Historias entrelazas. Sebastián Rivera Mir
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Esta alianza obtuvo impulso con la investigación de los rayos cósmicos a partir de 1932, cuando tuvieron lugar en México varias expediciones científicas organizadas por físicos estadounidenses. Sandoval Vallarta colaboró en estas investigación y promovió la implicación de profesores de la Escuela Nacional de Ingenieros y miembros activos de asociaciones científicas mexicanas como la scaa y otras asociaciones científicas mexicanas, entre ellos Monges López, Alfredo Baños y Carlos Graef (Mateos y Minor, 2013). Además, ayudó a estos dos últimos a obtener la beca Guggenheim para estudiar el doctorado en física en el mit y supervisó sus tesis. Al terminar sus estudios, Graef y Baños regresaron a México con el objetivo de liderar la creación de instituciones de investigación científica. Sandoval Vallarta tuvo la habilidad de crear conexiones entre la física de Estados Unidos y México, utilizarlas en favor de sus intereses científicos a partir de una agenda de investigación delineada desde Estados Unidos y, al mismo tiempo, orientarlas hacia la creación de instituciones científicas que venía gestándose en México.
Asimismo, en un contexto de creciente importancia de las relaciones hemisféricas, Sandoval Vallarta se acercó a otros latinoamericanos, quienes, desde Estados Unidos, creían que podrían contribuir al bienestar y al progreso de las naciones latinoamericanas (Minor, 2019a). En su caso, no parece que haya defendido un latinoamericanismo explícito, pero sus acciones muestran un cierto interés en ese sentido y, más que eso, una convicción sobre la importancia de fortalecer las relaciones hemisféricas. Así, también recibió en el mit a algunos físicos del sur del continente, como Ernesto Sábato y Félix Cernuschi, de Argentina. De esta manera, Sandoval Vallarta contribuyó a establecer vínculos en una y otra direcciones. Su posición de enlace le abrió una posibilidad de intervención con el objetivo claro y explícito de fortalecer las relaciones interamericanas durante la Segunda Guerra Mundial, por una vía de la diplomacia cultural enfocada en la ciencia. Específicamente, Sandoval Vallarta propuso un mecanismo para acercar la ciencia de América Latina y Estados Unidos, a través de la traducción de artículos científicos producidos en aquélla para ser publicados en revistas científicas de ésta (Minor, 2016). Esta intervención lo posicionó como alguien capaz de interpretar uno y otro contexto y construir mecanismos de intercambio por su pertenencia múltiple (aunque también sería motivo de cuestionamientos).
Como Sandoval Vallarta, Gleb Wataghin encontró en la investigación de los rayos cósmicos un terreno conveniente para crear en Brasil un grupo de investigación en física. La importancia de Wataghin en la formación de la comunidad de físicos en Brasil es indiscutible, y ha sido reconocida en la historiografía de la ciencia brasileña (Schwartzman, 1979: 251-257). Además de tener la habilidad de involucrar a sus estudiantes en labores de investigación y en la preparación de artículos científicos para publicarlos en revistas locales y extranjeras (como Il Nuovo Cimento o Physical Review), promovió a varios de ellos para que fueran a estudiar a algunos de los centros de investigación de física más importantes en Europa, principalmente. Por mencionar algunos casos, Mario Shönberg fue a Italia con Fermi y a otros lugares de Europa; Marcello Damy de Souza Santos y Sonja Ashauser, a la Universidad de Cambridge, en Inglaterra; y César Lattes y Ugo Camerini, a la Universidad de Bristol. Wataghin reconoció que sus contactos en Europa fueron fundamentales para la formación de estos físicos brasileños: “[…] os formei, ajudado por grandes físicos de toda a Europa, da Alemanha, Inglaterra e Itália” (Silva, 1975: 41). Las condiciones que Wataghin puso para aceptar trasladarse a Brasil fueron mantener sus contactos en Europa y garantizar los permisos para volver a Europa por periodos de algunos meses al año: “Isto foi ótimo para mim, e também para o Brasil” (Silva, 1975: 41). Esta dinámica se vio interrumpida con la Segunda Guerra Mundial, pero abrió un circuito de intercambio académico con Estados Unidos.
