Marlon Brando tenía un bulldog. Juan José Arjona Muñoz

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Marlon Brando tenía un bulldog - Juan José Arjona Muñoz Cine

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Asumen entonces ese personaje como si fuera su “carácter” e intentan llevar a sus siguientes personajes en esa dirección. Es común que este tipo de actores intente salir de ese personaje, pero no les será sencillo porque el público los identificará con “ese personaje” y esperarán de ellos que les den lo mismo.

      En el otro extremo encontramos a los actores que presentan variaciones, en mayor o menor medida, entre el personaje de ‘carácter’ y nuevas creaciones que nos sorprenden.

      En cualquier caso, no podrás ser el personaje si no lo conoces.

      En este sentido entiendo que hay dos tipos de actores: los que centran su trabajo en memorizar sus líneas y los que centran su trabajo en crear un personaje. Es muy común encontrar actores que basan su trabajo en memorizar los parlamentos de su personaje. Esta tarea requiere de un esfuerzo similar o mayor que la tarea de crear un personaje, y el resultado que obtenemos es mucho menos gratificante. No se alcanza el mismo resultado cuando memorizamos que cuando comprendemos.

      A la última etapa del proceso de aprendizaje se le llama competencia inconsciente: hemos interiorizado ya los nuevos conocimientos y podemos usarlos sin ser conscientes de ello —recuerda lo que dice Anthony Hopkins sobre la actuación—. A diferencia del aprendizaje forzoso, típico del sistema educativo —memorizar conceptos para superar un examen—, alcanzamos la competencia inconsciente cuando hacemos de dicha información parte de nosotros.

      Podemos clasificar las formas de actuar, según el tipo de imaginación que utilicemos, de la siguiente manera:

      1. La actuación indicada, sin inspiración, utiliza la “imaginación reflexiva”. Esta nos proporciona los gestos, entonaciones y acciones de rutina, bien conocidas por los actores y los espectadores. Esta imaginación solo es capaz de proporcionarnos la actuación preparada, el cliché del comportamiento observado superficialmente.

      2. La “imaginación constructiva” hace que la conexión del actor con el texto sea a través de sus observaciones conscientes, de las memorias, pensamientos y sentimientos. El actor hace coincidir el patrón de su experiencia con los del personaje. Entonces usa su inteligencia y talento para apoyarse en esa situación imaginaria e ir “construyendo” su propio universo. Los actores que trabajan de esta forma construyen personajes satisfactorios. Cuanto más observador, inteligente e intuitivo sea el actor, cuanta más vida haya experimentado, más rica será su creación. Este tipo de actuación desarrolla una relación lineal entre el comportamiento y la emoción implícita.

      La mayoría de la gente crea usando la imaginación constructiva. Comparamos y contrastamos datos, los filtramos de nuevo a través de nuestra propia experiencia y a menudo tenemos éxito creando algo nuevo. Algo embarulla los datos y al actor, y permite que surjan impulsos de lo que acabamos de imaginar... Pero estamos cortejando a la inspiración de forma consciente.

      3. Cuando la inspiración pura irrumpe, experimentamos un conmovedor impacto, el contacto con la “imaginación autónoma”. Nos hemos sumergido en su realidad y emergemos con algo totalmente nuevo.

      La imaginación autónoma —la inspiración— se distingue por su independencia. Algo emerge que no existía antes de su aparición. Irrumpe en nuestro mundo inyectando algo que se siente radicalmente nuevo. Aunque parezca similar, es más sugestiva, elocuente y trascendental. Normalmente es simbólica y no lineal, en vez de literal. Es el momento Eureka en el que se produce una “revelación” con significado superior a la suma de las partes.

      Los actores que trascienden la reciprocidad de la acción-reacción, que desarrollan asociaciones no lineales en las relaciones entre la emoción y el comportamiento, se apoyan en la imaginación autónoma.

