Economía del espíritu. Dorothea Ortmann

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Economía del espíritu - Dorothea Ortmann

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qué la religión?

      Para la historiografía cultural, que más adelante se llamará «funcional», las instituciones son los agentes que hacen funcionar una sociedad. La religión es, según Durkheim (1982:4), el agente más antiguo y continuo en ella, y nos permite observar cómo una ideología integra a sus miembros. Su interés no está en el contenido de la religión, sino en su rol en la integración del individuo a una comunidad dada: se trata de indagar sobre aquellos factores que mantienen unidos a los miembros de una sociedad. Ese es el punto importante para Weber y la razón por la que se interesa por el factor religioso, ya que entiende a esta como parte sustancial de una cultura.

      En La ética protestante y el espíritu del capitalismo la religión sirve al investigador como agente para indagar sobre el problema de la función del individuo en los procesos históricos. «Parece, pues, que lo más fácil sería comprender el desarrollo del “espíritu capitalista” como una manifestación parcial del desarrollo global del racionalismo, y hubiera de derivarse de la posición de principio de éste ante los problemas útiles de la existencia. En tal caso, el protestantismo sólo sería históricamente en calidad de “primicia” de las concepciones puramente racionalistas de la vida» (Weber, 1992:66). Inicia su argumentación sobre la base de una evaluación del material estadístico que demuestra claramente una diferencia en el actuar entre jóvenes católicos y jóvenes protestantes. Detrás de esta diferencia hay razones psicológicas ancladas en la tradición de cada una de estas religiones. Si consideramos el material estadístico que el autor expone en La ética protestante y el espíritu del capitalismo, debemos recordar que Weber posee un interés específico, no únicamente como intelectual, sino también como ciudadano políticamente comprometido. Por ello, es importante revisar su posición política antes de analizar sus argumentos científicos; cada investigación suya está sometida a esta posición. Además, existe una relación metodológica con un trabajo anterior, pues alude indirectamente al estudio sobre la problemática del trabajo rural, La situación de los trabajadores agrícolas en la Alemania del Este del Elba. Hay un hilo argumental común entre estas dos investigaciones. Por ejemplo, escogió algunos datos (variables) que compara o correlaciona. En la Alemania de los siglos XIX-XX, la población profesaba diferentes credos religiosos, dependiendo de la región donde viviese. Esta circunstancia era consecuencia de las guerras religiosas y el acuerdo de la Paz de Augsburgo que les puso fin, y según la cual se determinó que los súbditos debían asumir el credo del gobernante. Por esta razón había zonas en Alemania con población mayoritariamente católica o protestante.

      Fue recién con la proclamación de la libertad de confesión que el individuo pasa a ser quien decide qué credo asumir, generando de este modo una convivencia de cultos diferentes. En regiones tradicionalmente católicas, los evangélicos recién llegados asumían profesiones más modernas porque no podían participar en las estructuras económicas tradicionales ocupadas por la población previamente establecida en el lugar. Weber dedica todo un estudio a esta observación, pero le da una interpretación cultural y no histórica. Según su evaluación, entre los protestantes se encuentran mucho más propietarios de empresas que entre la población netamente católica. Además, con respecto al estado de la formación profesional, constata que los protestantes tienen una calificación más alta que los católicos y que no solamente poseen más capital que ellos, sino ocupan también puestos más importantes en la administración de las empresas. Evaluando esta relación entre la confesión religiosa y el espíritu emprendedor capitalista, Weber se pregunta si en la Reforma religiosa del siglo XVI, además de reemplazar el poder eclesiástico por autoridades profanas —y una religiosidad personal que renuncia a la mediación de un sacerdote o una institución—, este mecanismo también ha liberado fuerzas emprendedoras para las actividades económicas cotidianas. En caso de poder comprobar la existencia de tal mecanismo, nuestro investigador pretende luego identificar las características doctrinales que impulsaron una nueva actitud.

