Hijas e hijos de la Rebelión. Una historia política y social del Partido Comunista de Chile en postdictadura (1990-2000). Rolando Álvarez Vallejos

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Hijas e hijos de la Rebelión. Una historia política y social del Partido Comunista de Chile en postdictadura (1990-2000) - Rolando Álvarez Vallejos

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Almarza, «La agonía del comunismo», La Nación del 9 de julio de 1990.

      82 Al respecto, ver «DC reconoció triunfo PC en Fenats» y «JJCC ganaron elecciones en la FEUSACH», en La Nación del 13 de diciembre y 24 noviembre de 1990, respectivamente.

      83 El Siglo del 16 de septiembre de 1990, p. 19. También ver «Concurso literario El Siglo. Un aporte a nuestra cultura», El Siglo del 22 de junio, p. 22.

      84 Cada semana, El Siglo informaba sobre los resultados de cada fecha. Sobre la inauguración del campeonato, «Viejos cracks se juegan paso a las finales», El Siglo del 27 de mayo de 1990.

       C apítulo 2 La diáspora de la disidencia comunista (1987-1992)85

      Cuando estalló la crisis del PC en 1990, el poeta y músico Mauricio Redolés representó el sentido común de muchos militantes. A comienzos de año, publicó una polémica carta titulada «Renovación para la Revolución», en la que pedía la democratización interna de la organización. Al igual que otros disidentes, solicitaba un congreso extraordinario «realizado bajo el imperio de la democracia, que logre derribar todo lo que trabe y tapuje la confrontación de ideas». Decepcionado, meses más tarde hacía públicas las razones de su renuncia a la colectividad a la que había pertenecido durante casi veinte años: en su reunión de célula no lo habían dejado hablar. Su opción no era crear un nuevo PC ni militar en otro partido. Como el grueso de los que se retiraron de la organización en 1990, optó por restarse de cualquier otra colectividad política86. Parafraseando el texto del alemán Bertold Brecht sobre «los imprescindibles», muy conocido entre la militancia comunista, Redolés redactó un poema que terminaba diciendo «Y ahora estoy aquí, en el bar de la esquina, porque ya no llega nadie a la reunión de célula». Ante las noticias de que tal o cual compañero o compañera abandonaba la organización, la percepción de muchos comunistas fue la misma que tuvo Redolés: el partido parecía despedazarse y la militancia desperdigarse. Era la diáspora comunista en el año de la peor crisis de su historia.

      A lo largo de su trayectoria, el Partido Comunista ha tenido a lo menos tres grandes disputas internas. La primera, a fines de la década de 1920 y principios de la de 1930, fue la versión chilena del enfrentamiento entre «estalinistas» versus «trotskistas». En aquella oportunidad, se produjo una división muy significativa, que dejó a la facción «estalinista» muy debilitada87. Posteriormente, a fines de la década de 1940, durante los años de la clandestinidad bajo la presidencia de Gabriel González Videla, fue purgada la facción «reinosista». Liderada por el dirigente Luis Reinoso, sus integrantes eran partidarios de la «acción directa» contra el gobierno, lo que terminó con la expulsión del partido de esta «fracción»88. Así, el ciclo 1987-1992, puede considerarse un tercer momento de pugnas significativas en la historia del PC chileno. En 1987 se marginaron militantes que consideraban un error abandonar la lucha armada contra la dictadura, creando el llamado Frente Patriótico Manuel Rodríguez Autónomo89.