      Esta actuación es grandiosa e impredecible, es demandante e inquietante. De alguna forma se niega a responder concluyentemente las preguntas planteadas por el guionista. Sin embargo, las responde. El personaje revela la suma total de sus deseos y conflictos. Es absolutamente humano, una presencia que expresa.

      En las grandes actuaciones participan los tres tipos de imaginación. Todas están unidas. Cada manifestación es esencial, cada una tiene su lugar y todas participan para crear una gran interpretación.

      Hay un componente de magia en el proceso de la creación del personaje. Me explico. Una vez hemos realizado nuestro trabajo de análisis, debemos fluir, seguir a nuestra inspiración, a nuestro instinto. Arriesgarnos. «Si voy a caer —dice Denzel Washington—, prefiero no hacerlo de espaldas, sino hacia adelante».

      Algunos actores son una especie de marionetas en las manos del director. Se limitan a memorizar sus líneas y a seguir las instrucciones que reciben. Otros —los que admiramos— son verdaderos creadores. En esto radica gran parte de su éxito. Ellos son ‘directores’ de sus personajes y de las historias que cuentan, al matizarlas.

      Entre los guionistas existe una antigua discusión sobre qué conduce la historia, si es la trama o son más bien los personajes. Es una discusión parecida a, ¿qué fue antes, el huevo o la gallina? Está claro, el huevo. Existen huevos de otras especies animales mucho antes de que existieran las gallinas. Pues igual de claro está que lo que conduce la historia son los personajes. Ante una misma situación dos personajes diferentes tomarán decisiones diferentes, dando lugar a distintas tramas.

      Cuando comenzamos a diseñar un guion, definimos un protagonista, un punto de inicio y un punto final de la historia. En el momento en el que construimos al personaje, su personalidad, el personaje comienza a tomar decisiones de acuerdo con quién es, dirigiendo, conduciendo, lo que sucede. Cuando, debido a esto, la historia no se dirige hacia donde el guionista quiere, deberá regresar atrás para modificar algún aspecto de la personalidad o de la psicología del personaje, de forma que este reaccione para que la historia progrese de la forma pretendida. Por lo tanto, el personaje que creas, como actor, también dirigirá la historia. Ahora bien, como actor no partes de una página en blanco, como el guionista, por lo que tu personaje dirigirá la historia de una forma más sutil, matizándola.

      Debe quedar claro que cada uno de los personajes cumple una función, por lo que no deberías cambiar la función de tu personaje de forma que cambie la historia que se esté contando.

      Hemos señalado la importancia de que aprendas a ver con los ojos de un actor. Ahora te propongo un ejercicio que te ayude en esta labor y que te demuestre el poder del actor, no solo a la hora de crear un personaje, sino la trascendencia que tiene, dentro de una historia, el personaje que hayas creado.

      Ejercicio:

      Estás en una fiesta en una casa de Londres durante la Segunda Guerra Mundial. A los treinta segundos comienzan a sonar las sirenas de aviso de bombardeo y el sonido de las armas antiaéreas, y se escucha el silbido de las bombas al caer del cielo y el ruido de las explosiones cercanas.

      Es un ejercicio sencillo que no te llevará más de unos minutos, pero que te servirá mucho. Así que te recomiendo que crees las circunstancias; tu personaje, tipo de fiesta, de casa, de gente en la fiesta, etc., y hagas el ejercicio.

      ¿Qué decisiones has tomado? ¿Cómo has interpretado la escena? Escribe las respuestas antes de continuar leyendo, ya que este proceso te ayudará a ser consciente de ti y, por lo tanto, a convertirte en tu mejor maestro.

      Durante una clase de actuación un profesor les dijo a sus alumnos que subieran al escenario para hacer el ejercicio que te acabo de proponer. Los actores comenzaron a actuar en la fiesta; bebían, bailaban, charlaban, una pareja se besaba... El profesor dio una palmada, que señalaba el sonido de las alarmas de aviso de bombardeo, y los actores reaccionaron. Todos corrieron asustados a encontrar refugio, ya bajo una mesa, en

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