Economía del espíritu. Dorothea Ortmann

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que dimitir porque ya no era oportuno manejar las exigencias de los obreros con métodos represivos. Al mismo tiempo, se tenía que preparar a la opinión pública para buscar una mejora a la situación de los trabajadores en dirección distinta a las que exigían los socialdemócratas. Esta tarea la asumió el socialcristianismo, con el que Weber se sentía comprometido, y por ello le prestó apoyo a Baumgarten con sus trabajos. Su compromiso era tan intenso que inclusive se hizo amigo del fundador del partido socialcristiano, Friedrich Naumann. Comenzó entonces a dedicarse a la investigación de las condiciones sociales de los peones agrícolas en la región al este del Elba.

      Esta región del este del Elba, llamada también la Prusia Oriental, presentaba en aquel entonces un problema nacional, porque sus terratenientes, los famosos Junker, representaban un poder económico y político enorme, pero ya decadente y sustituido por los industriales de las ciudades grandes. La resistencia de los Junker a pagar impuestos puso en peligro la reforma del Estado porque los empresarios capitalistas no querían asumir solos la carga del pago de impuestos sin ser acompañados por el sector agrario. Además, los Junker querían mantener intactos sus antiguos privilegios, hecho que el sector industrial tampoco aceptaba. Weber dedica a ese problema una investigación amplia: La situación de los trabajadores agrícolas en la Alemania del Este del Elba. Ese trabajo resultó ser sumamente amplio y finalmente comprendió alrededor de novecientas páginas. El impacto del estudio dio a Weber gran prestigio como investigador en el área de la historia económica. Es en esta obra donde percibimos una inclinación a explicar la actitud de actores sociales sobre la base de su compromiso religioso y a ventilar la posibilidad de cuánto influyen las ideas sobre una decisión laboral.

      Aquel trabajo sirve, además, para demostrar que Weber no cumple con lo que él mismo como investigador social exige: un acercamiento al objeto de investigación sin ningún juicio de valor. Aparentemente, estamos ante una evaluación de datos estadísticos sobre el nivel de vida de trabajadores rurales en este territorio y la presentación de explicaciones sobre por qué aquellos abandonan esta región, pero, en cambio, nos da un claro ejemplo de cómo Weber ejerce función de propagandista a favor de una Alemania imperial que se prepara para una política expansionista. Es más, Arthur Mitzman, investigador norteamericano, afirma en su libro La jaula de hierro (1976) que entre los trabajos de Weber sobre la situación de los trabajadores agrícolas al este del Elba (vemos más adelante que se dedica en tres oportunidades al tema) y las posiciones nacionalistas étnicas allí reveladas, existe una directa conexión hacia una Alemania nacionalsocialista y autoritaria, la cual engendra un espíritu de sumisión en sus ciudadanos y por ende sirve al surgimiento del fascismo en Alemania. Es interesante ver cómo Mitzman llega a una evaluación tan radical con respecto a la función de Max Weber, no obstante que aplica, en la mayor parte de su libro, una interpretación psicológica de Weber y no se concentra mucho en problemas políticos o sociales. Aun así, llega a este resultado, lo que significa que la politización e ideologización en la obra de Weber son primordiales.

      Georg Lukács, por su parte, subraya la función ideológica de Weber; por ello, su argumentación en El asalto a la razón (1978:485) es muy diferente a la de Mitzman. Lukács asume una evaluación completamente política de Weber. A Lukács no le interesa explícitamente si la obra de éste ha influido en el desarrollo de un sistema fascista en Alemania, sino, más bien, ubicarlo en una corriente que hace posible que las ciencias sociales se vuelvan reaccionarias. En este sentido, Weber sería colaborador de las fuerzas nacionalistas que más adelante se vuelven fascistas. Lo que Georg Lukács resalta acerca de éste es que estamos ante un representante en el área de las ciencias sociales que no acepta las explicaciones marxistas. Por esta razón, nuestro economista se ve obligado a buscar explicaciones que tampoco ignoran la existencia de tensiones sociales y las luchas que ellas requieren. Weber no niega la existencia de la lucha de clases, aunque emplea este concepto de modo diferente al marxista, y tampoco ignora la importancia de la economía sobre el desarrollo histórico. Lo que Weber refuta es la posición marxista de explicar el porqué del desarrollo histórico. Según la teoría marxista, son las fuerzas productivas las que impulsan el desarrollo. Para Weber el impulso está en la lucha del individuo hacia su libertad (Lúkacs, 1978:485). De allí también debemos concluir que, para Weber, la lucha de clases consiste únicamente en el anhelo del individuo de liberarse de su amo, sea patrón o empresario. Esta lucha, aunque puede presentarse como colectiva, de una clase contra la otra, nunca aspira a cambiar el sistema vigente (Lúkacs, 1978:485). Debemos aclarar para el lector que, no obstante que Weber pueda emplear conceptos marxistas, nunca les da en sus trabajos el mismo significado que ellos tienen en la teoría marxista. De allí surge, según nuestro entender, la confusión y la mala ubicación de Weber como un científico social progresista en lugar de conservador, lo que realmente es. Ese carácter moderno progresista, sin ser marxista, es, según Lukács, justamente el rol que Weber cumple en el espectro de las grandes teorías vigentes en el cambio del siglo.

