta o no. El gusto es algo subjetivo. Que hayan sido capaces de construir una carrera sólida es un hecho objetivo. Por esto te recomiendo que aprendas de aquellos actores que superan la prueba del tiempo, aunque la crítica no los considere grandes, o no protagonicen las historias. Hay muchos actores que se han forjado una gran carrera profesional interpretando personajes ‘secundarios’.

      Ahora bien, no se trata de copiar a nadie, sino de aprender a ver, a detectar y, quizás, encontrar algo que te sirva de inspiración y puedas incorporar a alguno de tus personajes.

      Decía Pablo Picasso: «Los artistas copian, los genios roban».

      Cuando encuentres algo de otros profesionales que te sorprenda, te enamore o te inspire, no debes limitarte a copiarlo, sino que debes hacerlo tuyo. Filtrarlo a través de tu ser, dando lugar a algo nuevo

      El actor debe dar vida a un personaje para contar una determinada historia.

      Por lo tanto, el trabajo de un actor es narrar

      Durante los cursos suelo preguntar a los asistentes cuál es la herramienta de trabajo distintiva de los actores. Generalmente recibo la misma respuesta: su “instrumento”. Es decir, el cuerpo, la voz, la mente, las emociones, la intuición, etc. Todo lo anterior es cierto, prácticamente igual de cierto que para cualquier otro trabajo.

      En nuestra profesión, la herramienta ‘distintiva’ de la que disponemos los actores es el guion.

      Anthony Hopkins, actor aclamado mundialmente, dice sobre la actuación: «Actuar es un proceso de relajación. Conocer el texto en profundidad y confiar en que tu instinto, tu subconsciente o como quieras llamarlo, se hará cargo». Si analizamos esta afirmación se comprende que la clave radica en “estar relajado”. Y que esa relajación la conseguimos conociendo el texto en profundidad. De ahí surge la confianza de que nuestro instinto se hará cargo.

      Tiene su lógica. Si fuera a hacer un examen y conociera el texto en profundidad, no solo estaría relajado, sino deseando poner a prueba mis conocimientos. Si, por el contrario, no hubiera estudiado lo suficiente, estaría tenso, nervioso e inseguro, esperando que cayeran las preguntas para las que sí tengo respuesta. O, en el peor de los casos, si no hubiera estudiado nada de nada, no tendría nada que perder. Simplemente firmaría en blanco la hoja de mi examen o respondería ocurrencias con la intención de caerle simpático al maestro en cuestión —lo que algunos actores hacen en los castings, intentando caerle simpático al director—.

      ¿Qué significa conocer el texto en profundidad para Anthony Hopkins? En una entrevista revela que llega a leer el guion en el que está trabajando unas doscientas cincuenta veces. Esa es una gran pista. Si alguien de su talento, trayectoria y experiencia trabaja con esa dedicación, ¿qué deberíamos hacer nosotros? Por cierto, nótese que no dice que lee las líneas de su personaje doscientas cincuenta veces. No. Lo que lee es el texto completo. Ya comentamos que un guion es una gran maquinaria en la que cada pieza complementa y da sentido al resto, de ahí la importancia de leer el guion completo, y no limitarte a leer exclusivamente las líneas de tu personaje.

      Lo que no nos dice Anthony Hopkins son las preguntas que le surgen de esas doscientas cincuenta lecturas del guion.

      «Debemos comprender el guion completamente —decía Stella Adler—. Tenemos que conocer su estructura, esencia y excentricidades antes de poder sentirnos cómodos con él. Tenemos que entender lo que nos exige. De lo contrario no podremos comunicarlo y nos volveremos falsos. Debemos comprender las ideas de nuestro personaje como si se trataran de nuestras propias ideas. Debemos sentir la importancia que dichas ideas tienen para él y la necesidad de transmitirlas».

      Si el trabajo de un actor es narrar una historia, lo primero que necesitaremos es entender la historia que cuenta el guion. Después, comprender a nuestro personaje.

      «No creo que realmente puedas ser un actor eficaz si no tienes curiosidad por las personas y los eventos —dice Meryl Streep—. Y si estás interesado en las cosas, querrás profundizar y saber más. Lo que siempre impulsó mi propia emoción de trabajar es saber más acerca de alguien: ¿Qué les hizo hacer esto? ¿Qué fue lo que salió mal?».

      El texto, para el actor y el director, es como los restos arqueológicos de un ser de la antigüedad. En la primera fase de nuestro trabajo deberemos “escarbar” para encontrar las pistas ocultas en él e intentar explicarnos cómo ha sido su vida, y de esa forma llegar a conocerle. Debemos sentir una gran curiosidad por nuestro personaje.

      El actor debe percibir y abrirse a los mundos ocultos del personaje

      Una vez le conozcamos en profundidad, debemos proporcionarle nuestro sello de autor, crearlo.

      Es fácil comprender que un escritor inicia su trabajo con una página en blanco y todo son posibilidades y elecciones para él, pero de alguna forma también lo son para el director y para el actor. Por este motivo el director es el autor de la película, no el guionista. El director crea desde un guion, pero un mismo guion desarrollado por dos directores diferentes contará dos historias distintas. Entre otras cosas, porque entenderán y visualizarán la historia de forma diferente; desde el diseño de producción, la fotografía y el vestuario, hasta el reparto.

      Nadie ve una historia de la misma manera, porque la filtramos a través de nosotros mismos, y todos, aunque tengamos un mismo acervo cultural, somos diferentes.

      En el guion no está la película, está la guía para crear la película.

      Lo mismo sucede con un personaje:

      En el guion no está el personaje, está la guía para crear al personaje

      El personaje no existe hasta que un actor le da vida. En el momento en que un actor interpreta a un personaje, lo crea, incluso cuando no haya realizado un verdadero trabajo de creación del personaje y se haya limitado a memorizar sus parlamentos. En el momento en que lo interpreta, lo dota de vida, de energía, de un físico, de una voz, de una determinada corporalidad y personalidad. Por lo tanto, dos actores diferentes crearán dos personajes diferentes. Compartirán la historia y al personaje del guion, pero desarrollarán un personaje distinto que matizará la historia.

      Pero cuidado, como actores no partimos de una página en blanco. Partimos del guion y, además, trabajamos a las órdenes del director, idealmente de forma colaborativa.

      Hay algo importante que mencionar sobre la creación del personaje, y es que siempre le dotarás de ti mismo porque lo procesarás a través de tu propia vivencia, de tu forma de ver y entender, de tu sensibilidad, de tu subjetividad. Esto es inevitable y es maravilloso. Esto es lo que hace único a cada personaje. Y se cumple sin importar el tipo de actor que seas o el proceso de trabajo que sigas. «Actuar no se trata de ser alguien diferente —dice Meryl Streep—. Es encontrar la similitud en lo que aparentemente es diferente, y luego encontrarme allí».

      Cualquier intento de agrupar a actores en determinadas categorías puede caer con facilidad en el error. Dicho esto, simplificaré, por motivos didácticos, con la certeza de estar cayendo en un reduccionismo:

      Existen actores que podríamos denominar de “carácter”. Suele tener una personalidad magnética y transmite a muchos de sus personajes la imagen que tiene de sí mismo.

      También

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