Obras Inmortales de Aristóteles. Aristoteles
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Acorde con esto, puesto que el alma de los seres animados es la forma sustancial, la esencia misma del cuerpo animado, porque el alma constituye la esencia de los seres animados, la función de cada parte y el conocimiento sensible que es su condición deberán entrar en la definición de las partes del animal, si se desea definir bien. De forma que existe prioridad de las partes del alma, de todas o de algunas relativamente al conjunto del animal. La misma prioridad existe relativamente con las diferentes partes del cuerpo. El cuerpo y sus partes son posteriores al alma, el cuerpo puede dividirse en sus diversas partes, tenidas como materia; no el cuerpo esencia, sino el conjunto que constituye el cuerpo. Desde un punto de vista, las partes del cuerpo son anteriores al conjunto; desde otro, son posteriores; no pueden, en efecto, darse independientemente del cuerpo; un dedo no es realmente un dedo en todo estado posible, sino únicamente cuando goza de vida; sin embargo, se da el mismo nombre al dedo muerto. Existen ciertas partes que no sobreviven al conjunto; por ejemplo, aquellas partes que son esenciales, la base primero de la forma y de la sustancia; como el corazón o el cerebro si realmente desempeñan este papel, importando poco que sea el uno o el otro. El hombre, el caballo, todos los universales residen en los individuos; la sustancia no es cierta cosa universal; es un conjunto, un compuesto de tal forma y de tal materia: la materia y la forma son universales; pero el individuo, Sócrates, o cualquier otro, es un conjunto de forma y de materia.
La forma misma, y por forma entiendo la esencia pura, posee igualmente parte, lo mismo que el conjunto de la forma y de la materia; pero las partes de la forma no constituyen más que partes de la definición, y la definición no es más que la noción general, porque el círculo y la esencia del círculo, el alma y la esencia del alma, son una sola y misma cosa. Pero por lo que atañe a lo compuesto, por ejemplo, a tal círculo particular sensible o inteligible (por inteligible entiendo el círculo matemático, y por sensible el círculo de bronce o de madera), no existe definición. No por definiciones, sino por medio del pensamiento y de los sentidos es como se los conoce. Cuando hemos dejado de ver realmente los círculos particulares, no tenemos idea de si existen o no; sin embargo, conservamos la noción general de círculo, no una noción de su materia, porque nosotros no percibimos la materia por sí misma. La materia es sensible o inteligible; la materia sensible es, por ejemplo, el bronce, la madera, y toda materia capaz de movimiento. La materia inteligible es la que se encuentra ciertamente en los seres sensibles, pero no en tanto que sensibles; por ejemplo, en los seres matemáticos.
Acabamos de fundamentar todo lo que atañe al todo, a la parte, a la anterioridad y a la posterioridad. Si se pregunta si la línea recta, el círculo, el animal, son anteriores a las partes en que pueden dividirse y que los constituyen, es necesario, para responder, establecer una distinción. Si efectivamente el alma es el animal, o cada ser animado, o la vida de cada ser; si el círculo es idéntico a la forma sustancial del círculo; el ángulo recto a la forma sustancial del ángulo recto; si es la esencia misma del ángulo recto, ¿qué será lo posterior, y qué será lo precedente? ¿Será el ángulo recto en general expresado por la definición, o tal ángulo particular? Porque el ángulo recto material constituido de bronce, por ejemplo, es tan ángulo recto como el constituido por líneas. El ángulo inmaterial será posterior a las partes que entran en su noción, pero precede a las partes del ángulo realizado. Sin embargo, no puede señalarse del todo que es anterior. Si el alma, por lo contrario, no es el animal, si difiere de él, existirá anterioridad para las partes. Y así, en ciertos casos es necesario decir que hay anterioridad, y en otros que no existe.