      En ningún otro trabajo la posición política y la argumentación propagandística de Weber se hacen tan evidentes como en su estudio La situación de los trabajadores agrícolas en la Alemania del Este del Elba. Evaluaba en dicho trabajo el rendimiento económico de los terratenientes con la mano de obra de la población asentada en el lugar, en comparación con la mano de obra prestada o mano de obra ocasional de peones polacos y rusos que trabajaban solamente en estaciones de cosecha (Weber, 1892). Al mismo tiempo, este estudio forma una especie de antecedente metodológico a La ética protestante y el espíritu del capitalismo, porque en él Weber comenzó a investigar de qué manera los ideales de una persona le impulsan hacia una cierta actitud y adelanta, de manera abreviada, su tesis con respecto a la relación entre religión y ética económica. Observa una mayor dinámica económica entre los terratenientes protestantes, que trabajaron en mayor número con protestantes, que los terratenientes tradicionales, quienes, siendo protestantes, contrataron peones polacos que eran mayormente católicos. En La situación de los trabajadores agrícolas en la Alemania del Este del Elba, se refiere al problema del éxodo masivo de trabajadores rurales hacia la ciudad, quienes dejaban el campo porque las estructuras antiguas de la sociedad tradicional o agraria devinieron, poco a poco, en una relación de empleador y obrero. Los grandes terratenientes lograron apoderarse por completo de las parcelas de los pequeños campesinos, inclusive de sus propios peones. De esta manera, el peón era totalmente despojado de sus pocos bienes y no tenía ningún vínculo con el lugar donde vivía.

      Weber demuestra que los peones no abandonan el campo por cuestiones materiales, sino por cuestiones ideológicas: porque no tienen ninguna esperanza de mantenerse en el sitio pensando que algún día podrán comprar más terreno para la siembra, autoabastecerse y así dejar el trabajo asalariado del patrón. Como ya no les queda ninguna oportunidad, migran a la ciudad pensando que allí sus posibilidades son mejores que en el campo. La observación específica de Weber es que no se van los peones pobres, sino más bien los mejor pagados: quieren irse porque su sueño de una aspirada libertad se derrumbó; no abandonan el campo por hambre. Su conclusión es que las ilusiones de los peones sirven como ejemplo de que también en la vida social existen ideales cuya fuerza es mayor que los problemas económicos. La política oficial del Estado frente a este abandono masivo de obreros rurales era buscar argumentos psicológicos para que se mantengan en el sitio y evitar la penetración de mano de obra barata por parte de polacos y rusos. Weber se concentra a lo largo de sus trabajos en los factores psicológicos y reconoce el rol de la religión en todo ese proceso, porque eran los pastores protestantes y luego los sacerdotes católicos quienes tenían la tarea de promulgar ideas nacionalistas entre la población rural para evitar la penetración de trabajadores no alemanes.

      Quizás el lector se preguntará: ¿qué hay de importante en este problema que merece tanta atención para dedicarle una investigación tan amplia y exhaustiva como Weber lo hizo? Para entender su impacto político, debemos recordar que detrás de todo ello se esconde un problema vinculado con el conflicto que se suele denominar en la historiografía alemana como «pugna cultural» (kulturkampf), que refiere a la contención de las fuerzas católicas dentro del espacio protestante o viceversa. Ese conflicto se presentó en el este de Alemania de manera muy particular porque en él convivían rusos, polacos, gitanos y judíos. Entonces, no se trataba de una lucha

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