Curso de sociología general 2. Pierre Bourdieu

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Curso de sociología general 2 - Pierre  Bourdieu Biblioteca clásica de siglo veintiuno

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creo que toda la dificultad frente a un fenómeno como este es llegar a asombrarse por todo, incluido lo que se comprende demasiado rápido y cuyo testimonio es la risa, porque reír siempre es comprender demasiado rápido; uno no podría decir por qué se ríe, pero ha comprendido algo.

      No tengo el número de Lire –espero que puedan conseguirlo–, pero intento describirlo. Está el palmarés con fotos y biografías de los cinco primeros, a continuación la lista y luego comentarios producidos por los productores del cuestionario: los inventores de la técnica, por lo tanto. A la pregunta “¿Sartre sigue ahí?”, dicen que no saben cómo responder, que es una lástima o que, si hubiera uno, sería más bien Fulano. Esos comentarios parecen desprenderse del palmarés, pero ya sería un buen reflejo preguntarse si no son los principios inconscientes de producción del palmarés. Y en un rincón, bien al final, se indica la lista de las cuatrocientas cuarenta y ocho personas interrogadas.

      Esa es la cuestión fundamental: ¿quién está investido del derecho a juzgar en materia de desempeño intelectual? Lire da la lista de las personas que respondieron y, en el caso de los más eminentes, los considerandos, y –aquí es donde me parece que la sociología produce sus efectos– de hecho la cuestión que el palmarés planteaba tácitamente era la siguiente: ¿quién es el juez en materia de producción intelectual? ¿Quién tiene derecho a juzgar? ¿Quién está justificado para juzgar? Lire da la lista de los elegidos y la lista de los electores. Para comprender el principio de selección implementado en la lista de los elegidos, hay que buscar el principio de selección implementado en la lista de los electores. Los electores fueron elegidos según un principio no enunciado que se reproduce de manera inconsciente en la lista de los elegidos. Miremos la lista de los electores, a quienes se clasifica por categorías: “escritores”, “escritores-profesores” o “universitarios”, “escritores-periodistas” y “periodistas”.

      Ahora, basta con poner en relación el palmarés tal como me he limitado a mencionarlo hace un momento y el cuerpo de los jueces para comprender el principio de ese palmarés –si lo leen, creo que se convencerán–, que es tener un sesgo en favor de los periodistas-escritores. En concreto, los escritores-periodistas están sobrerrepresentados, como si el principio del palmarés hubiera sido una suerte de cota de popularidad –como se dice en el ejército–, una suerte de prejuicio favorable en beneficio de los más periodistas entre los escritores o los más escritores entre los periodistas. Dicho esto, no es tan simple: con Lévi-Strauss no hay equívocos.

      Para entender el procedimiento hay en primer lugar algo importante desde la perspectiva de la filosofía social, y es que las técnicas sociales pueden ser invenciones sin sujeto: si se necesitan horas para desmontar lo que se ha emprendido con ese palmarés, se debe en gran parte a que se trata de una invención infinitamente más inteligente que la suma de todas las inteligencias individuales, y en esto el sujeto del emprendimiento es un campo. El campo de los periodistas –y aquí voy al final del análisis antes de desplegar todos los considerandos– inventa esa institución, por trasposición o transferencia de una técnica análoga que los políticos utilizan de manera habitual; pero cuando se trata de políticos, uno está afuera. Cuando se es intelectual, se está en el mismo universo, se es juez y parte sin que así parezca (en todo caso, uno querría ser parte y, por lo tanto, juez). En virtud de la transferencia de una técnica utilizada en otro lado, los que se manifiestan en los efectos de campo son los intereses colectivos, pero no, de ninguna manera, en el sentido en que se habla de “intereses colectivos” en los sindicatos, jamás son la sumatoria de intereses. El palmarés es un palmarés, pero de manera colectiva; expresa una colectividad. Simplemente, el efecto simbólico de ese palmarés obedece al hecho de que la colectividad expresada no es la percibida por los receptores. En efecto, el palmarés se presenta como universal: “Son los cuarenta mejores escritores”; léase: “(tal como lo juzgan los escritores mismos)”. Es un juicio que se presenta como producto de una autoselección autónoma del campo intelectual, mientras que el análisis de los votantes pone de relieve que el cuerpo de votantes está dominado por personas que, precisamente, son sujetos de palmarés; está dominado por las personas cuyo rol social consiste en hacer los palmareses. Si se leen los detalles, se descubre que los autores mismos de la encuesta dicen que quisieron pedir el consejo de personas que tienen poder, que son influyentes en el campo. Voy a citar la frase: “Hombres y mujeres que por su actividad profesional misma ejercen influencia sobre el movimiento

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