La escritura del destierro. Michelle Evans Restrepo

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La escritura del destierro - Michelle Evans Restrepo Ciencias Humanas

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fisura. Es un todo duro, acabado, racional, preciso.35

      El ascendiente de Humboldt se percibe principalmente en Francisco José de Caldas, primer científico colombiano36 y su más ferviente admirador en estas tierras.37 Caldas, de hecho, halló su vocación en medio de la lectura de viajeros, cuya influencia se advierte en el comentario a Santiago Pérez de Arroyo de que pretendía dar a sus trabajos forma de viaje.38 A este mismo invita a seguir su método de escritura, consistente en “poner todos los días por la noche una notita del día pasado, si amaneció claro, si fue muy asoleado, nublado, seco, lluvioso, truenos, rayos, granizo, escarcha, etc.”.39 La sistematicidad humboldtiana de Caldas recuerda mucho el desapasionamiento de Santander cuando, referido a uno de los mayores espectáculos a la vista de un habitante de un país sin estaciones, dice sin más: “Por primera vez he visto caer nieve hoy. No ha llegado la posta de París”.40

      Sobre ese laconismo, Sylvain Venayre afirmó que “hasta las primeras décadas del siglo XIX el relato científico de viajes se enorgullecía de la parquedad de sus enunciados y de su falta de estilo”, y agrega: “En teoría, aquellos relatos se limitaban a presentar a los lectores la exposición rigurosa de fenómenos desconocidos […] no había lugar para la impresión personal. Por el contrario, el rechazo a la novela y la anécdota era precisamente la prueba de la dignidad científica”.41

      El trabajo intelectual presupone el deslinde afectivo del objeto de estudio. En el campo científico, la despersonalización es indispensable para obtener un conocimiento objetivo, “libre” de la arbitrariedad de las sensaciones humanas. No se trataba solamente de tomar distancia epistemológica del lenguaje cotidiano, sino también del mundo interior del autor. La normalización del discurso según los parámetros europeos de la comunicación científica permitía insertarse en lo que los ilustrados llamaban el “orbe literario”, entendiendo por tal, como José Celestino Mutis, el espacio intelectual europeo.42 A ese nivel aspiraba el órgano más importante de difusión del movimiento, el Semanario del Nuevo Reino de Granada, cuyo editor exhortaba a sus colaboradores a escribir con “exactitud y verdad”,43 pues “el Semanario es un papel serio, y está consagrado a memorias sólidas sobre los puntos que más nos interesan […] asuntos más importantes que todas aquellas cuestiones ruidosas en las que puede lucir el genio, la erudición y la elocuencia”.44

      En síntesis, aunque Santander no llegó a tomar parte del movimiento ilustrado, pues para la época de mayor actividad era apenas un joven estudiante, el Diario sí pudo ser permeable a sus efectos, por lo menos en lo que al contacto con algunos de sus principales exponentes se refiere.45 El reflejo de las luces criollas se adivina en el tono concreto de la narrativa de quien asume el viaje como forma de conocimiento. No quiere decir que Santander aspirara al estatuto de cientificidad de sus compatriotas novatores, simplemente que había echado raíz en los círculos letrados una forma de escritura positiva, desprovista de sentimentalismo, que iba muy bien con el temperamento reservado de un hombre de Estado. Aunque el de Santander no fue un viaje naturalista, en su Diario tanto un edificio como un espectáculo afloran con la misma precisión con la que el botánico describe una especie silvestre. No siendo Santander un erudito, no es de sorprender que la severidad de su personalidad hubiera encontrado expresión en el idioma aséptico del pensamiento científico que ganó fortuna entre los primeros estudiosos del país. A pesar de que para entonces se abría paso con fuerza el relato de viaje romántico, lo suyo no eran la exposición de las emociones o los giros estilísticos, sino el enunciado exacto. Santander no estaba sincronizado con las últimas tendencias literarias, sus referencias seguían ancoradas al mundo de la Ilustración.

      Santander era un apasionado de los libros, es famosa la anécdota del tiempo que pasó durante su encarcelamiento en la Biblioteca Nacional levantando el inventario de los títulos que se conservaban en sus anaqueles. Su vasta biblioteca personal incluía quinientos seis tomos, de los cuales cuarenta correspondían a literatura de viajes, entre guías de viaje y relatos de viaje factuales, para así diferenciarlos de un relato de viaje ficcional que hacía parte del mismo acervo. No se trata de un número menor; dividida su biblioteca por temáticas, el tema “Viaje” solo es superado por el de “Historia” (figura 1),46 lo que resulta significativo teniendo en cuenta que el de Europa y Estados Unidos fue el único gran viaje de su vida.47 Esto para recordar que el que viaja lo ha hecho antes a través de los libros.

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       Figura 1. Temáticas de la biblioteca personal de Santander en porcentajes (predominio de las áreas de Historia y Viajes)

      A la cabeza de la serie viática de la biblioteca de Santander se encuentran dos obras de Humboldt definitivas para el reconocimiento de América por el mundo y por los americanos: Ensayo político sobre la Nueva España por el Barón A. de Humboldt48 y Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente.49 Santander conoció personalmente a Humboldt en Europa, a quien reseñó en el Diario como el “célebre viajero”. No lo referenció por sus libros, no consta que a esa altura ya los hubiera leído o adquirido, pero no hay duda de que la autoridad intelectual del sabio alemán había impactado la intelligentsia criolla, y a través suyo a la sociedad de la que participaba Santander.

      En Europa, Santander también conoció al mexicano Lorenzo de Zavala, de donde se embarcaron juntos hacia los Estados Unidos,50 y al parecer la amistad duró por el resto de sus vidas51 —pese a que no hay registro epistolar que así lo confirme—. Uno y otro se referencian en sus respectivos relatos de viaje; mientras que en el de Santander aparece apenas una nota informando que recibió la visita del “señor don Lorenzo Zavala, exministro de Hacienda de Méjico”,52 el de Zavala es más expresivo. Aunque no extraña el tono formal de Santander, es posible que la mención más halagadora del mexicano correspondiera a un momento posterior en el que la relación habría alcanzado mayor intimidad. De Santander dijo que era “un hombre honrado, amante de la libertad y capaz de discernir el verdadero camino de la felicidad de sus conciudadanos. Quizás es poco adicto á sus juicios mas de lo conveniente. Pero su moderación y su tacto de negocios corrigen esta falta”.53

      No sorprende que Santander tuviera el libro Viajes a los Estados-Unidos de Norte América54 de Zavala; aunque seguramente era un tema de su interés y había sido testigo de algún hecho allí narrado, es natural que le incumbiera por ser la obra de su compañero de viaje y quizás más por figurar en ella.55 Está visto que Santander tenía en alta estima la opinión que los extranjeros se formaban de él,56 se deduce del espacio que dedicó en el Diario a la trascripción de los elogios que le prodigaron en Europa, pero también del realce que otorgó a las expresiones favorables que le profesaron los viajeros extranjeros por Colombia. Vale la pena enfatizar en este punto, porque normalmente se ve la literatura de viajes en posesión del viajero como la fuente a la que acude en busca de referentes para la escritura de su propio relato,57 lo cual en el caso de Santander puede ser cierto sin perjuicio de que, siendo él mismo parte del relato, le sirviera además para apuntalar su propia imagen frente a sus compatriotas.

      Una muestra de esa actitud entre exhibicionista y pudorosa aparece en la siguiente declaración de Santander:

      No fastidiaré yo la respetable atención de mis lectores con la enumeración

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