Dimensiones humanas en acción : Ser para saber obrar. Andrés González Duperly

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Dimensiones humanas en acción : Ser para saber obrar - Andrés González Duperly

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es que cada quien no está frente a sí. En otras palabras, para saber dónde es que queremos estar frente a nuestra eticidad, que estudiaremos en el capítulo cuarto. De manera que los ejes dimensionales los entrevemos al interior de la consciencia, que en el común de las personas está mayormente dormida, en zona de confort con atención desconcentrada del sí mismo, centrada principalmente en los yo del egoismo, y disipada, además, por las atomizaciones del postmodernismo, como veremos a continuación en la introducción. En síntesis, el Directivo Integral de Vida, –individuo interior– navega con la carta dimensional y, si la reconoce y se orienta con ella, comenzará a darse cuenta de la necesidad de rescatar su sentido inmanente para trascender en las propuestas de Kant, Frankl y otros, de forma que las reflexiones de estos pensadores sean cimientos para los procesos de seguimiento en el desarrollo de las habilidades transversales.

      En conclusión, el recorrido se inicia con la descripción de un marco metodológico, es decir, con la exposición de los desarrollos conceptuales de las nociones centrales de la propuesta dimensional. Así, se explicará la estructura teórica del enfoque filosófico-práctico del Ser para Saber Obrar, lo que implica pasar por temas transdisciplinares que se nutren de varias disciplinas con aproximaciones a las teorías que las atraviesan a todas y, por tanto, configuran una cuestión metadisciplinar (Rozo, 2004). Las salidas prácticas corresponden a las habilidades transversales, a los desarrollos complementarios de estas líneas, que se presentarán en la segunda fase en el manual-guía y que se aclara en el capítulo quinto. Los desarrollos aquí contenidos son el producto de investigaciones, espacios de autognosis, especulaciones (en la filosofía), “que significa observar y trasmitir un reflejo de una situación, o jugar con reflejos y suposiciones sobre lo observado” (DEC, 2018). Se trata también de intuiciones, semilleros de reflexiones basadas en percepciones y curiosidades convertidas en las experiencias al interior de las ciencias sociales, humanas y administrativas relacionadas con el autogobierno y la gobernanza en estadios del y para el mundo externo; en fin, todos estos, ¡regalos de la vida!

      Comencemos.

      Por los malestares universales que hemos propiciado como especie, pareciera que hoy somos más homo ciberneticus-tecnologicus que “sapiens”. Y desde las pantallas diarias de la globalización, somos testigos-espectadores de aflicciones de toda naturaleza, propiciadas entre otras causas por el narcisismo-egoísmo, el relativismo ético-moral y el materialismo-consumismo. Las consecuencias nefastas de estos males pandémicos son inmedibles en tantos sistemas de la vida; cada vez más inestables en las reciprocidades, insostenibles en el ritmo acelerado de los aparentes antidesarrollos. Y mientras que la especie humana en esta era puede estar evolucionando en espirales cada vez más altas de consciencia1, la misteriosa realidad pareciera nublada, pues no es claro el camino por el que esas inmensas minorías pueden escapar del fatalismo. Y es de estas minorías que depende el porvenir de la humanidad en los futuros inciertos de los cambios en innovaciones en los mismos.

      Los avances de la ciencia, la técnica y las tecnologías de la información, con las inteligencias artificiales en las floraciones y disrupciones, se imponen con fuerza en afán productivo, apremiando al ser humano en escenarios de caos y complejidades en los desequilibrios espirituales-psíquicos-emocionales, mentales-intelectivos y físicos…, en medio de incertidumbres frente a la condición de ser uno mismo (mismidad), en aguas cada vez más contaminadas de la [pos]modernidad líquida de Bauman (2009), en las relatividades en las que el homo cibernéticus, nada. Y mientras tanto, la realidad de los sistemas, la calidad y los estilos de vida se fragmentan aceleradamente y son cada vez más insostenibles. El ser sintiente y pensante, el individuo interior, pareciera que se encuentra cada vez más por fuera de su centro, perdido en remolinos de sistemas complejos y dinámicos, sensibles a las variaciones en los ámbitos ambientales, éticos, biológicos y científico-sociales, cuatro de los grandes campos en procesos de articulación en los aprendizajes a la luz de la consiliencia2 en la dinámica de la unidad del conocimiento (Wilson, 1998), entre otras tantas perplejidades en las ebulliciones de la crítica inestabilidad geopolítica y económica planetaria.