Parte XI
Es una auténtica dificultad el determinar qué partes pertenecen a la forma y que partes pertenecen, no a la forma, sino al conjunto de la forma y de la materia; y sin embargo, si este punto no se deduce con claridad, no es posible definir los individuos. Lo que entra en la definición es lo universal y la forma; si no se descubre, por tanto, qué partes son o no son materiales, no se verá tampoco cuál tendrá que ser la definición del objeto. En los casos en que la forma se aplica a cosas de especies diferentes, por ejemplo, el círculo, el cual puede aparecer en bronce, en madera, en piedra, en todos estos casos la distinción parecerá fácil; ni el bronce ni la piedra forman parte de la esencia del círculo, puesto que el círculo posee una existencia independiente de la suya. ¿Pero qué impide que ocurra lo mismo en todos los casos en que esta independencia no salte a la vista? Aunque todos los círculos visibles fueran de bronce, no por esto el bronce constituiría una parte de la forma. Sin embargo, es difícil al pensamiento probar esta separación. Y así lo que a nuestros ojos constituye la forma es la carne, los huesos y las partes semejantes. ¿Serán estas, por tanto, partes de la forma, las cuales entren en la definición, o es más bien la materia? Pero la forma no se aplica jamás a otras cosas que a aquellas a las que nos referimos, de aquí la imposibilidad para nosotros de separarlas.
La separación parece posible, es verdad, pero no se observa con claridad en qué circunstancias, y esta dificultad, según algunos, recae asimismo sobre el círculo y el triángulo. Piensan que no se les debe definir por la línea y por la continuidad, las cuales se dan en ellos bajo el mismo concepto que se ofrecen la carne y los huesos en el hombre, y la piedra y el bronce en el círculo. Todo lo reducen a los números, y reclaman que la definición de la línea es la noción misma de la dualidad.
Entre los que defienden las ideas, unos dicen que la díada es la línea en sí, otros que es la idea de la línea, porque si algunas veces existe identidad entre la idea y el objeto de la idea, entre la díada, por ejemplo, y la idea de la díada, la línea no se encuentra en este caso. De aquí se infiere que una sola idea es la idea de muchas cosas, que parecen heterogéneas, y a esto conducía ya el sistema de los pitagóricos; y finalmente, la posibilidad de constituir una sola idea en sí de todas las ideas; es decir, el aniquilamiento de las demás ideas y la reducción de todas las cosas a la unidad.
Nosotros hemos señalado la dificultad relativa a las definiciones, y hemos manifestado la causa de esta dificultad. Y así no tenemos necesidad de reducir de esta forma todas las cosas y de suprimir la materia. Lo probable es que en algunos seres existe reunión de la materia y de la forma, en otros de la sustancia y de la cualidad. Y la comparación de que se servía habitualmente Sócrates el joven con relación al animal, carece de precisión. Ella nos hace salir de la realidad y da pie a pensar que el hombre puede existir independientemente de sus partes, como el círculo existe independientemente del bronce. Pero no hay paridad. El animal es un ser sensible y no se le puede definir sin el movimiento, por consiguiente, sin partes organizadas de cierta y determinada manera. No es la mano absolutamente hablando, la que es una parte del hombre, sino la mano capaz de realizar la obra, la mano animada; inanimada, no es una parte del hombre.
Pero ¿por qué en los seres matemáticos las definiciones no entran como partes en las definiciones? ¿Por qué, por ejemplo, no se define el círculo por los semicírculos? Los semicírculos, se dirá, no son objetos sensibles. Pero ¡qué importa! Puede haber una materia hasta en seres no sensibles; todo lo que no es la esencia pura, la forma propiamente dicha, todo lo que tiene existencia real, tiene materia. El círculo, que es la esencia de todos los círculos, no puede tenerla; pero los círculos particulares deben tener partes materiales, como ya dijimos; porque hay dos clases de materia: la una sensible, la otra inteligible.
Es evidente, por otra parte, que la sustancia primera en el animal es el alma, y que el cuerpo es la materia. El hombre o el animal, en general, es la unión del alma y del cuerpo; pero Sócrates, y lo mismo Corisco es, a causa de la presencia del alma, un animal doble; porque su nombre designa tan pronto un alma como el conjunto de un alma y un cuerpo. Sin embargo, si se dice simplemente: el alma de este hombre, su cuerpo, lo que hemos dicho del hombre en general se aplica entonces al individuo.
¿Existe alguna otra sustancia fuera de la materia de estos seres, y es preciso que averigüemos, si acaso tienen ellos mismos otra sustancia, por ejemplo los números u otra análoga? Este punto lo examinaremos más adelante, porque en interés de esta investigación nos esforzamos por llegar a la definición de las sustancias sensibles, sustancias cuyo estudio pertenece más bien a la física y a la segunda filosofía.