La Argentina después de la tormenta. Francisco de Santibañes

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La Argentina después de la tormenta - Francisco de Santibañes

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modificando la política doméstica de sus países. Si bien Trump, Bolsonaro, Putin, Erdogan, Modi y Netanyahu, para mencionar tan solo algunos casos, pueden ser calificados como “conservadores”, ellos presentan una serie de novedades. A diferencia de los conservadores del pasado, no se muestran respetuosos del principio de moderación ni de las jerarquías sociales establecidas. Al contrario, cuestionan fuertemente a un establishment “liberal y progresista” que, según su visión, ha dejado de defender los intereses y los valores de sus poblaciones.

      El nacionalismo de estos líderes también ha puesto en crisis a los organismos internacionales que, para su buen funcionamiento, necesitan que los Estados les cedan cierto grado de soberanía. La ONU, la Unión Europea y la OMC son algunas de las instituciones que han perdido influencia en años recientes. Esto significa que será más difícil coordinar el accionar de los Estados para combatir amenazas como el calentamiento global o el creciente proteccionismo comercial.

      Por otro lado, el realismo de los conservadores populares en política exterior ha llevado a que se acelere un conflicto estratégico entre China y los Estados Unidos que, por ahora, viene dándose en el campo político, económico y tecnológico aunque, si no es manejado de manera prudente, podría trasladarse al plano militar.

      Pero también el mundo le presenta oportunidades a la Argentina. Entre estas, podemos mencionar el incremento de los lazos económicos que nos unen con otras naciones. Los posibles acuerdos –como el del Mercosur con la Unión Europea– tienden a fomentar la llegada de inversiones debido al establecimiento de reglas de juego más claras y estables.

      La Argentina de hoy enfrenta un escenario más complejo que en el pasado porque, si bien siguen existiendo oportunidades, los costos de llevar adelante una política exterior cambiante y poco clara serán mayores de lo que fueron durante el orden liberal que lideró los Estados Unidos.

      ¿Qué debemos hacer? En el corto plazo, hay que implementar políticas públicas que fortalezcan las capacidades estatales en áreas clave, como son la educación pública y la defensa nacional, generando al mismo tiempo las condiciones para que el sector privado gane competitividad. Si se piensa en el largo plazo, tendremos que formar una nueva clase dirigente que, a través de los lazos de confianza y una visión compartida de país, pueda no solo impulsar la inserción exitosa de la Argentina en el mundo sino también su desarrollo económico y social.

      En primer lugar, repasemos cuáles son algunas de sus principales características. Como su nombre lo indica, el conservadurismo popular continúa con la tradición conservadora, por lo cual no debe extrañarnos que algunas de sus banderas sean la defensa de la religión, la nación y el modelo tradicional de familia. Si bien los conservadores populares son capitalistas, están dispuestos a subordinar la eficiencia económica a otros objetivos, como son la estabilidad social o la seguridad nacional. Asimismo, su política exterior tiende a ser realista.

      Lo que diferencia a los conservadores populares de los conservadores tradicionales es que carecen de moderación y son profundamente antielitistas. De hecho, denuncian a las clases dirigentes actuales (progresistas en lo social, liberales en lo económico y cosmopolitas en lo internacional) por haber dejado de representar los intereses y los valores de sus pueblos. Esto ha llevado a algunos de sus líderes a promover una forma de democracia más directa, alejada del modelo republicano liberal.

      En dicho libro menciono la experiencia de algunos conservadores populares. Entre ellos Vladimir Putin en Rusia, Recep Erdogan en Turquía, Benjamin Netanyahu en Israel, Donald Trump en los Estados Unidos, Narindra Modi en India, Jair Bolsonaro en Brasil y los líderes de Polonia y Hungría. Incluso sostengo que Xi Xinping, líder de China, posee algunas características que lo acercan al conservadurismo popular.

      Del otro lado del debate están los liberales progresistas, defensores del orden liberal que se consolidó luego de la caída del Muro de Berlín y que se sostiene sobre tres pilares: la promoción de la democracia liberal, la globalización y las instituciones internacionales. Algunos de sus representantes en aquel momento eran Emmanuel Macron, en Francia, y Justin Trudeau, en Canadá.

      Repasemos lo que sucedió durante el último año donde, como anoté en el capítulo anterior, numerosos conservadores populares incrementaron su poder en las urnas. Con un 64 % de los votos, Modi logró imponerse en India por un margen más amplio que en la elección anterior, y lo hizo con un discurso aún más nacionalista. En Gran Bretaña, Boris Johnson no solo ganó la elección sino que transformó su partido, de conservador tradicional a uno conservador popular. En Brasil, Bolsonaro tiene hoy el mayor nivel de aceptación desde el inicio de su mandato. Putin logró la aprobación, con casi el 80 % de los votos, de una reforma constitucional que seguramente le permitirá ganar su reelección con comodidad. En Polonia, Andrzej Duda consiguió la reelección y en España surgió el Vox, partido que alcanzó el tercer lugar en las elecciones realizadas a fines de 2019.

      El mayor golpe que ha sufrido el conservadurismo popular fue fruto de la debilidad de Trump, quien perdió la elección presidencial. Si bien esta debilidad es más un producto de su manejo de la pandemia que de sus ideas, esta derrota electoral es probable que marque un cambio de tendencia a nivel global debido a la importancia que tiene Estados Unidos.

      Por otra parte, el liberalismo progresista continúa a la defensiva. Macron parece haber modificado algunas de sus posturas y se abraza a un discurso más cercano a la derecha tradicional francesa, gaullista, que al liberalismo progresista. Probablemente esto se deba a la pérdida de respaldo que su visión original sufrió luego de la aparición de los chalecos amarillos. Y, como dijimos, sería un error creer que el triunfo de Joe Biden es una clara victoria del liberalismo progresista. Como dijimos, el Partido Demócrata no solo se fue hacia la izquierda sino que los liberales progresistas han perdido influencia en la cultura de su país, cediendo espacio a una nueva generación de intelectuales que prioriza el feminismo, la lucha contra el racismo y otras causas, en lugar de defender el pluralismo y la libre discusión de ideas. Solo en el Partido Laborista en Gran Bretaña el liberalismo progresista ha podido tomar el control de la mano del moderado Keir Starmer.

      En definitiva, el conservadurismo popular no solo ha logrado sobrevivir la pandemia sino que parece haber ganado fuerza. Por este motivo, resulta fundamental estudiar un fenómeno que, probablemente, también llegue a nuestro país.

      Tengo la sensación de que gran parte de los cambios políticos que tendrán lugar como consecuencia de este nuevo coronavirus serán el resultado de lo que suceda en la derecha. Más precisamente, de la interna que tenga lugar entre las diversas tradiciones que la conforman. ¿Cuáles son estas tradiciones?

      El lado más oscuro de la derecha lo representan los movimientos nacionalistas que surgieron a principio de siglo XX en Europa. En su momento, estos movimientos fueron revolucionarios, ya que, si bien buscaron inspiración en el pasado mítico de las sociedades, eran esencialmente modernos. El fascismo, por ejemplo, vio en el Estado al único representante de un pueblo supuestamente homogéneo. Proponía abandonar la democracia liberal para elegir, por aclamación, a un hombre fuerte que pudiese hacer uso del aparato estatal para guiar al pueblo a un destino de gloria. Semejante concentración de poder devendría en el totalitarismo y en un nacionalismo que, una vez llevado al

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