Curso de sociología general 2. Pierre Bourdieu

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Curso de sociología general 2 - Pierre  Bourdieu Biblioteca clásica de siglo veintiuno

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de los tanteos, las vacilaciones, los balbuceos confusos –para llamar las cosas por su nombre– de la investigación real. Sin lugar a dudas, a veces realmente no acertaré siquiera en lo mínimo, porque creo que, pese a todo, persistirá una parte de las incertidumbres y debilidades que implica cualquier investigación.

      En el rol pedagógico hay un problema de estatus: las situaciones carismático-burocráticas –es decir, ambiguas– como esta en la cual me veo son muy difíciles de vivir tan pronto como se toma conciencia de las contradicciones que implican, y sobre todo cuando se quiere evitar valerse de una de las posibilidades. Allí tenemos análisis sociológicos que no lo parecen: las situaciones, las posiciones ambiguas, favorecen y exigen el doble juego que puede ser muy fecundo. Pero muchas situaciones dobles –según creo, es el caso de muchas situaciones pedagógicas en Francia, lo cual explica el estatus de la pedagogía en el país– permiten obtener los beneficios de las dos posibilidades sin pagar los costos. Las situaciones dobles –por ejemplo, “investigador-profesor”– permiten aprovechar las ventajas de ser profesor al invocar que uno es también investigador, y permiten aprovechar… no sigo con el análisis, que llevaría a reflexiones a veces un poco trágicas…

      Si uno siente las restricciones implicadas por las dos posiciones y procura sostenerlas, nota que son prácticamente insostenibles, lo cual genera una ansiedad no desdeñable. Me extiendo un poco. Hoy en día, enseñar sociología es una tarea considerable. Para los detractores de la sociología –que a menudo se reclutan entre los sociólogos, ya que aquellos a quienes les cuesta sostener ese rol tienen interés en desacreditarla–, la sociología parece una ciencia confusa, incierta, la recién llegada de las ciencias, etc. Pero si la observamos de otra manera, con un esfuerzo de formación –ya que no exhaustivo, siquiera mínimo–, tenemos la sensación de que la sociología cuenta con logros tales que el simple papel de lector, comentarista, podría permitir ya transmitirlos con claridad y coherencia. Ese es el rol del lector, que es quien canoniza: los juristas fueron los primeros en hacer ese tipo de trabajo. Desde hace ya un siglo, los sociólogos produjeron un corpus de actos de jurisprudencia. Todos los días se producen trabajos, conceptos, experimentaciones, investigaciones, las revistas avanzan, etc. Otro rol para el lector consistiría en hacer una suerte de recapitulaciones sintéticas que, no reductivas, no destructoras –los actos pedagógicos corrientes suelen serlo–, en cierto modo provocaran el avance del saber al tornarlo más fácilmente acumulable. Ese formidable trabajo no sería cosa de un solo hombre, sino tarea de todo un equipo.

      El rol opuesto al de lector consistiría en hacer avanzar el saber y presentar los últimos resultados o el último estado del saber, al menos en lo referido a tal o cual punto. Esta tarea tampoco es fácil, porque la sociología (como cualquier ciencia, según creo) tiene seudópodos, avances en direcciones muy diferentes. A partir de ese basamento de competencias comunes a personas en apariencia muy opuestas –a quienes la doxa, sobre todo parisina, se deleita en oponer–, hay posiciones de punta, avanzadas. Pero ¿pueden comunicarse esas avanzadas si se da por conocido el corpus de logros? Las reflexiones de ese tipo no solo son una precondición retórica. Me parece que pueden resultar útiles para orientar el uso que ustedes sean capaces de hacer de lo que yo pueda decir.

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