Alguien que te quiera con todas tus heridas. Raphael Bob-Waksberg

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Alguien que te quiera con todas tus heridas - Raphael Bob-Waksberg страница 7

Автор:
Серия:
Издательство:
Alguien que te quiera con todas tus heridas - Raphael Bob-Waksberg

Скачать книгу

lo que le ocurrió a la mujer de Kyle, capítulo 12, versículo 8 del Libro de Kyle».

      «Ya, claro. Obviamente, pasó en el libro de Kyle, pero me refiero, ¿le ha pasado a alguien que usted haya conocido a lo largo de su vida?».

      Le da una calada larga a su cigarro mirándome fijamente a los ojos.

      «Todas las personas que yo conozco ofrecieron un sacrificio al Dios de Piedra».

      Saca un bolígrafo que probablemente cueste más de lo que yo gano en un año y empieza a garabatear en una chequera. «Te diré lo que vas a hacer», dice. «¿Queréis sacri­­ficar cabras? Yo las pagaré. Pagaré cuantas cabras queráis, e incluso añadiré un buen pellizco para el matarife. ¿Quie­­res pedirle a tu hermano que sea él quien sacrifique a las cabras y así usar el dinero que os doy para alguna otra cosa? Bueno, eso es cosa vuestra…».

      «Se lo agradezco mucho, pero lo que necesito es…».

      «Creo que mi oferta es bastante razonable», dice.

      Asiento, avergonzado por el hecho de haber intentado negociar con el tío que básicamente dirige la filial de la Compañía de Runas Divinatorias.

      «Y me tengo por un hombre razonable. Un hombre moderno, sofisticado y sensible. Pero ninguna hija mía va a celebrar una boda en la que no se sacrifiquen cabras».

      Me dirijo a la Casa de Sorgenfrei. Kenny abre la puerta vestido con un albornoz. «Eh, tío».

      «Tengo que hablar con Dorothy».

      «Oh, no puede ser, amigo. El novio no debe ver a la novia mientras yace con el gran cura».

      «Tengo que hablar con ella. Dile que ha habido una emergencia».

      Kenny Sorgenfrei hace gestos de enfado, me mira de reojo y cierra la puerta.

      Unos minutos después aparece Dorothy en albornoz. «¿Qué ocurre? ¿Qué ha pasado?».

      «Lo primero: hola. Estás muy guapa».

      «Peter, ¿qué sucede?».

      «He estado pensando en la boda y creo que deberíamos ofrecer un sacrificio caprino».

      Dorothy rápidamente convierte la palabra furiosa en verbo y furiosea directa hacia mí: «¿Es esa la emergencia?».

      «Bueno, la boda es en dos semanas y tengo que encargarlas en el outlet de cabras…».

      «Vale, así que cuando soy yo la que quiere yacer con el gran cura, es una tontería pasada de moda, pero como tu hermano sacrifica cabras, entonces…».

      «No, no es por eso».

      «¿No eras tú el que quería hacer algo sencillo?».

      «En realidad», digo, «eras tú la que quería hacer algo sencillo. Pero podríamos sacrificar solo tres cabras, ¿qué más da? Contentaremos a mucha gente».

      Se ajusta el albornoz. «Si hoy decidimos sacrificar diez cabras, mañana serán veintiocho, y antes de que nos demos cuenta estaremos celebrando una de esas bodas con doscientas cabras en las que la mayor parte de la ceremonia consiste en sacrificarlas».

      «Yo lo único que digo es que si el Dios de Piedra maldice nuestra casa y nuestro primogénito nace hecho estatua, la que va a tener que parirlo eres tú».

      Dorothy toma aire y por un momento parece que todo fuera a terminarse ahí, pero entonces dice: «Mira», y si algo sé yo de las relaciones es que nada bueno empie­­za con la palabra mira. Nadie dice: «¡Mira, qué buena idea! ¡Tienes razón! Acabemos ya mismo con esta discusión».

      «Mira», dice. «He estado dándole muchas vueltas. En parte yo sola, y en parte… hablándolo con el Gran Cura Kenny Sorgenfrei».

      «¿Hablándolo? ¿Hablando de qué?».

      «De muchas cosas, Peter».

      «¿Por qué hablas de muchas cosas con Kenny Sorgenfrei? Se supone que solo tienes que yacer con él, no hay necesidad de hablar».

      «A veces, después de yacer, surge la conversación».

      «Pero eso no forma parte del acto. ¿Desde cuándo es eso parte del acto?».

      «Hay gente», dice con un ligero tono de urgencia en la voz, «a la que le gusta hablar después, en lugar de ponerse a dormir. Lo cierto es que resulta agradable».

      «Vale, así que conversáis. ¿Y sobre qué son esas conversaciones?».

      «Como bien sabes, Kenny yace con muchas futuras novias —la mayoría de ellas, vaya—, y dice que, normalmente, las novias que ve no tienen tantas… dudas».

      Bueno, si algo sé yo de las relaciones es que si hay algo peor que un mira, eso es un tengo dudas.

      «¿Tienes dudas?».

      «Pues sí, algunas».

      De repente siento como si estuviera hablándole a otra Dorothy, una Dorothy nueva, diferente, con la que no sé comunicarme. Intento encontrarme con su mirada, pero no lo consigo. «Tienes conversaciones, tienes dudas… ¿qué te pasa?».

      «Últimamente has pasado mucho tiempo en la cantera. Siento que nunca te veo, y… No creo que eso presagie nada bueno sobre nuestro matrimonio».

      «¿Presagie nada bueno? ¿Pero quién habla así? ¿Ha sido Kenny Sorgenfrei el que ha dicho eso?».

      «Bueno, él lo expresó con palabras, pero yo sola ya sentía que el presagio no era demasiado bueno».

      «Me he estado dejando la piel en la cantera para poder darte la boda perfecta».

      «Pues no es eso lo que parece. Parece que te quedaras trabajando hasta las tantas porque no quieres pasar tiempo conmigo».

      «¿Crees que no quiero pasar tiempo contigo?».

      «¡Digo que es lo que parece!».

      «Vale, si no quiero pasar tiempo a tu lado, ¿entonces por qué me caso contigo?».

      «¡No lo sé!», grita. «¿¡Por qué lo haces!?».

      Inmediatamente pienso en cien Cosas que No Debería Decir, pero no consigo pensar en una sola Cosa que Debería Decir, así que en lugar de eso grito la menos mala de las Cosas que No Debería Decir que se me ocurren, que es: «¡Por todos los motivos normales!».

      Jamás he escuchado a una persona pronunciar una frase con el desdén con el que Dorothy me devuelve el: «¿Por todos los motivos normales?».

      «Sí», digo. «Los motivos normales. Pues que te quiero y que quiero pasar el resto de mi vida contigo. Los clichés manidos, como que aun cuando estoy enfadado contigo te quiero, o que el mejor momento del día es despertarme a tu lado. Y que no soporto que sean estas las cosas típicas y comunes a todos los enamorados, porque quiero pensar que nuestro amor es especial —que es más grande y tiene más interés que

Скачать книгу