Curso de sociología general 2. Pierre Bourdieu
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Vuelvo a la cuestión que planteaba al empezar (¿definir los límites de un campo es del tenor del constructivismo operacionalista o de la constatación realista?): solo puedo conocer por la observación los principios de constitución del espacio que voy a llamar “campo”. Para saber cómo se diferencia el campo, debo observar empíricamente lo que produce diferencias. En una investigación empírica (por ejemplo, si constituyo una población de profesores de la enseñanza superior),[29] intentaré, mediante los procedimientos estadísticos, hacer ver lo que marca las diferencias significativas. Una de las metas de una investigación empírica será encontrar los dos o tres principios –evidentemente, hay leyes económicas y leyes científicas universales– que, racionalmente articulados, racionalmente explicitados, me permiten volver a generar el universo de las diferencias constitutivas que le son características. Al mismo tiempo, llego a un universo con la cuestión de la diferencia y la cuestión de los principios de diferenciación. Dicho esto, debo establecer en cada caso qué son esos principios y cuáles son sus fuerzas relativas, sus pesos relativos. Si puedo decir que los tres principios de diferenciación entre los obispos son este, ese y aquel,[30] evaluando numéricamente el peso relativo de esos tres principios y mostrando que permiten explicar todas las diferencias pertinentes, he hecho una contribución científica y he construido a la vez el campo y los principios que producen diferencias dentro del campo. Por ende, no puedo construir el campo sin construir simultáneamente las formas del capital operantes en él, y la operación misma me hace construir uno y otras. Utilizo una analogía un poco peligrosa: no se puede construir el juego sin construir las cartas de triunfo; por ende, se construyen simultáneamente las reglas del juego y las cartas de triunfo.[31]
Una definición de la pertenencia a un campo que, como ustedes verán, puede tener grados, es la capacidad de producir efectos en él. Por ejemplo, una manera de entrar y afirmar la entrada a un campo –tomemos el caso de la herejía– es producir en él los efectos por los cuales se accede a la existencia, cosa muy importante en los campos donde el capital es esencialmente simbólico; ser objeto de una réplica de un poseedor de un gran capital simbólico es ya acceder a la existencia. Una de las estrategias para un nuevo ingresante es hacerse atacar por un gran poseedor de capital simbólico para conseguir un efecto en él, y una de las decisiones que se plantean concretamente a los grandes poseedores de capital simbólico es saber si vale más dejar sin réplica o replicar y, al mismo tiempo, dar existencia a quien pone en tela de juicio el capital simbólico y la correlativa dominación.[32]
Termino muy rápido con esta cuestión: como campo y capital son interdependientes, no se puede definir un campo sin definir al mismo tiempo el capital que opera en él. Por consiguiente, todo capital es específico y habrá diferentes especies de capital; volveré a esto. El capital es una forma de fuerza que está vigente en cierto espacio, produce efectos en él –en especial, efectos de diferenciación– y la diferenciación ligada a la distribución desigual del capital es el principio de la estructura del campo. En definitiva, la estructura del campo es esencialmente la estructura de las distancias entre los capitales presentes y la estructura es al mismo tiempo el motor del campo, lo cual deja atrás una oposición de los años cincuenta, estructura versus historia.[33] A la vez, la estructura del campo es el motor del cambio, porque de ese sistema de diferencias que constituye la estructura del campo nacen el movimiento del campo y la lucha en el campo, cuya apuesta es conservar o transformar dicha estructura, ya que esa lucha debe sus propiedades a esta.
La institucionalización del funcionamiento del campo
Una última cosa que también retomaré. En el pasado insistí mucho en la estructura de la distribución del capital, pero dejé de lado algo importante: el aspecto institucionalizado de esa estructura. Una propiedad de cualquier estado del campo en un momento dado es la medida en que los logros que marcan la diferencia en un campo son legalmente reconocidos o no, vale decir, explicitados, racionalizados, codificados. Ya ampliaré esta noción crucial de codificación, que señala el momento en que un código lingüístico se convierte en un código jurídico o el momento en que un canon de reglas tradicionales se convierte en un canon de reglas jurídicas. Una de las cuestiones universales que deben plantearse a cada campo es la de en qué medida reglas explícitas de tipo jurídico canonizan, codifican, sancionan el estado de las fuerzas; la medida en que el juego se constituye como reglas explícitas con un código deontológico, derechos de entrada implícitos, explícitos, y así sucesivamente.
Esto es algo que varía considerablemente en el tiempo: por ejemplo, el campo económico no tuvo en todas las épocas el grado de codificación que tiene hoy en día; la relación entre la economía y el derecho –en Max Weber hay cosas magníficas que ya les recordaré–[34] es por completo variable. En el interior de los campos constitutivos de una misma sincronía, los grados de institucionalización son muy desiguales. El campo literario que [el año pasado] tomé como ejemplo introducía un sesgo (de ahí la recapitulación que hago hoy), porque tiene la propiedad de ser uno de los menos institucionalizados que hay, lo cual, según creo, tiene muchas consecuencias para quienquiera que haga sociología de la literatura. Es uno de los universos donde los logros están muy poco garantizados jurídicamente. En él, las garantías jurídicas se descalifican (véase el papel de las academias en nuestros días) y el derecho garantiza en una medida relativamente pequeña los logros, lo cual ocasiona propiedades de todo tipo. Por lo tanto, se puede plantear a cada campo la cuestión del grado de institucionalización de los procedimientos de lucha, éxito, consagración, acumulación, reproducción (muy importante para el capital), transmisión (con las leyes sucesorias), etc. Por ejemplo, en el campo literario el capital simbólico no se transmite por herencia, como sí sucede en otros campos. Uno plantea la cuestión universal, y en cada caso se interroga sobre el grado de institucionalización y los efectos ligados al elevado o escaso grado de institucionalización de los logros anteriores.
Segunda hora (seminario): el hit parade de los intelectuales (1)
Voy a cambiar por completo de registro, pero al mismo tiempo creo que voy a seguir hablándoles de lo que hace un momento mencionaba de manera un poco abstracta. Se me ocurrió la idea de proponerles algo que encontré al hurgar en mis notas: había escrito un comentario sobre un palmarés publicado en la revista Lire[35] en abril de 1981, que consistía en preguntar a unas cuantas personas cuáles eran, en su opinión, los tres intelectuales principales;[36] por desdicha, no tengo aquí la formulación exacta de la pregunta, lo cual está muy mal de mi parte, ya que es muy importante y estructura las respuestas.[37] Todos los diarios reprodujeron esta encuesta de la revista Lire, lo que de por sí ya es un hecho social: se la discutió, se dijo “esta es la lista de los cuarenta intelectuales más importantes”. El interés no es la lista misma, sino, como intentaré demostrar, lo que significan el hacer esa pregunta y el producir en cierto modo un palmarés o, como se diría en el ámbito de la canción, un hit parade de los intelectuales.
Estamos ante un hecho que todo el mundo tiene ante sus ojos, que se ha creído a pies juntillas, cuando en realidad es una intervención social e incluso, cabe decir, una invención social. Si releen a Max Weber (sus análisis de la evolución del derecho, y asimismo el muy bello texto que es la