Dimensiones humanas en acción : Ser para saber obrar. Andrés González Duperly

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Dimensiones humanas en acción : Ser para saber obrar - Andrés González Duperly

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la racionalidad, como los sentipensamientos de la consciencia del individuo interior en actos colectivos-sociales, y que cada quien viste y desviste con los valores morales en los “deber ser” y por el bien común en las demás zonas axiológicas. Todo esto en sociedades golpeadas por las bioideologías y por “ismos” que pululan por doquier.

      Sobre lo anterior, cubriremos las distancias del tapiz SSO-DHA con hilos de filosofía práctica; y será filosofía-práctica (con guion) porque relaciona los pensamientos sentidos y los sentimientos pensados (reflexionados) con la acción humana en los fines aplicables del enfoque transdisciplinar que se pretende compartir hacia el autoconocimiento del individuo interior, autoconsciente —Directivo Integral de Vida—. De manera que, para entender los caos en las complejidades y minimizar los conflictos individuales y colectivos, espiritual-religiosos, psíquico-emocionales, social-culturales, político-económicos o productivo-empresariales en los direccionamientos, partimos de la autogobernabilidad y de los procesos de gobernanza en espacios externos sociales, emocionales u organizacionales para lograr, desde el criterio, más eficacias (en las eficiencias y la efectividad con base en esfuerzos inteligentes), considerando la importancia de rescatar las virtudes cardinales, trabajar las habilidades transversales —hoy críticas—, con base en competencias colaterales y organizacionales y facultades endógenas del ser interior.

      Con base en la ética y las fuerzas morales subyacentes que guían al individuo interior, este exterioriza facultades que lo definen a partir de un sentido coherente de sí entre el “yo real”, el “yo ideal” y el “yo percibido” (Horney, 1959). Y hace esto gracias a su capacidad de interpretar la realidad sintiente zubiriana que percibe del mundo interno y externo al conducir los actos frente a resultados deseados a partir del sí mismo, de su psiquis. Alimenta las nociones anticipadas sobre futuros deseados y despliegues de las inteligencias múltiples6 de Garner (1998). Desde el fluir del pasado continuado, el individuo interior gana aprendizajes, gracias a la memoria de las experiencias en el direccionamiento de las intervenciones. Y desde el presente, se representa y actúa según los diferentes estados de consciencia, “dándose cuenta de” (awareness) las cosas en las prioridades que lo ocupan.

      El individuo interior que modelamos en la dirección integral (de vida) se apropia de los rumbos que elige con intuición en imaginarios, es decir, en las anticipaciones sensatas, congruentes, con base en principios (universales), guiado por una tabla diáfana de valores y zonas, como sugiere Russell. Se compromete así con lo que considera coherente con los valores teóricos y operativos que maneja desde el criterio que lo distingue, pues, como plantea Balmes (1974), “¿de qué sirve discurrir con sutileza o con profundidad aparente, si el pensamiento no está conforme a la realidad?”. El ente del ser integral es el individuo interior del sí mismo en busca en la intersubjetividad y la dialógica, la verdad bien pensada y con prudencia a pesar de las aflicciones físicas, emocionales y espirituales que la vida engendra. Y hace esto “de cara a la obligación de verdad en su relación consigo mismo” (Foucault, 2014), reafirmando así el carácter y la verdad, la correlación que existe entre la consciencia y la realidad interior y la realidad del mundo sensible.

      Esta persona, individuo interior ser integral–, representa dos realidades connaturalmente diferentes unidas por la temporalidad en la pluridimensionalidad, por las diversas maneras de representarse, de saberse ser, en la acción, en los actos que, al fin de cuentas, son obras. Desde la lente ontológica de Heidegger (1927) en el planteamiento de “Dasein”, el “ser ahí”, el individuo interior enlaza la consciencia en las simultaneidades y combinaciones por “ser estando” –estado especial que afecta “todo lo que de ser tenga en función de algo”7 (García Bacca, 2014, pp. 77-78).

