Hispanotropía y el efecto Von Bismarck. José María Moya

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En el año 2050, no quedará ninguna, ni siquiera Alemania, que será la última en salir. Hoy, España es el segundo exportador de Europa en relación con su PIB. Alemania es el primero porque exporta el 49 % de su PIB; España, el 33 %; después, siguen Francia, Inglaterra e Italia, y si el papel de España ha de ser esencial en la construcción de Europa, debe ser contribuyendo a cerrar la brecha que se abre entre el norte y el sur.

      La salida del Reino Unido deja una Europa en manos de Francia y Alemania, con Italia y España a distancia, pero con capacidad de suavizar al eje París-Berlín. Podríamos ser los interlocutores entre los que lideran y los demás. Ahora somos 27, y las dos naciones que han mandado tradicionalmente tienen la tentación de todo el que manda: la prepotencia; mientras que nosotros no la tenemos, porque hasta hace poco no nos dejaban ni entrar. Sin esa temible prepotencia, podríamos ser muy importantes en la construcción definitiva de Europa.

      Si hoy es el momento de los Estados supranacionales, nosotros deberíamos ser destacados miembros en esa construcción europea y potenciar nuestro papel de interlocutor. Si superamos el complejo de aislamiento, podemos convertirnos en el portavoz de Europa. Creo que otros grandes países europeos, esos que también tienen 2000 años, poseen otras cualidades, pero nosotros podríamos ser referentes por el valor de la interlocución. Además, hay sectores económicos en los que somos la segunda o tercera potencia mundial, como el turismo. Vamos a ser una potencia en la industria agroalimentaria, lo estamos siendo ya, y en otros sectores hacemos aportaciones relevantes.

Hoy, Españaes el segundoexportadorde Europa enrelación con suPIB. Alemania esel primero porqueexporta el 49 %de su PIB; España,el 33 %.

      Por otra parte, una vez que estemos convencidos de que somos Europa, tenemos que jugar a que somos la cabeza de la «hispanidad», igual que Inglaterra es la cabeza de la Commonwealth. Yo creo que ese es el futuro; si no lo hacemos, nos iremos diluyendo en Europa. En mis intervenciones ante los militares iberoamericanos, sugiero siempre algo parecido cuando les invito a que vayan pensando en la unidad iberoamericana, porque no van a progresar desde el aislamiento países pequeños como Panamá, El Salvador u Honduras si no forman una Centroamérica fuerte. En nuestro caso, seríamos irrelevantes sin Europa, y en Europa, hemos de considerarnos, sin complejos, iberoamericanos.

      Es frecuente plantear la cuestión de los mejores países, lo que lleva a opiniones siempre personales y subjetivas. Dicen que España es el mejor país del mundo para vivir; dicho de otra manera: es el mejor país del mundo para nacer. Esos 1785 motivos por los que hasta un noruego querría ser español los reconoce todo el mundo, pero no siempre lo creen así los propios españoles, pues cuando se realizan encuestas —el Real Instituto Elcano publica una cada año—, las menores valoraciones sobre España las dan nuestros propios ciudadanos. Eso ocurre en muy pocos países y es paradójico si se compara con el deseo de todos los expatriados, para los que España es el cuarto destino preferido del mundo.

      Un libro colectivo titulado Los fines de siglo de la España contemporánea explica que, en 1900, España no llegaba al 30 % del nivel del Reino Unido en diversos indicadores: exportaciones, salud, renta per cápita, educación, pero en el año 2000, la posición de España había superado el 80 % en esos mismos indicadores. Es una referencia del crecimiento de un país que no había recibido apenas las ventajas de la Revolución Industrial, excepto en el País Vasco y en Cataluña, lo que quizás es la raíz del problema del independentismo, pero en el año 2000, éramos ya un país plenamente integrado en Europa, con parámetros de comparación que demuestran esa integración en lo político y en lo económico. Si se perdiera la estabilidad que ha logrado España, perderíamos todos, pero perderían también las grandes empresas internacionales que han invertido aquí miles de millones; esa es una gran diferencia con la situación anterior.