      El filósofo húngaro Georg Lukács explica por qué Weber se interesa tanto por cuestiones religiosas, pudiendo explicar la llegada a la modernidad de otra manera. Él afirma que en la época de Weber no era oportuno ignorar las explicaciones marxistas acerca de los procesos sociales, tampoco insistir en la represión social del proletariado. Como ya no se puede, simplemente, ignorar el marxismo, se lo divide en partes y se usa solamente lo que conviene de él (Lukács, 1978:485). Entonces, Weber niega la dominación de las fuerzas productivas sobre la existencia social y se apoya en el supuesto de que el creador tiene que anticipar el producto en su mente antes de realizarlo, proceso que es lo que verdaderamente le interesa. Con este objetivo usa el impacto de ideas religiosas, las cuales nos explican un comportamiento social determinado.

      Analizando La ética protestante y el espíritu del capitalismo llegamos a entender el método principal de nuestro investigador, que empleará luego en casi todos sus trabajos. Expone primero un material estadístico relacionado con el tema, luego presenta casos o personajes de tipos ideales para profundizar en la observación con el material estadístico y finalmente ofrece definiciones acerca del caso. Encontramos entonces estadísticas que comprueban el diferente desarrollo económico entre los católicos y los protestantes (Weber, 1992:26).

      Para seguir la lógica de nuestra investigación debemos presentar el segundo recurso de la argumentación sobre el impacto de una ética religiosa en la vida cotidiana en la época del capitalismo emergente, que es la presentación de productores de textos edificantes de los siglos XVII y XVIII. Los autores más resaltantes que Weber consideró en su trabajo son Benjamin Franklin, John Bunyan y Richard Baxter. Ellos le sirven para comprobar que los tratados religiosos difundidos en masa promovían la disponibilidad para entregarse por completo al trabajo. El tercer argumento en el discurso de Weber es un seguimiento etimológico y cultural del concepto beruf («llamamiento», «vocación»), empleado por primera vez por Martín Lutero. Ese mismo concepto, de origen netamente religioso, se vuelve término técnico para referirse a la ocupación de una persona. Weber piensa que no es por casualidad. A partir de esto, pretende demostrar que el pensamiento protestante difunde la vida religiosa ascética, anteriormente vivida en los claustros de los monasterios, hacia los lugares profanos de la vida cotidiana. Entregarse a Dios y entregarse al trabajo es ahora idéntico. En consecuencia, el ethos de la profesión recibe un valor extraordinario. Como este es el centro de su investigación en La ética protestante y el espíritu del capitalismo, le debemos dedicar profundización y amplitud. El cuarto y último argumento ventila el problema doctrinal de la predestinación y el estado de la gracia, así como su descarga emocional en los esfuerzos cotidianos para adquirir bienes. Weber analiza la teología calvinista para indagar de qué manera la misma teología prepara las condiciones que permiten acumular bienes sin culpa y a la vez incentivar la dedicación completa al trabajo.

      El propósito de La ética protestante y el espíritu del capitalismo es contestar la pregunta: ¿a qué se debe el avance de la cultura occidental, en comparación con las demás culturas del mundo? Weber responde a esa interrogante con la demostración del surgimiento de la racionalidad en Occidente, tomando la racionalidad no como principio filosófico, sino como una actitud práctica que se manifiesta en un estilo de vida determinado, lo que significa que se basa en un entendimiento práctico de lo racional. De cierta manera, Weber aplica el concepto de «racionalidad» de manera arbitraria, porque el concepto está claramente determinado por la tradición filosófica, según la cual la «racionalidad» es una corriente del pensamiento filosófico que afirma que únicamente se llega a entender el mundo por el razonamiento lógico, en contraposición a lo empírico. En el neokantianismo, del cual Weber es un representante, el racionalismo tomó una forma idealista. El filósofo alemán Jürgen Habermas resume muy brevemente el entendimiento de Weber en su libro Teoría de la acción comunicativa, donde se dedica explícitamente al problema de la racionalidad y su relación con el proceso cognitivo. Allí recoge las ideas de aquel para someterlas a un análisis. Según él, la «racionalidad», tal como Weber la entiende, está estrechamente vinculada con la cultura y no con la filosofía, como tradicionalmente se suele a presentar (Habermas, 1992:15):

      La

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