      Entretanto, en el orden de la moral, los alientos del mal hacen presencia en los sinsentidos y en el absurdo, produciendo efectos sombríos en lo material (físico) y en lo espiritual (metafísico). Paradójicamente, la civilización humana jamás tuvo, como hoy, los medios y conocimientos para alcanzar niveles más altos en la equidad y alegría, para solucionar las situaciones-problemas de las injusticias económico-sociales del presente y contrarrestar las fuerzas restrictivas perfiladas arriba, entre otras tantas de futuro en el transhumanismo que aflora a borbotones. Pero, nunca como ahora, la humanidad ha desperdiciado tanto la posibilidad de lograr ecuanimidad y armonía entre los estados de orbe, y de mejorar las oportunidades de bienestar de las sociedades y comunidades menos favorecidas en el telos aristotélico del bien común.

      Conscientes de las fuerzas restrictivas y de las oportunidades de la modernidad y la posmodernidad en las transformaciones, a pesar de las incertidumbres y del debilitamiento del sentido de identidad en la sociedades emergentes, nos conviene identificarnos con el “Individuo Interior”, al que reconocemos como “unidad concreta y esencial de todo acto, anterior a toda diferencia esencial de los actos, es decir, a toda diferencia entre los actos de la apercepción3 interior y exterior de estos” (Stern, 1944, p. 34), al pensar, sentir, ser, saber, obrar, amar, temer, ser generosos, aprender, relativizar, etc. Desde la lente de las Dimensiones Humanas en Acción: Ser para Saber Obrar, el individuo interior es universo íntimo personal; está en unidad con los atributos expresos y es esencial a todos los actos, “anterior a toda diferencia esencial de los mismos” (Stern, 1944, p. 72). En otras palabras, el individuo interior es el ser, el ente que sirve de fundamento a los actos, la individualidad que existe y vive para responder con habilidad frente a estos.

      En estas líneas, el individuo interior es espiritual, intelectivo, volitivo, emocional, moral. Es el ente consciente en mar de contingencias, alerta a las disgregaciones de la sociedad, consciente de las tijeras del tiempo, sabiéndose misional y fibra sensible, temporal en el tejido humano. El individuo interior es entonces la singularización de la “persona” en el nivel sensible que tiene de sí mismo, guiado por la consciencia al mirar la realidad con ojos de unicidad y, a la vez, con un sentido de colectividad responsable para dirigir la vida con sentido transcendente desde la inmanencia.

      Consciente de adquirir un autoconocimiento mayor de sí, el individuo interior que nos proponemos entrever se sabe guiado por un espíritu abierto, atajando la mente, el corazón y la voluntad en la unidad de los saberes. Se da cuenta de dónde no está frente a sí mismo en su razón de ser; es decir dónde es que quiere estar frente a sí. Aprende, aprehendiendo y desaprehendiendo con sensatez y agilidad, mediante las vivencias en los actos para obrar, en intenciones preclaras y en grados más altos de consciencia, espacio esencial, el endocentro4, apercibido por querer entenderse crecidamente en los principios que guían una vida en la integridad desde la perspectiva de las Dimensiones Humanas en Acción del Ser para Saber Obrar.

      Al interior de la propuesta del Ser para Saber Obrar (en adelante SSO) sugerimos el marco metodológico intitulado Dimensiones Humanas en Acción (DHA). Las reflexiones sobre la trilogía del SSO y las DHA se fundamentan en el humanismo clásico para afrontar, entre tantas otras fuerzas restrictivas, el transhumanismo5 y asignar al ser humano mayor valoración en estos momentos de crisis recurrentes en las potenciales deshumanizaciones en tantos niveles. La consciencia espiritual es puerto de salida del navío del SSO. En la alegoría trabajamos con esta bahía de profundo calado como el endocentro metafísico y racional cuya ontología es el soma de toda naturaleza —la humana, la animal y la

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