      Donde tenemos un gran reto es en relación con la educación, en la que permanecen criterios anclados en el siglo XIX y es evidente que está muy atrasada a pesar de contar con magníficos docentes. En 2010, la Fundación Transforma España presentó ocho propuestas de reforma para que España fuera un país mejor: la más urgente era cambiar el modelo económico, pero la más importante era la reforma de la educación, planteada en nuestro segundo documento, «Transforma Talento», de 2012, en el que participaron doscientos expertos españoles y extranjeros. En este documento se presentaba el talento potencial de un niño al nacer y cómo iba evolucionando a lo largo del sistema educativo, que, paradójicamente, contribuía a reducirlo durante los años de educación para volver a ampliarlo solo en el postgrado.

      En una ocasión, un periodista me preguntó:

      —¿No cree que se tira dinero en Defensa?

      Estábamos en el Museo Aeronáutico, y decía: «Estos sistemas de armas están sin estrenar».

      Era evidente que no los habíamos necesitado precisamente por disponer de ellos, y por eso respondí:

      —No, en absoluto.

      —Entonces… ¿dónde cree que se tira el dinero? —preguntó.

      —En Educación —le respondí, lo cual pareció una aberración.

Donde tenemos un granreto es en relación conla educación, en la quepermanecen criteriosanclados en el siglo XIXy es evidente que estámuy atrasada a pesar decontar con magníficosdocentes.

      Estamos formando, con un coste aproximado de 8000 euros al año, a un 27 % de la población española, que obtienen sus títulos, y gran parte de ellos, para acceder directamente al paro, con lo que, además del gasto, están amargados y frustrados. Todo por no plantearnos formar a quienes puedan tener trabajo y vincular la universidad con el sistema económico.

      Si pasamos al terreno de la ciencia, es sorprendente que el 99 % de los científicos que han aportado valor a la humanidad desde Arquímedes estén vivos hoy. Ahora somos más, pero el crecimiento de la ciencia ha sido exponencial. Hasta el año 1800, la riqueza del mundo creció 1,5 veces en una economía de la escasez. Desde entonces hasta nuestros días, ha crecido más de 120 veces. ¿Quién necesitaba antes educación? Quienes vivían en los pueblos y se dedicaban al único trabajo que existía, la economía agrícola, no necesitaban aprender prácticamente nada, lo sabían por tradición oral de sus padres y no había nada nuevo que aprender. Hoy, un porcentaje grande de la población debe tener formación. La universidad cumple dos funciones: la primera es la de alumbrar a la sociedad nuevos caminos y la de transmitir el acervo cultural recibido de generaciones anteriores. La otra función es la de formar profesionales necesarios para un mundo tan complejo y sofisticado como el de nuestros días; entre ellos, los profesionales del sistema económico, trabajadores y empresarios.

Después de la leyendanegra es posible quequeden españoles queconsideren que Españaes un país inferior,pero es gente que separapeta en nuestropaís para no reconocerque la falta está enellos mismos.

      Aunque se observan cambios de actitud, muchos responsables universitarios han frenado el contacto de las empresas con sus centros, no por oponerse a ellas, sino por creer que defendían la pureza de la universidad. No ha ocurrido así en EE. UU., donde las grandes multinacionales se ponen al lado de las buenas universidades y viceversa. Hemos de mejorar nuestro sistema educativo, que muchas veces es una rémora ante el dinamismo social que requiere innovación continua. En un mundo inmerso en la revolución tecnológica, la investigación y la educación requieren de la eliminación de los frenos existentes; se necesitan estímulos y oportunidades.

      Visto todo lo anterior, no debemos caer en ningún pesimismo. Después de la leyenda negra es posible que queden españoles que consideren que España es un país inferior, pero es gente que se parapeta en nuestro país para no reconocer que la falta está en ellos mismos. En el mundo hay 194 países, y menos de la tercera parte son democracias. Estamos en el 10 % de la cabeza, y en algunos aspectos entre los diez primeros, como en la sanidad, las infraestructuras o el turismo. Es más apropiado decir que somos una

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