Chiribiquete. Carlos Castaño-Uribe
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El tamaño de estas figuras resulta interesante. Las representaciones antropomorfas, zoomorfas, fitomorfas y, en menor proporción, las geométricas, varían desde miniaturas (a partir de apenas un centímetro) hasta muy grandes (superando metro y medio una sola figura), tratándose de animales. Las figuras humanas nunca sobrepasan 20 o 25 centímetros de largo. En los estratos más bajos de los murales aparecen mayor cantidad de miniaturas, y en los altos mayor cantidad de representaciones magnificadas. En términos generales, los paneles parecen mostrar mosaicos con muchas escenas, como si fuesen numerosos relatos, no necesariamente relacionados. Hay escenas muy obvias que dan cuenta de movimientos, composición e, incluso, cambios de tiempo. En la mayoría de las figuras sobresalen las representaciones realistas, quizás el rasgo más importante de la fase Ajaju. Sin embargo, es importante aclarar que el realismo se mantiene desde el inicio hasta el final de esta fase, a veces siendo casi hiperrealismo, sobre todo en las expresiones corporales y los gestos. Hay muchas escenas de caza, lucha, rituales, danzas y ostentación del sexo únicamente masculino. No hay ninguna alusión al sexo femenino, ni tampoco escenas sexuales de pareja. Es muy probable que aquí estén plasmados relatos míticos, cosmogónicos e históricos.
En la fase Ajaju aparece infinidad de representaciones de la fauna silvestre amazónica, destacándose la figura del jaguar (Panthera onca) y toda una suerte de asociaciones simbólicas que lo rodean. Las representaciones más reiteradas son los venados, quizá las más frecuentes después del jaguar, los tapires, roedores chicos y medianos (Dasyprocta spp.) y el más grande de todos, el capibara (Hydrochoerus hydrochaeris), y algunos mamíferos cuadrúpedos. Hay alusiones muy explícitas a las grandes anacondas o boas acuáticas (Boa constrictor), típicas del ecosistema amazónico húmedo, así como variedades de aves y peces.
En esta Fase I, un aspecto importante es que las representaciones geométricas no están “encapsuladas” o reticuladas dentro de rectángulos, círculos o cuadrados como en las fases siguientes. Por el contrario, su trazo es muy irregular. En tal sentido, los dibujos geométricos de puntos, círculos, zigzags, volutas y ondulaciones de la fase Ajaju, están “sueltos”, formando ondulaciones y relieves, y se observa que muchos diseños de rombos y barras realmente muestran grupos de personas tomadas de los brazos, de modo tal que logran visualmente el efecto de una composición geométrica. Documentamos también figuras vegetales (filiformes) con extremidades extendidas, ampliamente representadas individual y colectivamente, incluso formando grupos a modo de hileras o colonias. Este es uno de los rasgos más distintivos de la Tradición Cultural Chiribiquete que perdura hasta el final, independientemente de la localización espacial o temporal. Son frecuentes los elementos solares-lunares-cósmicos que parecen ser un elemento estructural de muchas composiciones pictóricas y unos de los que perduran a lo largo de las fases posteriores. Este tipo de iconografía, que forma parte muchas veces de las representaciones geométricas, puede ser figurativa o abstracta según los contextos de los paneles y los murales. Con respecto a la técnica de coloración utilizada en la iconografía, que es un rasgo simbólico muy distintivo de una gama de monocromías de color sangre (entre 10R-5/8 y 10R-3/6 de la escala de Munsell), se mantiene durante siglos a pesar de que los artífices de la TCC usaron ocasionalmente otros colores y otras tonalidades (amarillo, negro y blanco), especialmente en lugares fuera de Colombia, quizá de manera experimental o por la necesidad de superponerse sobre otros grafismos ya existentes. El uso de pinceles y la definición de gran detalle y precisión en dibujos, incluso minúsculos, es uno de los atributos más impactantes y destacados dentro de todo el arte rupestre del continente.
Fase ii-guaviare-guayabero. Se destaca en Colombia por la desaparición casi total de las representaciones humanas y de los animales con cabeza en forma de C. En la mayoría de los contextos, la cabeza se redondea y la figura antropomorfa se vuelve más esquematizada, un tanto menos dinámica y de movimientos más rígidos al final de la fase. Se observan figuras con los brazos arriba, la distinción profusa del sexo masculino y escenas de baile y luego de cacería, pero menos que en la fase Ajaju.
A medida que la proporción de figuras humanas disminuye, aumenta el uso de figuras geométricas. Los animales son representados generalmente sin la boca abierta. Aunque a veces los cuadrúpedos presentan diseños decorativos en su cuerpo, ya no están encapsulados en el centro, como antes. En esta fase se simplifica mucho la figura humana, los brazos ya no se muestran necesariamente extendidos hacia arriba tanto como antes, sino doblados hacia abajo. En muchos casos aparecen prolongaciones y ramificaciones de las manos y los pies, como dedos, que casi nunca se ven en la fase Ajaju. La figura humana masculina muestra muchas veces el pene, pero no objetos en detalle, implementos ni accesorios en el cuerpo o en las manos como en la fase anterior. Se observa el arribo de una infinidad de elementos nuevos, por ejemplo, la figura femenina, las escenas sexuales y la estilización de encapsulados geométricos independientes. Aparecen los primeros conjuntos de grabados (petroglifos) asociados a fuentes de agua, que indican gran afinidad con las formas iconográficas de la fase Guayabero. Desaparecen las representaciones de los hombres jaguar y los hombres avispa, así como los trajes ceremoniales y el carácter figurativo de las armas que se empuñaban, los propulsores, los dardos, las escenas rituales asociadas a patrones y atuendos de baile, y una gran cantidad de representaciones fitomorfas, sagradas y utilitarias. En algunos contextos pictóricos se observan recurrencias de hombres con caras como picos de aves u hocico de caimán, lo cual no es otra cosa que la cara C más prolongada, a veces con la boca abierta y otras cerrada, generando así una cabeza casi lineal muy larga. Este elemento se observa mucho en el sur del continente. En comparación con la gran variedad de fauna en las escenas murales de Chiribiquete de la fase Ajaju, en esta fase Guaviare-Guayabero hay una disminución muy importante de especies, número de individuos y detalles figurativos, pero, curiosamente, se observan figuras de fauna diferente de la típicamente amazónica.
Mural con pinturas tipo de la Fase Guayabero/Guaviare, Abrigo Nuevo Tolima-La Lindosa. Fotografía: Jorge Mario Álvarez Arango.
Sin lugar a dudas, el elemento más notorio es la gran profusión de figuras geométricas que recuerdan los elementos esenciales de la fase Ajaju, aunque ahora se vuelven más complejas de forma, número y contenido. Las ondulaciones y las redes se encapsulan, lo mismo que los punteados y las rayas finas intermitentes, tan redundantes en la fase anterior. En diferentes sitios, el orden gráfico de varios paneles cambia y se presenta más lineal, como en algunos paneles de La Lindosa, donde sorprende el balance y el equilibrio gráfico y hay un aumento considerable de recuadros geométricos encapsulados punteados, líneas en zigzag, círculos y rombos. En tal sentido, es importante indicar a título general, que los diseños de la TCC incluyen, en las tres fases, una concepción geométrica con enrejados, elementos rectilíneos, puntos, círculos y líneas curvas que pueden