Encuentro con las élites del Mediterráneo antiguo. Julián Gallego

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Encuentro con las élites del Mediterráneo antiguo - Julián Gallego Estudios del Mediterráneo Antiguo / PEFSCEA

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y tal vez incluso tuvieron un sabor decididamente local: les encantaba el besugo salado. En resumen, y a pesar de todas las redes y la conectividad, la jerarquía social y la distinción se rigieron por prácticas que estuvieron profundamente arraigadas en, e inspiradas por, el horizonte local. A menudo se considera a Corinto una ciudad conectada por excelencia, pero insto a que tengamos precaución aquí: por mucho que los corintios y sus élites se involucraran en lo que Irad Malkin ha llamado Hellenic Wide Web, ellos siguieron gravitando en torno a la órbita local del Istmo, y al propósito que esto trajo a sus vidas (Malkin, 2011; Malkin, Constantakopoulou & Panagopoulou, eds. 2011).

      Es interesante cotejar con otras ciudades griegas de las inmediaciones y comprobar allí también cómo las élites estuvieron sujetas a narraciones, idiosincrasias y epistemologías que fueron igualmente locales. Por ejemplo, en la vecina Megara, el entorno discursivo siguió un régimen de distinción social sustancialmente diferente: la práctica decisiva allí para asegurar la riqueza no fue la propiedad de la tierra a gran escala sino la crianza de ganado y todo lo que esta cadena productiva implicaba, desde la gestión del rebaño y el pastoreo hasta la esquila y el hilado, para diseñar un vestido de lana especial que fue reconocido en toda la Grecia clásica por su alta calidad, el khlanís megárico. La competencia local implícita con Megara casi seguramente inspiró el engrandecimiento de la Casa de la Fuente de Glauco en Corinto en el siglo VI a.C., demostrando una habilidad local similar a la que fue necesaria para construir la Fuente de Teágenes en Megara (o viceversa, dependiendo de qué casa de la fuente fuera más antigua) (cf. Beck & Smith, eds. 2018). Considérese asimismo el caso de las élites sicionias, que se hallaban en competencia abierta con Corinto por la producción cultural y artística de todo, desde el modelado en arcilla hasta la escultura en bronce y la pintura (cf. Ziskowski, 2016). Al otro lado del Istmo, al este, las élites gobernantes de Egina operaron en un entorno discursivo plenamente local; las Odas de Píndaro cantan muchísimo a su mundo (cf. Burnett, 2005). Y al sur, las élites de la gran ciudad de Argos, que actuaron a través de un vasto conjunto de idiosincrasias locales en cultura, política y aglomeración social, tenían evidentemente su propia visión del mundo, suscitando un conjunto de habilidades bastante diferente, o Könnensbewusstsein (cf. Bearzot & Landucci, eds. 2006).

      No podemos profundizar en el rico cuerpo de evidencia para cada uno de estos ejemplos. En cambio, me gustaría insistir en la noción de diversidad local y detenerme en sus consecuencias. Las élites de la Grecia clásica estuvieron bajo una inmensa presión. Las cambiantes circunstancias en la política y la sociedad, provocadas por la gobernanza completamente desarrollada de la polis, sus instituciones, reglas, procedimientos, establecen parámetros totalmente nuevos para las agencias de élite. En los siglos VII y VI, sus ideologías formativas fueron fundamentales para el surgimiento de la comunidad como tal. Sin embargo, a mediados del siglo V esta relación se derrumbó. Ya mencionamos la desaparición de kalokagathía como un eslogan para presumir distinción. Al mismo tiempo, las escenas de simposio retrocedieron dramáticamente en el canon de exhibición visual en los vasos, y lo mismo ocurrió con la participación en la competencia atlética. En resumen, los valores comunales de la polis de los hómoioi y los ideales cívicos de los polîtai no solo se habían emancipado de los de “los pocos”, “los mejores”, “los hermosos”; se habían convertido en un desafío abierto, si no en una amenaza para el gobierno de las élites.

      ¿Cómo las élites lidiaron con el cambio? Una estrategia en el camino hacia el ajuste fue presentarse como líderes, o garantes, de un entorno discursivo local totalmente nuevo. Esto se ha visto mucho en política. Por ejemplo, la célebre ley de ciudadanía de Pericles de 451 a.C. es considerada por muchos como un intento de comprometer la conectividad de amplio alcance de las élites gobernantes; sus lazos familiares; sus redes extrapolíticas de apoyo y éxito; el prestigio que esto traía. En este sentido, se sumó al gran proceso de convertir a las élites aristocráticas conectadas del período arcaico tardío en las élites locales de la polis de esa época (Blok, 2013; 2017).

      Algunos académicos han indicado que las élites de la Grecia clásica dejaron pasar una serie de oportunidades: incapaces de monopolizar el ejercicio del poder político y carentes, a la vez, de un código conjunto de valor que les permitiera distinguirse positivamente del pueblo común, las élites gobernantes de las ciudades-estado griegas estuvieron condenadas a la extinción (cf. Schmitz, 2008). Estas observaciones merecen una consideración desde una perspectiva intercultural: de hecho, la naturaleza cambiante de los discursos públicos en la polis griega creó un clima social y político que puso a las élites locales ante enormes desafíos. Sin embargo, el veredicto negativo, es decir, la incapacidad de superar esos obstáculos y marcar el camino de la política en un sentido más rígido y también sostenido, no necesariamente ayuda a explicar la naturaleza de la distinción de élite en cuanto tal. El argumento es casi circular: la oportunidad de monopolizar el poder nunca se presentó realmente en la polis clásica, y cualquier código de valor en pos de este objetivo habría sido contrario a la realidad política y social como tal. Por el contrario, resulta posible sugerir que las élites de la Grecia clásica aprovecharon todas las oportunidades para fortalecer su estatus social en casa, en sus comunidades locales. Su mundo estaba conectado por todas partes, conformado por un vibrante intercambio de conocimiento y bienes materiales, dirigido por tradiciones y creencias que las hicieron griegas. Sin embargo, el discurso cotidiano de la polis era completamente local, regido por la idiosincrasia de la costumbre y el culto, por evaluaciones socio-céntricas del mundo, por nociones de apego y pertenencia al lugar. Como líderes de este discurso, las élites de la Grecia clásica se hallaban firmemente arraigadas y debieron responder a las demandas de un mundo vital que era significativamente más local que lo que sugiere la fascinación académica con una conectividad aparentemente ubicua en todo el Mediterráneo griego.

      Bibliografía

      Bearzot, C. & F. Landucci (eds. 2006). Argo. Una democrazia diversa, Milano.

      Beck, H. (2017). “Dem Lokalen auf der Spur. Einige Vorbemerkungen zur Parochial Polis”, en H. Beck, B. Eckhardt, C. Michels & S. Richter (eds.), Von Magna Graecia nach Asia Minor. Festschrift für Linda-Marie Günther, Wiesbaden, 35-54.

      Beck, H. (2018). “‘If I Am from Megara –so What?’: Introduction to the Local Discourse Environment of an Ancient Greek City-State”, en Beck & Smith (eds. 2018), 1-31.

      Beck, H. (2020). Localism and the Ancient Greek City-State, Chicago.

      Beck, H. & Smith, P.J. (eds. 2018). Megarian Moments: The Local World of an Ancient Greek City-State. Teiresias Supplements Online, Vol. 1.

      Blok, J. (2013). “Citizenship, the Citizen Body, and its Assemblies”, en H. Beck (ed.), A Companion to Ancient Greek Government, Malden, MA, 161-175.

      Blok,

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