Curso de sociología general 2. Pierre Bourdieu

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Curso de sociología general 2 - Pierre  Bourdieu Biblioteca clásica de siglo veintiuno

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que tienen un poder [real] de constitución social, que tienen competencia (en el sentido jurídico) social para producir palmareses y, al mismo tiempo, producir el efecto de palmarés como universalización de los intereses colectivos de una categoría particular de agentes que son, en el fondo, los mandatarios sin mandante del conjunto de los periodistas-escritores/de los escritores-periodistas.

      Por tanto, pueden invocarse varios principios de legitimación. En este caso, el principio de legitimación tácitamente invocado es un principio que podríamos llamar “democrático-tecnocrático”. Por ejemplo, encima del título de la encuesta figura la palabra “referéndum”: por consiguiente, hay una base colectiva, lo cual es una diferencia considerable con el palmarés singular o el palmarés sobre la profecía del fin (“es el fin del estructuralismo”): se pasa de un juicio singular en el cual el agente se compromete, idios (ἴδιος), singular, particular, no universalizable, que solo vale lo que vale quien lo profesa, a un juicio colectivo, koinós (κοινóς), que adquiere el estatus del consenso de una colectividad, pero una colectividad de las personas competentes, es decir, que tienen competencia para juzgar. Por ende, sucede como si, con la intención de saber si tal o cual cosa es legal, se consultara democráticamente a un cuerpo de jueces. Pero el efecto social es considerable: al consultar a un cuerpo de jueces en un caso en que ninguno de estos tiene un mandato, se constituye ese cuerpo. En otras palabras, parece constituirse un palmarés cuando en realidad se constituye un cuerpo de jueces: aquí tenemos un efecto sociológico muy importante. Por eso, la lista es muy importante: publicaron la lista –de la cual hace un rato dije bromeando que no era para que Bourdieu hiciese el análisis– porque la lista es importante, y todo eso se hace de manera inconsciente. Constituir la lista era publicar, como se hacía en Roma. Uno de los efectos jurídicos consiste en publicar: se hacen cuadros que todo el mundo puede leer. Así, se hace público, publicable, de notoriedad pública, oficial –como la publicación de los bandos, que es un acto jurídico por excelencia–, un cuerpo de jueces, y tenemos un juicio a la vez democrático y competente: la jerarquía establecida por el conjunto de las personas competentes que, por encima de los conflictos de tendencias que dividen a los intelectuales que disputan entre sí, forma un cuerpo de jueces que es parte, pero a la vez está separado.

      El efecto político importante es que, bajo la apariencia de instituir un palmarés, se instituyen jueces, lo cual es uno de los objetos fundamentales de todas las luchas simbólicas: en cualquier campo, la gran cuestión es saber quién tiene derecho a estar en el campo, quién forma parte de él (y quién no forma parte), quién dice quién forma parte del campo, quién tiene derecho a decir que es verdaderamente intelectual. Al decir quién es el intelectual verdadero, digo quién es verdaderamente intelectual. No es lo mismo decir que es Lévi-Strauss o que es Bernard-Henri Lévy. Al optar por una forma de realización ejemplar, paradigmática, del intelectual, afirmo bajo una forma universalizada mi propia definición del intelectual, es decir, la más acorde a mis intereses específicos. La cuestión será saber cuál es el principio de definición de los intereses específicos (¿por qué, en lo que me toca, estoy, como ustedes lo sentirán por mi manera de hablar, a favor de Lévi-Strauss antes que a favor de Bernard-Henri Lévy?). Cabe suponer que hay una relación entre la posición en el espacio en cuestión y la toma de posición sobre dicho espacio.

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