Curso de sociología general 2. Pierre Bourdieu
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Si recapitulamos, tenemos un juicio, tenemos jueces, y la cuestión que se elude y se plantea cada vez que tenemos un juicio es la de su principio de legitimidad: ¿en nombre de qué [alguien] emite juicios? Weber tiene respuestas: alguien puede emitir un juicio porque es legítimo, porque es carismático[47] (“Yo encarno la legitimidad de Francia desde siempre; por lo tanto, soy legítimo”). Puede ser legítimo porque tiene un mandato: así, los docentes que hacen los programas tienen el mandato de poner a X en el programa. También se puede ser legítimo porque, diría Weber, esa es la tradición: siempre ha sido así (“Desde siempre se ha preguntado a los escritores…”), y la gente de Lire habría podido decir que, en 1891, Huret[48] iba a preguntar a la gente qué era para ella la literatura, qué pensaba del naturalismo. La comparación es interesante: Huret preguntaba a los escritores qué pensaban de Zola, de X o de Y, no pedía que clasificaran a Zola, Hennique, Mallarmé, Céard, etc.
Por tanto, pueden invocarse varios principios de legitimación. En este caso, el principio de legitimación tácitamente invocado es un principio que podríamos llamar “democrático-tecnocrático”. Por ejemplo, encima del título de la encuesta figura la palabra “referéndum”: por consiguiente, hay una base colectiva, lo cual es una diferencia considerable con el palmarés singular o el palmarés sobre la profecía del fin (“es el fin del estructuralismo”): se pasa de un juicio singular en el cual el agente se compromete, idios (ἴδιος), singular, particular, no universalizable, que solo vale lo que vale quien lo profesa, a un juicio colectivo, koinós (κοινóς), que adquiere el estatus del consenso de una colectividad, pero una colectividad de las personas competentes, es decir, que tienen competencia para juzgar. Por ende, sucede como si, con la intención de saber si tal o cual cosa es legal, se consultara democráticamente a un cuerpo de jueces. Pero el efecto social es considerable: al consultar a un cuerpo de jueces en un caso en que ninguno de estos tiene un mandato, se constituye ese cuerpo. En otras palabras, parece constituirse un palmarés cuando en realidad se constituye un cuerpo de jueces: aquí tenemos un efecto sociológico muy importante. Por eso, la lista es muy importante: publicaron la lista –de la cual hace un rato dije bromeando que no era para que Bourdieu hiciese el análisis– porque la lista es importante, y todo eso se hace de manera inconsciente. Constituir la lista era publicar, como se hacía en Roma. Uno de los efectos jurídicos consiste en publicar: se hacen cuadros que todo el mundo puede leer. Así, se hace público, publicable, de notoriedad pública, oficial –como la publicación de los bandos, que es un acto jurídico por excelencia–, un cuerpo de jueces, y tenemos un juicio a la vez democrático y competente: la jerarquía establecida por el conjunto de las personas competentes que, por encima de los conflictos de tendencias que dividen a los intelectuales que disputan entre sí, forma un cuerpo de jueces que es parte, pero a la vez está separado.
Dije varias veces que el análisis obliga a plantear fines. Hace un rato, al hacer mi resumen, dije de manera abstracta que la noción de habitus tenía el mérito de permitir eludir la alternativa del mecanicismo y el finalismo, y en especial a la filosofía del complot que aquí consistiría en decir que todo eso fue adrede o que “es Pivot”. La célebre denuncia contra Pivot es un error científico de primer rango. Una de las cosas que quiero exponer es que de ningún modo ese palmarés es “culpa de Pivot”, como se cree, incluso en niveles elevados del Estado.[49] Con seguridad, Pivot nada tiene que ver, lo cual no quiere decir que no sea el sujeto de este asunto, en cuanto tiene una posición dominante en el campo de los agentes que lo han generado.
