Inteligencia lúdica. Marcos Cristal
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Dejo para el final a los más queridos, a los que siempre están. En primer lugar, quiero nombrar a mis dos hijos, Yann y Julie, quienes con mucho cariño e implacable profesionalidad revisaron los textos, investigaron casos y propusieron ideas que enriquecieron este trabajo. Y a Laura, Yoel, Tami, Clari, Brenda, Gonzalo, Michelle y Maro por el apoyo permanente y afecto incondicional.
INTRODUCCIÓN
«¿Cómo se vive en una época de desconcierto cuando los relatos antiguos se han desmoronado y todavía no ha surgidoun relato nuevo que los sustituya?».
Yubal Harari, < class=span"_-ITALICA-PALABRA">21 Lessons for the 21st Century
El porqué de este libro
Durante los últimos 25 años, he tenido la suerte de interactuar con altos directivos –por un lado– y con jóvenes profesionales –por otro– en varias de las principales empresas líderes globales, así como en algunas de las principales escuelas de negocios, en quince países.
En ese tiempo hay cuatro palabras que he venido escuchando cada vez con más frecuencia, casi como un mantra, que sintetizan muy bien el entorno actual de los negocios:
Cambio
Velocidad
Incertidumbre
Complejidad
Seguramente la mayoría de los lectores compartan y experimenten la cantidad inusitada de cambios que suceden en el ámbito de los negocios, la velocidad a la que ocurren y, como consecuencia de ello, el aumento de la incertidumbre y la complejidad para gestionarlos. Este vertiginoso proceso ha abierto desafíos y oportunidades inéditas.
Es bastante probable que, como me ocurrió a mí y a muchos de mis interlocutores, observaras atónito, a la vez que entusiasmado, la revolución de Internet, el surgimiento de nuevos colosos como Google, Apple, Amazon o Uber. Y te sorprendieras por la caída de viejos gigantes como Kodak y Blockbuster, o por las transformaciones radicales de organizaciones como IBM.
Como parte de este proceso, dimos una cálida y optimista bienvenida a numerosas teorías que, además de explicar el porqué de los fracasos y las soluciones que podían evitarlos, ayudaban a sacar provecho de las oportunidades que se abrían.
Al igual que muchas otras personas, me ilusioné con la posibilidad de encontrar explicaciones convincentes que despejaran la confusión generada por tanto cambio, y también terminé aprendiendo a no esperar encontrar una teoría que diera cuenta cabal de lo que ocurre, y que nos sirviera como solución definitiva y acabada.
La presente obra se enmarca en esta convicción de que, ante el entorno complejo y cambiante que vivimos, no hay recetas fáciles ni aplicables a toda circunstancia.
Al mismo tiempo –desde mi larga experiencia colaborando con clientes en la creación de juegos de simulación de negocios para el análisis de escenarios futuros, capacitación y evaluación de personas– desarrollé un conocimiento práctico sobre la importante contribución que puede brindar lo lúdico en muchos de los desafíos que viven hoy las empresas.
Titulo este libro Inteligencia Lúdica: potenciar la innovación y la cooperación para crear organizaciones más ágiles. Estoy convencido de que este concepto contribuye de manera determinante a encontrar nuevas maneras de responder a los desafíos actuales. Contribuye a cambiar el mindset, la filosofía desde la cual pensamos los negocios, nuestro lugar y la realización de nuestras tareas. Este texto abunda en casos prácticos sobre estas nuevas maneras, que pasaron la prueba de estar durante veinte años experimentando, pregonando y aplicando lo que aquí denomino una inteligencia y una actitud lúdica.
La práctica junto a mis socios –Pablo Sirlin y Cristian Gorbea–, en la interacción con directivos de numerosas empresas líderes y de otros consultores que buscan experimentar maneras innovadoras, es lo que nos permitió verificar hasta qué punto este enfoque puede ayudar a desarrollar personas y organizaciones más ágiles, flexibles, innovadoras y promotoras del cambio.
Aprendí que tan importante como encontrar nuevas respuestas es replantear las preguntas que nos hacemos y cómo buscamos dichas contestaciones. Este libro propone maneras diferentes de pensar los desafíos y de buscar nuevos caminos y soluciones.
¿A qué me refiero con inteligencia?
A la capacidad de los seres humanos de percibir lo que ocurre (en nosotros, en el entorno y en las interacciones), pensar en las posibles respuestas y elegir la que consideremos mejor.
¿A qué me refiero con actitud?
A la predisposición desde la cual respondemos a cada circunstancia con la que la vida y el trabajo nos desafían día a día.
¿Por qué hablo de lúdica?
Porque los seres humanos fuimos dotados de un impulso lúdico que desde muy pequeños nos permite descubrir el mundo y desarrollar habilidades para sobrevivir. Este impulso es el que explica nuestra curiosidad, nuestra actitud exploratoria y creativa.
Fue en los juegos donde aprendimos a interactuar con nuestro entorno y con otros, a descubrir lo que nos gusta y a encontrar nuestro lugar en el mundo. Cuando vemos a un niño o a un adulto jugando, verificamos que su sentir, su hacer y su pensar confluyen. Una experiencia de integración difícil de alcanzar en muchas de nuestras actividades.
“Estimado lector, ¿en cuántas de tus actividades experimentas esta confluencia entre lo que sientes, lo que piensas y lo que haces?”
Pensemos en lo que hacemos cada uno de nosotros, varias veces al día, al entrar en las redes sociales. Vemos personas capturadas por las redes, interactuando con otras, involucradas desde su pensar, su hacer y su sentir, desplegando su curiosidad, su creatividad. Ahí es donde yo identifico una actitud lúdica: una confluencia de la emoción, la razón y la acción que no se verifica en muchas de las actividades que llevamos a cabo; eso sí, sin perder de vista el enorme riesgo de quedar atrapados adictivamente en las redes, tema que también analizaré.
Que Carlitos Chaplin no se distraiga en la línea de montaje
En un escrito breve de 19081, Sigmund Freud explica que el impulso lúdico infantil de crear mundos no reales a través del juego no desaparece en la vida adulta: crear mundos no reales continua bajo otra forma, se reemplaza por el fantasear, por imaginar mundos, situaciones que aún no existen, pero pueden hacerse realidad.
Freud rescata la seriedad de los juegos y explica que lo opuesto al juego no es la seriedad sino la «realidad». Justamente en nuestras vidas como seres humanos adultos es la realidad, entre frustrante y compleja, la que nos lleva a fantasear. Nos pasa cada vez que empezamos un trabajo nuevo, cada vez que vamos al encuentro de alguien o algo nuevo. Fantaseamos, lo que Freud llama los «sueños diurnos», un mundo que no existe y que nos gustaría que ocurriera. Buscamos jugar con él, prepararnos y tratar de hacerlo realidad.
Durante muchas décadas, la educación recibida, al servicio del sistema económico imperante,