En particular, cabe resaltar la conexión que Wataghin mantuvo con Italia. Al llegar a Brasil, impartió cursos de física en italiano, para lo cual preparó un libro de texto en esta lengua que fue publicado por la usp.17 Algunos de sus estudiantes mencionaban que para seguir sus clases debían tener un cierto conocimiento de italiano. Seguramente, esta condición no representó un impedimento para César Lattes, hijo de inmigrantes italianos que asistió a un colegio italiano en São Paulo. Wataghin conocía al padre de Lattes, pues trabajaba en el banco ítalo-francés al que solía acudir en São Paulo. El padre de Lattes le habló del interés de su hijo por la ciencia y en respuesta pidió que lo buscara en la usp (Andrade, 1998). Esta anécdota muestra la cercanía de Wataghin con la comunidad italiana en São Paulo. Inclusive esta comunidad donó recursos para la construcción del edificio de física teórica en el nuevo campus de la usp a finales de la década de los cuarenta (Campos, 1954). Además, en 1937, Wataghin invitó a otro físico italiano, Giuseppe Occhialini, a unirse a su grupo de investigación de rayos cósmicos en Brasil (Andrade, 2006). Occhialini permaneció en Brasil hasta que acabó la Segunda Guerra Mundial, después se fue a Inglaterra, a la Universidad de Bristol, institución en la que Lattes continuó sus estudios.
Las conexiones italianas propiciadas por Wataghin son solo una parte de la historia, pues también procuró mantener sus contactos con otros científicos europeos. Además, con el tiempo generó otros circuitos para el intercambio académico, a partir del apoyo que recibió de la Fundación Rockefeller en la década de los cuarenta, que contribuyeron a estrechar los lazos entre físicos de Brasil y Estados Unidos.18 Dicha relación hizo posible que Marcelo Damy de Souza Santos fuera a la Universidad de Indiana y Oscar Sala, a la de Wisconsin, para capacitarse en la investigación con aceleradores de partículas Betatron y Van de Graaff, respectivamente. Además, Wataghin recibió a algunos físicos de la región en estancias de investigación, entre ellos a la argentina Estrella Mazzolli de Mathov y al uruguayo Walter Hill.19 Sin duda, Wataghin tuvo muy clara la importancia de establecer conexiones en el extranjero para apoyar sus esfuerzos por conformar un grupo de investigación de física en Brasil.
La conexión de la física brasileña e italiana resulta interesante y debería explorarse más allá de lo que se ha señalado aquí. El caso de Wataghin, como el de Manuel Sandoval Vallarta, plantea pensar que la migración de estos científicos debe analizarse en el marco de flujos de migración más grandes; por ejemplo, en relación con la comunidad italiana en Brasil, sobre todo en São Paulo. En este sentido, los físicos italianos que se vieron en la necesidad de migrar, de alguna manera continuaron manteniendo una cierta conexión como comunidad. De ahí que el estudio de Gleb Wataghin como actor transnacional suscita nuevas preguntas.
Por su parte, Guido Beck fue importante para estrechar la relación entre la física en Argentina y Brasil, en particular por sus propios desplazamientos entre ambos países. Llegó al Observatorio Astronómico de Córdoba en 1943 con la misión de difundir las discusiones más recientes de la física teórica (Videira, 2001). Como físico teórico encontró interlocutores interesantes en Brasil, entre ellos el mismo Wataghin y su alumno Mario Schönberg, en São Paulo, y otro grupo de físicos brasileños que había en Río de Janeiro, como José Leite Lopes. En 1947, éste invitó a Beck a Río de Janeiro, donde permaneció algunos meses. En 1951 aceptó trasladarse definitivamente a Brasil, atraído por el nuevo Centro Brasileiro de Pesquisas Físicas (cbpf), en Río de Janeiro, el cual había sido creado pocos años antes, bajo el liderazgo de Lattes y Leite Lopes (Andrade, 2001). Permaneció en el cbpf por poco más de una década, con una interrupción entre 1954 y 1956, periodo en el cual ocupó la cátedra de física teórica en la usp (la misma que Wataghin dejó vacante tras su regreso a Italia en 1949). En 1962, Beck volvió a Argentina, esta vez al Instituto de Física de Bariloche, con la misión de fortalecer el grupo que había formado y liderado uno de sus primeros estudiantes, José Antonio Balseiro (hasta su repentina muerte ese mismo año). Su última década de trabajo la dedicó al Instituto de Física de la Universidad Federal de Río de Janeiro, al cual se unió en 1975. A decir de Beck, y así lo confirman especialistas en su trayectoria como Antonio Augusto Passos Videira, sus movimientos entre Argentina y Brasil se debieron al ambiente