      De tal manera, el marco conceptual sugiere un sistema trilógico que abarca el ser, el saber y el obrar, con fundamento en cuatro dimensiones en la malla de los contenidos que se sugieren independientes e integrados, contiguos a estas líneas. Dimensiones que se armonizan con los saberes en las habilidades transversales, tejidas con hilos de eficacia personal para contrarrestar las incertidumbres de la trama de la vida en los cambios, al saber cómo tomar decisiones y estabilizar las fuerzas emocionales, intelectivas, morales, volitivas y creativas de vida interior con el mundo externo.

      Ampliando las bases del presente itinerario, el individuo interior que se es y se sabe para algo es la conjetura de la declaración del SSO8. La intención puntualiza un estado de autoconsciencia sobre los imaginarios y los actos que conllevan al buen obrar con intenciones preclaras. Implica pensar futuros deseados en los cambios, no solo los del microcosmos del ser interior que nos pertenece, lo psíquico con el alma (lo más íntimo y propio con la mente), con base en una propuesta desde la autognosis que es la bahía de la consciencia espiritual, más profunda y misteriosa que la emocional, sino también en la consciencia del micro y el macrocosmos –el de los sistemas en “el hilo de la vida” y las fragilidades en la complejidad (Capra, 2015)–. Y el soma, la “base, fondo pantalla de resalte de la consciencia sensible del cuerpo viviente”, que nos hace sentirnos en la realidad y nos muestra “que el alma ha descubierto en los instrumentos y enseres que justamente declaran visible, lo que de soma tenemos cada uno” (García, 2014, pp. 348-349).

      De esta suerte, el Individuo Interior se vislumbra en estas líneas como representación9 de la mismidad, al distinguir el actuar e interactuar con propósito desde un espacio cuatridimensional, válido desde la fenomenología que conforma el marco teórico con fundamento básico en la filosofía hegeliana, en la Fenomenología del espíritu (1985) y nociones incipientes (en las construcciones) de una “inteligencia espiritual” (Zohar, 2001, Chaktoura, 2015, Fischman, 2016), concepto, entre otros, que se ponderó originalmente como fundamento del marco metodológico de las Dimensiones Humanas en Acción (DHA) y que en estas fundamentaciones filosófico-prácticas, se opta en vez por la noción de la consciencia espiritual, expresión de Amor, Inteligencia y Libertad (adjetivos de la espiritualidad, con mayúsculas).

      Las cualidades hermanadas con el concepto de Amor son entonces las cuotas de la sensibilidad humana esclarecida por la espiritualidad, atributo de otorgamiento, fuerza que activa las dimensiones que pertenecen al ser que se sabe obrar en autonomía, con inteligencias varias y libertad en aguas de la riqueza que tiene con la eticidad y la vida emocional del individuo interior. Las cualidades —y en ellas, las virtudes cardinales— afloran de la consciencia —voz del pensamiento—, “la pura espiritualidad, como lo universal, la que tiene el modo de la inmediatez; simplicidad que existe en cuanto tal y terreno fértil del pensamiento que es solamente en el espíritu” (Hegel, 1985, p. 20). Y así, en el tejido del mundo con hilos de ser, la consciencia se va sabiendo sentipensares en las cualidades10, expresiones que forman parte de la consciencia espiritual en el bien. Virtudes que avivan al individuo interior en las dimensiones que se gobiernan integradamente.

      Al hablar de las DHA se hace referencia a una consciencia intencionada, la interactividad de los “aquí y ya” en actos de valor, la direccionalidad que la voluntad –que orienta la toma de decisiones– y la creatividad, siempre recursiva, innovativa y transformadora, gestoras de principios y valores, las actitudes y las conductas del individuo interior. Por tanto, se hace referencia a la calidad de las interacciones del sí mismo en unísono con los seres con quienes interactúa en las reciprocidades y que le otorgan auténtico sentido de vida.

      El concepto de la dirección integral de vida amerita breve clarificación

      Independiente del tamaño de la organización, el gerente consciente realiza cuatro macroprocesos: planificar, organizar, motivar y controlar. Complementariamente, el líder suele ocuparse de otros procesos contiguos a los gerenciales que consisten en prospectar, innovar, desarrollar actitudes e interpretar y analizar la información. Desde las dos perspectivas (gerenciales y de liderazgo), las responsabilidades integradas del gerente y de líder establecen el patrón (benchmarck) del individuo interior quien, en los roles combinados, aplica integradamente cuatro virtudes,

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