La cosa funciona tan bien porque no hay director de orquesta. Si hubieran metido en el asunto a tres egresados de la École Polytechnique[50] especialistas en investigación operativa, habría sido una catástrofe. No hay director de orquesta, no hay intención singular. Aun las personas que están en eso forman un subcampo dentro de otro subcampo, tienen su solidaridad, su competencia, tienen límites a su competencia, tienen acuerdos ocultos como siempre los hay entre las empresas que compiten, tienen reglas tácitas, como “no vamos a ir hasta el final”, “no utilizamos todas las armas”. Es tan tonto decir “es culpa de Pivot” como decir “es culpa de los periodistas culturales”. Así, hay un campo de los periodistas culturales que, en este caso, son portadores del interés colectivo de los periodistas, pero sin tener un mandato con ese fin.
El efecto político importante es que, bajo la apariencia de instituir un palmarés, se instituyen jueces, lo cual es uno de los objetos fundamentales de todas las luchas simbólicas: en cualquier campo, la gran cuestión es saber quién tiene derecho a estar en el campo, quién forma parte de él (y quién no forma parte), quién dice quién forma parte del campo, quién tiene derecho a decir que es verdaderamente intelectual. Al decir quién es el intelectual verdadero, digo quién es verdaderamente intelectual. No es lo mismo decir que es Lévi-Strauss o que es Bernard-Henri Lévy. Al optar por una forma de realización ejemplar, paradigmática, del intelectual, afirmo bajo una forma universalizada mi propia definición del intelectual, es decir, la más acorde a mis intereses específicos. La cuestión será saber cuál es el principio de definición de los intereses específicos (¿por qué, en lo que me toca, estoy, como ustedes lo sentirán por mi manera de hablar, a favor de Lévi-Strauss antes que a favor de Bernard-Henri Lévy?). Cabe suponer que hay una relación entre la posición en el espacio en cuestión y la toma de posición sobre dicho espacio.
Toma de posición sobre las tomas de posición
¿Quiere eso decir que ya no hay una posición objetiva sobre ese espacio? Este tipo de asunto se vio mucho en la práctica allá por 1945 a partir de lecturas de Max Weber. En el clima algo depresivo de la época, la pregunta era si el historiador atrapado en la historia podía emitir juicios históricos sobre esta, si el sociólogo atrapado en la sociedad podía hablar objetivamente de ella.[51] Aquí, la cuestión se plantea de la manera más dramática: ¿se puede en un curso ex cathedra, ex officio, autorizado, hablar de esas cosas sin dar un golpe de fuerza ni cometer un abuso de poder simbólico? ¿Lo que estoy haciendo en este momento compete a la misma lógica de lo que estoy describiendo? En otras palabras, ¿es posible una sociología de los intelectuales para alguien que forma parte del universo intelectual? ¿Es posible una sociología científica? Consiste en una cuestión mayúscula y uno de los ataques más virulentos contra la sociología.
La cuestión es conocer la diferencia entre lo que estoy esbozando y lo que describo. Primero, una diferencia –acabo de enunciarla– es que explicito los principios prácticos de lo que pasa y, como resultado, estoy obligado a aplicármelos a mí mismo. No puedo decir que el principio de cada toma de posición sobre el campo intelectual debe buscarse con relación a la posición ocupada en ese campo, sin brindar a quienes me escuchan la posibilidad de plantearme la cuestión de la relación entre lo que digo y mi posición en el campo. Segundo, me doy al mismo tiempo la posibilidad de controlar los efectos de mi propia posición sobre mi toma de posición sobre esas tomas de posición. En otras palabras, me doy la posibilidad de objetivar el punto de vista sobre cuya base hablo, del mismo modo que objetivo el punto de vista sobre cuya base se produce aquello de lo que hablo. Entonces, también puedo objetivar la estrategia fundamental que consiste en transformar un punto de vista situado en punto de vista sin punto de vista. La estrategia ideológica que describí al comienzo, que, según la vieja fórmula de Marx, consiste en universalizar el caso particular,[52] se vuelve entonces mucho más concreta. Quiere decir (si entendieron lo que dije sobre la noción de campo) que cada sociología se produce a partir de un subcampo que, a la vez, está en el campo. Es la vieja frase de Pascal: “El mundo me comprende pero yo lo comprendo”.[53] El sociólogo que pretenda comprender el mundo en el cual está comprendido solo tendrá alguna posibilidad de comprenderlo científicamente a condición de comprender a partir de dónde comprende y tomar en cuenta en su comprensión el hecho de que esta se produce en alguna parte, como las demás, con la diferencia de que la comprensión