      En un trabajo anterior, dividimos el desarrollo de esta crisis en tres etapas. La primera se desarrolló alrededor del XV Congreso del PC, realizado en Chile en mayo de 1989. Esta instancia fue la primera vez, desde el golpe de Estado de 1973, que el conjunto de la militancia comunista hacía un balance de su línea política. La clandestinidad y el exilio habían provocado que la Dirección del PC cancelara un Congreso a realizarse en 1983. La magnitud de las diferencias al interior del cuerpo dirigente del partido hizo que se pospusiera el evento. Durante el XV Congreso, la discusión se concentró en torno a la justeza o no de la línea del PC contra la dictadura, conocida como Política de Rebelión Popular de Masas. Esta había introducido al acervo partidario el concepto de «todas las formas de lucha» contra la dictadura, lo que en la práctica significaba la implementación de acciones armadas y el desarrollo de una perspectiva insurreccional para derrocar a la dictadura. La formación de un brazo armado (llamado Frente Patriótico Manuel Rodríguez), un masivo ingreso de armas al país para ejecutar un movimiento insurreccional y el fracasado atentado contra el general Pinochet, fueron algunas de las expresiones más destacadas de la política de los comunistas durante el período. La dirección interior del PC, encabezada por la dirigente Gladys Marín, defendía a brazo partido su implementación. Por otra parte, una minoría del comité central y otros militantes de distintos niveles se alistaron para criticar el supuesto giro «ultraizquierdista» que habría implicado la perspectiva insurreccional de la política del PC. Planteaban que esta fórmula alejaba al partido de su tradicional opción por la lucha de masas y su flexibilidad táctica. Por último, los dirigentes más antiguos, parte de la Dirección del PC durante la Unidad Popular y que habían padecido el exilio durante la dictadura, también miraban con recelo las decisiones que la dirección interior había tomado. En especial, muchos habían planteado que no existían reales condiciones para implementar una insurrección en Chile. De esta manera, la convocatoria del XV Congreso criticó «el reformismo» de la Unidad Popular, las vacilaciones en la lucha contra la dictadura y consagró la legitimidad de la Política de Rebelión Popular. Gran parte de los dirigentes que se oponían a estas visiones, quedaron fuera del Comité Central90. Como se puede apreciar, en esta fase el núcleo del debate se relacionó fundamentalmente con cuestiones internas de la organización y su resultado fue que un sector significativo del partido quedó insatisfecho con las conclusiones del Congreso.

      De esta manera, la segunda fase de la crisis se desarrolló entre el fin del XV Congreso y la I Conferencia Nacional del PC, realizada a mediados de 1990. Durante este período, los conflictos se acentuaron por dos factores exógenos al PC: los magros resultados en la elección parlamentaria de diciembre de 1989, en las que los comunistas no obtuvieron ningún parlamentario, y la caída del Muro de Berlín y el consiguiente colapso del campo socialista. La principal característica de la crisis durante estos meses fue su expresión pública, algo ajeno a la siempre secretista cultura política comunista. Los principales aspectos del debate se relacionaron, por un lado, con la pertinencia o no de formar parte del nuevo gobierno y, por otro lado, si era conveniente o no que el PC siguiera existiendo sobre sus antiguas bases ideológicas y orgánicas. Durante esta fase, la disidencia se vio fortalecida por un sector de militantes a quienes se les conoció como los «renovadores». Integrado por intelectuales, habían sido parte importante en el diseño de la Política de Rebelión Popular y habían mantenido una férrea oposición al «reformismo» comunista durante el XV Congreso. Sin embargo, en esta coyuntura se volvieron críticos de la Dirección del PC, por considerar que esta no abría las puertas del debate democrático sobre los cambios ideológicos que el partido requería a la luz de la crisis del campo socialista. Además, terminaron coincidiendo con el sector derrotado en el XV Congreso, respecto a que era necesario integrarse a la Concertación de Partidos por la Democracia, coalición que sostenía al nuevo gobierno democrático. Esa segunda parte de la crisis se cerró con la mencionada Conferencia Nacional, realizada entre el 29 de mayo y el 2 de junio de 1990. Ella declaró el fin del debate sobre los cambios que requería la organización, reafirmando su continuidad sobre sus bases tradicionales, lo que fue tildado por sus críticos y la prensa como expresión de la «ortodoxia comunista». Además, la Conferencia llamó a terminar con lo que se denominó «un debate ensimismado». Durante la realización de esta importante reunión, renunciaron a su cargo de integrantes del Comité Central Augusto Samaniego y Manuel Fernando Contreras, los más destacados militantes de la corriente «renovadora». Era su señal de protesta contra las supuestas conductas antidemocráticas de la dirección del partido.

      La tercera y última fase de la crisis estalló cuando a principios de julio de 1990 Fanny Pollarolo renunció públicamente al Comité Central. Señaló que tenía diferencias políticas fundamentales con la dirección del PC, en especial por lo que consideraba los métodos antidemocráticos del funcionamiento y estructura del partido. Muy conocida dirigente pública del PC, Pollarolo se convirtió en la nueva líder de la disidencia. A partir de ese momento, se provocó una especie de efecto dominó

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