Para una crítica del neoliberalismo. Rodrigo Castro
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Las foucaultianas nociones de empresario de sí mismo y de capital humano deben entonces redefinirse a partir de la relación más desterritorializada y abstracta o general: la relación entre acreedor y deudor. Como se sabe, el mercado monetario es el más abstracto porque, en contraste con lo que sucede con el capitalismo industrial y comercial, la mercancía es siempre la misma: el dinero. Para llevar a cabo la tarea de comprender la economía de la deuda, Lazzarato vuelve a recomendar la lectura de Marx, tanto la de un texto de juventud como Crédito y Banca (1844) como el libro III de El Capital. En este último libro, el filósofo alemán expone que el dinero concedido por los banqueros a crédito constituye una riqueza futura. Esto significa, como ya sabemos, que la moneda-capital determina las decisiones más importantes sobre la producción y las relaciones de poder venideras (Lazzarato, 2013: 70).
El primer texto es también importante porque el joven Marx advierte en él que lo decisivo del crédito no es la relación entre capital y trabajo, sino la relación moral de confianza entre acreedor y deudor (2013: 65-68). Ciertamente, lo único que favorece el obrar en condiciones de incertidumbre, cuando ya no sirve ni el hábito ni la tradición, es la confianza (2013: 76-78), pero el problema del crédito radica en que esta confianza implica un juicio moral del acreedor sobre el deudor. Antes de formalizarse la relación crediticia, el capitalismo financiero obliga a evaluar el estilo de vida del deudor para saber si es solvente. El acreedor no solo evalúa el tiempo de trabajo del deudor sino toda su existencia. Se produce de este modo una intromisión completa en la vida privada del individuo. Esta relación se desarrolla además dentro de un marco afectivo donde impera la hipocresía, el cinismo y la desconfianza. Sobre el deudor, como sobre el pecador cristiano, recae la sospecha permanente de que puede disimular y mentir sobre su conducta y estilo de vida (2013: 150). En suma, el texto de Marx nos permite comprender que una economía de la deuda como la neoliberal solo puede funcionar si cuenta con una eficaz tecnología de subjetivización, esto es, con un conjunto de técnicas adecuadas para garantizar que el deudor se comporte en el futuro de acuerdo con su papel asignado.
4. Producción de la subjetividad neoliberal en la sociedad de control
Lazzarato (2017: 86) asume el concepto de poder de Foucault, así como su crítica de la teoría marxista por pretender reducir la multiplicidad de relaciones de poder a la única relación dialéctica entre capital y trabajo, al drama económico de la explotación de la clase proletaria. Es preciso reconocer que existe una «multiplicidad de dramas sociales». Lazzarato (2017: 88) coincide con Foucault en la necesidad de salir del economicismo marxista y de criticar el uso de la ideología para explicar todas las relaciones de poder. Desde este enfoque no economicista, el poder implica tanto integración como diferenciación. Por un lado, no hay relación de poder sin diferencia de fuerzas entre las partes que se relacionan. Mas, por otro, esta relación sirve para integrar u homogeneizar las individualidades, obligándolas a seguir un mismo comportamiento y objetivo (2017: 89-90); es decir, las relaciones de poder sirven para producir la subjetividad del dominado. Disciplinas y biopoder son los modos de producción de subjetividad que Foucault ha privilegiado en sus análisis, y que, junto al poder soberano, permiten comprender la dominación imperante en las sociedades del siglo veinte.
De acuerdo con la interpretación deleuziana de la sociedad disciplinaria, Lazzarato (2017: 92) asume, por paradójico que parezca inicialmente, que en las instituciones de encierro (escuelas, hospitales, fábricas, etc.) lo que «está encerrado es el afuera». Con ello se pretende «neutralizar la potencia de invención y codificar la repetición para quitarle toda potencia de variación, para reducirla a una simple reproducción». Es decir, el poder disciplinario impide que sea posible otro mundo —el afuera— distinto al configurado por las diversas relaciones de poder que se desarrollan dentro de las instituciones de encierro. El tiempo del acontecimiento, que es el tiempo de la invención de un nuevo mundo o el de la creación de los posibles, queda, según Lazzarato (2017: 93-94), «limitado y encerrado en los plazos y procedimientos rigurosamente establecidos» por las políticas de planificación que caracterizan a las sociedades disciplinarias. Por otra parte, recordemos que, a diferencia de las disciplinas, las cuales apuntan a los cuerpos e individuos, el biopoder se centra en la gestión de la población o en el hombre como especie. Por esta razón, las tecnologías biopolíticas se identifican fácilmente con las políticas del Estado de bienestar sobre la familia, la salud de la población, los accidentes laborales, el desempleo, la vejez, etc.
