Chiribiquete. Carlos Castaño-Uribe

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Chiribiquete - Carlos Castaño-Uribe

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orgánicos derivados de actividades humanas en diferentes momentos en el tiempo, ya sea halladas en estratos de suelo o en la superficie. A escala regional, podemos proponer una secuencia larga de ocupación humana que va desde épocas tempranas hasta tiempos recientes. Si bien no contamos con evidencia de ocupación continua en cada uno de los sitios investigados, a juzgar por los datos cronológicos obtenidos hasta ahora podemos sugerir, a manera de hipótesis, que la ocupación se inició en tiempos muy antiguos.

      • Los fragmentos de roca de exfoliación con restos de pintura tienen un área de dispersión muy amplia –se encuentran en varios sitios– y los distintos tipos de fogones superficiales pueden corresponder a diferentes épocas, a pesar de estar sobre el mismo piso cultural bajo abrigos o rocas.

      • Existen evidencias, en muchos de los fogones encontrados, que permiten relacionar las fechas obtenidas de radiocarbono con las pinturas, bien porque se encuentren fragmentos de roca con pintura caídos al lado o en los fogones, bien porque muchos tienen abundante material que se usó para preparar las tinturas, por ejemplo, óxido de hierro o hematites saturada (recalentada en el fogón), con lo que se formaron corpúsculos de ocre que, disueltos en agua, forman la base principal de las tinturas. Muchos fogones se encuentran rodeados de rocas sueltas que les sirven de protección, con abundantes fragmentos de ocre.

      • Parece haber una relación entre la abundancia de carbón vegetal (quemas, fuego, hogueras) y las actividades ceremoniales. La exfoliación intensa podría provenir del calentamiento artificial de las rocas para crear un cambio abrupto de temperatura en su superficie, lo que parece haber sido una práctica generalizada para preparar las paredes de los abrigos, incluso para reutilizarlas con fines ceremoniales. Hay abrigos donde el suelo rocoso está cubierto con capas de carbón en las zonas de base de los paneles o murales pictóricos. Esto demuestra la intención de usar el fuego con ese fin. También hemos documentado el uso de maderas bituminosas para fabricar instrumentos de pintura con los que se hicieron bocetos preliminares.

      • Los fragmentos de rocas pintadas hallados en algunas de las excavaciones, se encuentran a veces intercalados entre capas de carbón en los estratos. Ello nos ha permitido establecer hipotéticamente algunas diferencias estilísticas y tipológicas en la iconografía, diferencias que podemos relacionar con estilos y tipos en otros lugares de Colombia. Estos se han venido documentando en otras áreas tropicales de Suramérica para los que existen datos cronológicos tempranos para manifestaciones de arte rupestre, por ejemplo: Lagoa Santa, Lapa Vermelha, Pedra Furada, Mirador de Barragem Boqueirão, Sitio do Meio y alto río Guapore (Brasil), con fechas que oscilan entre 14.500 y 8.000 AP; serranía de La Lindosa (Colombia) con una secuencia entre 18.000 y 12.300 AP16 (Castaño-Uribe & Van der Hammen, 2005; Días 2005; Dillehay, 2000; Guidon, 1986, 1992; Guidon y Delibras 1986; Parenti, 1996; Martin, 1997 en; Martin 1997; Laming-Emperaire en Días, 2005; Vialou y Vialou, 1994; Pessis (1984 y 1992); Pessis y Guidon (1992); Martín (1989, 2000); Martin y Asón: 2000: 2; Morcote, 2017; Prous, 1984, 1989 y 2005; Prous y Fogaça, 1999, entre otros).

      • Las fechas indicadas sirven para plantear un marco de referencia de los procesos de ocupación temprana en el Amazonas, pero deben ser contrastadas con nuevas fechas que permitan elaborar mejor algunas teorías sobre la ocupación humana del Parque Nacional Natural y de los nuevos sitios que se están descubriendo en afloramientos rocosos guyaneses en Colombia. Es posible que estas fechas se relacionen con la cronología propuesta en Brasil para la Tradición Nordeste, en particular, con la subtradición Seridó, íntimamente asociada a las manifestaciones tipológicas y estilísticas de la fase de estilo temprano de Chiribiquete.

      • Con base en la identificación de este monumental conjunto de pictografías y su marco cronológico, nace la comprensión multidimensional de la Tradición Cultural Chiribiquete, ampliamente documentada desde el punto de vista arqueológico y analizada desde su simbolismo, en una obra de 2006 (Castaño-Uribe y Van der Hammen, 2006). Esta tradición es un ejemplo muy significativo de la distribución espacial de un conjunto característico de expresión artística con elementos icnográficos y de arquetipos de amplio espectro cultural en Colombia, en lugares como la serranía de Tunahí, la serranía de La Macarena, la serranía de La Lindosa y la cabecera del alto río Guayabero, así como de otros contextos pictográficos, tipológicamente idénticos, en Brasil, Perú, Venezuela y Bolivia, entre otros países (Prous, A. 1984, 1989 y 2005). Todo esto demuestra la gran movilidad que tuvo este grupo humano por buena parte del continente.

      Las rocas areniscas y cuarcitas de la Amazonia, permiten la formación permanente de cavernas, grietas y hendiduras en las formaciones tepuyanas, como Chiribiquete. Estos sitios, a diferencia de lo que se podría pensar, no muestran hasta ahora ningún tipo de evidencia arqueológica en el interior, como ocurre en el resto de los sitios paleoindios del Neotrópico. Es evidente que la falta de registros culturales en estos espacios debe ser explicada por consideraciones especiales de tipo espiritual y religioso. Fotografía: Jorge Mario Álvarez Arango.

      La idea de tradición surge en los años cincuenta como un modo teórico y conceptual de explicar las prácticas humanas en contextos históricos y culturales específicos, así como también para estudiar las formas, organización y relaciones espaciales de los sitios y lo que esto significaba para las sociedades que los construyeron y habitaron. Desde esa perspectiva, Willey y Phillips (2001 [1958]) sugirieron que la tradición consiste en una “continuidad representada por configuraciones persistentes en tecnologías singulares u otros sistemas de formas relacionadas” (Op. Cit., 2001 [1958]: 7).

      En Brasil, donde se adelantaron los estudios integrados de arte rupestre desde los años setenta –quizá de forma más extensiva– y donde se entendió la importancia de las manifestaciones ampliamente distribuidas especialmente en la zona centro y nordeste del país, se pudo documentar que las representaciones rupestres, pintadas y grabadas en abrigos y paredes rocosas, correspondían a varios horizontes culturales que debían ser agrupados y clasificados distintivamente.

      De acuerdo con Martin y Asón (2000), en Brasil, para la región Nordeste, generalmente se denomina tradiciones a la unidad mayor de análisis entre las divisiones establecidas para el arte rupestre. Este concepto define la representación visual de un universo simbólico que pudo haberse transmitido durante milenios sin que, necesariamente, las representaciones de una tradición pertenezcan siempre a los mismos grupos étnicos. Según estas investigadoras, se considera también que una tradición pueda manifestarse a lo largo de grandes espacios de tiempo, así como de una dispersión espacial que determina divisiones posteriores, que denominan “subtradiciones”. Los elementos claves para la identificación de una tradición son la temática y la forma en la que esa temática se representa, dando especial consideración, dentro de estos elementos, a ciertos grafismos que han denominado “heráldicos”, en los que una acción humana no identificable se repite en varios abrigos que pueden estar inclusive separados por grandes distancias.

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