Hispanotropía y el efecto Von Bismarck. José María Moya

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viejo como la humanidad. En libros milenarios como El arte de la guerra, de Sun Tzu, ya se habla del rumor y el engaño como herramientas de combate, sobre todo cuando el afamado estratega postula que «la guerra se gana primero en la mente del enemigo».

      También hay que contextualizar los hechos en su época y su circunstancia. Si podemos usar como ejemplo un personaje muy conocido y su relato —leemos en Génesis 6:9: «Noé era un hombre justo y honrado en su generación»—, podemos preguntarnos si hoy en día diríamos lo mismo. En su generación era un justo, pero esa generación era tan perversa que Dios decide destruir el mundo a causa de ella; por lo tanto, Noé era justo y honrado pero en ese contexto, ya que el texto bíblico no se queda en justo y honrado, sino que agrega en qué contexto lo era: «en su generación».

      Toda obra humana tiene sus claroscuros. Hasta la epopeya más heroica tiene sus sombras y, por supuesto, las grandes tragedias tienen alguna luz. La epopeya del Imperio español no es ajena a esta situación, solo que la capacidad de dominación cultural de sus principales adversarios ha sido también monumental. Cuando se constituye un imperio «donde no se pone el sol», se generan también muy oscuros enemigos.

      La España de 1492 era todavía un proyecto en ejecución. Sin embargo, se dice que fue el primer Estado moderno y que Fernando II de Aragón fue quien inspiró a Maquiavelo al escribir El príncipe.

      En 1492 no existía un Reino de España como realidad política unificada; existían reinos y otras unidades políticas bajo las coronas de Isabel y de Fernando. También existían el Reino de Portugal y el Reino de Granada. Con la conquista militar de Granada y con la política de alianzas matrimoniales con la casa reinante en Portugal, se esperaba consolidar, en el tiempo, toda la península ibérica bajo un solo monarca.

      La península ibérica era un verdadero mosaico de orígenes y de religiones. Los primeros pobladores tartesios, iberos y celtas, todos paganos, fueron complementados en el tiempo con inmigraciones de fenicios, griegos e israelitas; posteriormente, tuvo lugar la conquista romana, con la cual llegó también una inmigración judía a complementar a los israelitas de la época fenicia; más adelante, el poblamiento de partes de la península con pueblos germánicos como los vándalos y los visigodos, estos últimos traídos ex profeso por los romanos; además, en los siglos VI y VII, también los bizantinos se establecieron en el sur. Esa amalgama de pobladores recibe desde el siglo VIII el impacto de la conquista árabe y, durante los siguientes ocho siglos, se genera una rica convivencia multirreligiosa en paralelo con guerras y alianzas de todas las combinaciones imaginables: cristianos contra musulmanes; cristianos y musulmanes contra otros cristianos u otros musulmanes; cristianos encargando a judíos la administración de ciudades musulmanas y viceversa.

      Esa España en formación es la que envía naves a las islas de las Especias (las Molucas) en 1492 y se topa en el camino con un continente desconocido para los europeos. Es importante contextualizar esto para comprender en su época y circunstancia el encuentro entre Europa y el nuevo continente propiciado por lo que pronto sería España.

      CONSTRUYENDO UN IMPERIO

      Ese proyecto de reino o de primer Estado nacional necesitaba un cemento que lo mantuviera unido. En esa época, esa unidad no la daba el pueblo sino la Corona, y la legitimidad de esa corona venía de Dios. Por ello, las conquistas culminaban con el sometimiento de la población a un nuevo señor o una nueva señora y con la conversión de estos a la religión del monarca, ya que esa sumisión religiosa era la garantía última para la sumisión a la Corona.

Ese proyecto de reinoo de primer Estadonacional necesitabaun cemento que lomantuviera unido. Enesa época, esa unidadno la daba el pueblosino la Corona, y lalegitimidad de esacorona venía de Dios.

