Chiribiquete. Carlos Castaño-Uribe

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Chiribiquete - Carlos Castaño-Uribe

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      Las fases contienen complejos culturales, cuya naturaleza y modo de ocurrencia definen un espacio amplio y la rápida dispersión de los objetos que las identifican, aunque tales fases se puedan prolongar en el tiempo en horizontes (Gráfico 1). Por el momento, entendiendo la complejidad que revisten las diferentes manifestaciones y relaciones tipológicas, estilísticas y temporales de toda la evidencia obtenida, tanto dentro como fuera de Chiribiquete, consideramos necesario definir algunas variantes o componentes que se expresan a lo largo del tiempo (fases), para visibilizarlas en horizontes en los que los objetos –en este caso, las pinturas rupestres– tienen rasgos que siguen apareciendo en un espacio arqueológico, acogiéndonos a Willey y Phillips (1995). El esquema propuesto no es una estructura ni lineal ni rígida respecto a la ocurrencia de elementos dentro de las fases. Se propone utilizarla como un esquema de carácter preliminar y conceptual, hasta contar con más información sobre las etnias responsables de construir esta tradición.

      La serranía de Chiribiquete es un sitio representativo de una larga y continua expresión pictórica de carácter ritual, que logró consolidarse desde hace milenios hasta nuestros días. A este continuum cultural e histórico lo denominamos Tradición Cultural Chiribiquete (TCC). Fotografía: Carlos Castaño-Uribe.

      Gráfico 1. Diagrama conceptual aplicado al caso TCC, en que destacan varios horizontes espaciales, algunas fases estilísticas y funcionales y sus elementos constitutivos. Adaptado de Willey y Phillips 2001 [1958]).

      Por otra parte, al revisar la tradición por fuera de Chiribiquete, el panorama se vuelve aun más complejo. Analizando el contexto regional, uno puede reconocer una tendencia a enfatizar, ya no en lo figurativo, sino más en lo geométrico con toda suerte de composiciones, que nos hace proponer el esquema del Gráfico 1, entendiendo el esquema no como un proceso lineal sino más bien como un bosquejo matrilineal y multipropósito. En últimas, más que una matriz de desarrollo temporal, lo que prima son los requerimientos de los artífices por representar, en mayor o menor medida, símbolos –el lenguaje codificado que mencionamos al comienzo– de una forma más o menos figurativa o abstracta, dependiendo de los sitios donde se realizaban.

      Por fuera de Chiribiquete, se desarrolla plenamente la fase Guaviare-Guayabero, propia de sitios como La Lindosa, Tunahí y La Macarena, donde los registros iconográficos difieren en sus técnicas y estilos, porque las composiciones son menos detalladas y delicadas con respecto a las formas y acabados. También hay ciertas formas propias de Chiribiquete que cambian o desaparecen, por ejemplo, la figura humana con cabeza en forma de C. Estas figuras son remplazadas por otras más esquematizadas, pero con cabezas redondas cuyo trazo es realizado generalmente con el dedo (trazos gruesos). En este mismo contexto se mantienen representaciones de fauna que son muy similares, aunque sus formas, como en el caso de las figuras humanas, son más básicas, menos detalladas y menos delicadas de trazo. Este conjunto de figuras humanas y de fauna viene acompañado cada vez de figuras geométricas. Adicionalmente, hay otra fase estilística que llamamos Papamene, en la que la composición tiende a ser casi totalmente geométrica y, por ende, abstracta, pero en la que se observan elementos iconográficos de uso reiterado en las fases anteriores. Esta fase es enteramente observable en la Orinoquia (río Orinoco), el altiplano cundiboyacense y los Santanderes, por ejemplo. En estos sitios, las representaciones de estilo figurativo de humanos, flora y fauna han desaparecido casi por completo y se encuentran codificadas a través de dibujos geométricos. Es evidente que esta tradición repercute profundamente en otras tradiciones y horizontes culturales de arte rupestre en Colombia y, posiblemente, del Neotrópico. Si las fechas tempranas del arte rupestre de Chiribiquete gravitan alrededor de los albores del poblamiento humano del continente y las fechas de las representaciones rupestres de otros sitios de Suramérica se ubican alrededor de finales del Pleistoceno –como es el caso del noreste brasileño, donde el arte está fechado en el 9.500 AP (Martín, 1992)– tendremos la certeza del papel primordial que tiene la TCC en la región, en términos de manifestaciones culturales propias del noroeste amazónico desde épocas muy tempranas.

      Mural con pinturas tipo de la Fase Ajaju, Abrigo Jaguar Encorvado. Fotografía: Jorge Mario Álvarez Arango.

      De esta fase sorprende el uso reiterado de figuras de trazos finos, firmes, dinámicos y muy detallados; pero, al mismo tiempo, se ven figuras menos delicadas y menos precisas complementando las mismas escenas. Lo anterior es una combinación de técnicas y formas particulares de expresiones pictóricas intencionales y no casuales. Las figuras detalladas aparecen asociadas a figuras rústicas, un tanto amorfas, y es claro que fueron dibujadas en un mismo momento, pero, al hacerlo, los artistas resaltaron diferencias y expresiones varias en las representaciones de humanos en las escenas o relatos que quisieron mostrar. La Fase Ajaju en Chiribiquete tiene ciertas particularidades que se mantienen en el tiempo: cuerpos humanos filiformes con cabezas en forma de “C”, generalmente sin cabelleras (en los dibujos se nota la preferencia por las cabezas rapadas de hombres y mujeres), que miran hacia arriba con la “boca abierta”, elemento que usamos para definir la forma de C. Ocasionalmente hemos observado el detalle de la dentadura donde sobresalen los colmillos, lo que sugiere

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