Pues bien, Lazzarato (2013: 111-115) explica que el neoliberalismo basado en la deuda reconfigura el poder soberano, disciplinario y biopolítico. En primer lugar, el poder soberano de los Estados queda seriamente disminuido por la intervención de las agencias calificadoras, los inversores financieros y las instituciones transnacionales. Está claro que la economía de la deuda acaba con la soberanía monetaria de los Estados, ya que estos se ven obligados a aplicar las políticas económicas y sociales dictadas por los mercados. En segundo lugar, el neoliberalismo convierte a la empresa, que ha de ser entendida de acuerdo con la hegemonía del capital financiero, en el principal poder disciplinario. Dicha empresa constituye un activo financiero cuyo valor es evaluado por el mercado. Dentro de ella, los accionistas siempre priman sobre los directivos porque son quienes deciden realmente sobre la organización y la productividad (2013: 116-118). En tercer lugar, la política de la deuda afecta al biopoder. Una de sus principales muestras son los gastos sociales que el neoliberalismo convierte en fuente de ganancias para los acreedores privados. El Estado del bienestar queda seriamente afectado cuando se sustituyen los seguros colectivos contra los riegos, principalmente los relacionados con el desempleo, la salud y la vejez, por seguros privados e inversiones institucionales. Los derechos sociales se convierten entonces en deudas sociales y privadas, y los usuarios en deudores. Lazzarato (2013: 119-121) indica a este respecto que el usuario transformado en deudor no solo debe hacer frente a la devolución del dinero, sino que también debe autodisciplinarse para llevar un estilo de vida que permita este reembolso. De ahí la importancia de las técnicas para producir al buen hombre endeudado. Téngase en cuenta a este respecto que Lazzarato (2015a: 182) asume plenamente las siguientes palabras de Guattari: «la producción de la subjetividad es la ‘producción más importante’ del capitalismo».
Las técnicas neoliberales de producción de la subjetividad pretenden, según Lazzarato (2013: 151), «inscribir en el cuerpo y en la mente la culpa, el miedo y la mala conciencia». Ya hemos comentado que Nietzsche es el filósofo más empleado para pensar la deuda como una cuestión de culpa, pero Freud resulta igualmente imprescindible en esta materia. Se entiende así que Lazzarato (2013: 109) hable de la «colonización del superyó freudiano por la economía». A su juicio, esta colonización se produce porque el yo ideal ya no debe conformarse con ser el garante de los valores morales de la sociedad, «sino también de la productividad del individuo». Nuestro autor parece decir que el neoliberalismo concede un papel más importante al inconsciente que el liberalismo. Este último, que parte de la prioridad y anterioridad de lo privado sobre lo público, relaciona lo privado con el juicio consciente sobre uno mismo; un juicio que, en el fondo, discrimina las voluntades y no los hechos, es decir, sirve para juzgar lo que cada uno quiere llegar a ser y hacer. Pero el neoliberalismo introduce una novedad: el juicio privado se corresponde con el juicio inconsciente del superego.
Para comprender lo que sucede cuando esta función judicial del individuo se vuelve inconsciente, resulta muy valioso el ensayo sobre el superyó que ha escrito Étienne Balibar2. El superyó se caracteriza por «interpelar a los sujetos en individuos y de ese modo producir su aislamiento». El neoliberalismo no hace otra cosa, pero hace algo más. Pues el sujeto siempre culpable ante el superyó, ante la Ley, ante el Gran Otro, se corresponde con el sujeto perpetuamente endeudado, y, por tanto, siempre culpable, con el que sueña el neoliberalismo para controlar a los individuos y eliminar toda incertidumbre con respecto a su comportamiento futuro, más allá de que la retórica neoliberal hable de profundizar en la libertad individual. ¿Qué significa una instancia que dice «cuanto más obedeces, más culpable te