      Hoy en día, la «alternativa» de conversión forzosa a la religión oficial o expulsión del país a personas cuyas familias habrían vivido siglos o milenios en el territorio, o incluso plantearlo a habitantes de presencia más reciente, nos resulta abominable… y lo es. También causa repulsión la esclavitud y la encomienda, entre otras instituciones comunes en la Europa de esos tiempos. Este escrito no pretende hacer aceptables hechos de esta naturaleza, solo busca contextualizar las decisiones o acciones que los produjeron y también registrar el hecho de que, dentro del Imperio español, fueron debatidos a lo largo de los años porque hubo muchos que los cuestionaron abiertamente en su época. En ese contexto se puede tratar de comprender los hechos que se suceden desde 1492 en lo que fue a constituir España, primero, y luego el Imperio español.

      Los reyes por lo general —salvo en muy raras ocasiones— buscaban incorporar territorios y siervos a su Corona; no les era beneficioso arrasar tierras y gentes, porque las tierras arrasadas y las tumbas no les generaban rentas.

      En el caso de los reinos ibéricos, cuando parten las naves de los hermanos Pinzón en 1492, sus guerreros todavía estaban limpiando sus sables y sus lanzas de la última guerra de Reconquista. Hay que recordar que, en esos tiempos, los poderosos se hacían en el campo de batalla o vistiendo los hábitos. La espada y la cruz, al decir del presidente López Obrador, eran las herramientas de conquista, pero también de ascenso social.

      Vemos que en 1492 todavía no existía España como una realidad política. Existen en ese momento varios reinos bajo las dos coronas de un matrimonio fecundo. Existe una reina con una intensa vocación por su religión y una clara conciencia del poder y un rey con una intensa vocación por el poder y una clara conciencia de la utilidad de la religión. Esa combinación genera la conquista ibérica y la conquista americana.

La reina Isabel estabapreocupada por doscosas: que a sus «nuevossúbditos» se los trate bieny que se los convierta alcatolicismo.

      En cuanto a la conquista ibérica, las facetas son tanto militares como religiosas y políticas. Así como se somete a moros y judíos al proyecto de la España unificada política y religiosamente, se somete a los señores feudales a un poder monárquico sin precedentes. También se fomenta el conocimiento y se aprovecha el acervo de los judeoconversos y de los moriscos en la construcción del Estado español.

      Cuando las naves fletadas por Luis de Santángel, el tesorero judeoconverso de la reina Isabel, llegan al nuevo continente y regresan a la península ibérica con las noticias de las nuevas tierras y sus gentes, la reina mantiene su política de absorción, y el rey consorte mantiene su política de acumulación. En los documentos de la época, vemos a una reina Isabel preocupada por dos cosas: que a sus «nuevos súbditos» se los trate bien y que se los convierta al catolicismo; por su parte, cuando a Fernando le toca regentar, lo vemos preocupado por sus rentas y desconfiando de todos.

      UN IMPERIO CONSCIENTE

      Los reyes son cada vez más poderosos, pero también someten los conflictos y nuevas realidades a debates doctorales. En esos años, la Universidad de Salamanca es, y sigue siendo, fuente de doctrina jurídica. A diferencia de otros imperios, los españoles se preguntan si lo que están haciendo es justo y correcto. De estos debates del temprano siglo XVI, surgen los cimientos del derecho internacional, en ese tiempo llamado derecho de gentes por su principal teórico, el padre Francisco de Vitoria. También bajo la guía del padre Vitoria surgen, con la Escuela de Salamanca, los cimientos de la economía moderna.

      De la experiencia del padre De Las Casas como encomendero él mismo y luego principal crítico de la institución de la encomienda, nace la doctrina de los derechos humanos.

      En ese mismo contexto, el derecho mercantil se desarrolla enormemente producto de los contratos y de los litigios surgidos de su aplicación, incluso en litigios en contra de los reyes por incumplimiento de contratos con los conquistadores. Recordemos que el modelo económico de la época era el mercantilismo y no el capitalismo.

      El encuentro entre los españoles y los pobladores del continente ignoto produjo un imperio, pero no un imperio europeo, sino un imperio tricontinental.

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