Del laboratorio al mercado. Álvaro Ossa Daruich
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La falta de una evaluación precisa sobre la comercialización de la tecnología y la carencia de un plan para su implementación conforman otra barrera permanentemente presente. Los centros de I+D y universidades se centran mucho en el avance y la difusión del conocimiento, haciéndolo, por ejemplo, a través de publicaciones científicas, antes que patentar sus hallazgos, lo que colisiona profundamente con las demandas de la industria (Mazurkiewicz & Poteralska, 2017).
Según los autores, otros de los problemas que se generan en el desarrollo tecnológico a través de la vinculación universidad-empresa, tienen relación con quien financia los desarrollos. Por un lado, está el interés de las universidades y centros de I+D de que sean las empresas las que financien el proceso completo, lo que se contrapone con el interés de la industria, que es financiar el resultado final, pero no el proceso de investigación en sí.
Finalmente, otras de las barreras económico-organizacionales corresponden a los problemas relacionados con los derechos de propiedad intelectual. Por lo general, las universidades y centros de investigación buscan mantener para sí la propiedad intelectual, ya que en el centro de su quehacer está la creación de conocimiento; aunque sí están disponibles para que la empresa lo utilice, aun en forma exclusiva y perpetua. Por otro lado, las empresas también quieren tener la propiedad intelectual, debido a que la entienden, erróneamente, como el único mecanismo para garantizar el uso en forma exclusiva y perpetua de la tecnología desarrollada (Mazurkiewicz & Poteralska, 2017).
Barreras del ecosistema
Con respecto a las barreras del ecosistema (Mazurkiewicz & Poteralska, 2017), están en la ausencia de una estrategia nacional de desarrollo tecnológico, el poco financiamiento, la falta de infraestructuras, y la carencia de incentivos para impulsar la transferencia tecnológica tanto en empresas como en centros de I+D y universidades. Son pocos los países que tienen una real y efectiva estrategia de desarrollo tecnológico. Sin una mirada estatal de largo plazo que involucre realmente al sector privado, no es posible desarrollar un sistema robusto de innovación basado en ciencia.
Por otro lado, el financiamiento siempre ha sido una barrera relevante, según los autores, tanto en países desarrollados como en los que no lo son, y el problema no radica solo en los montos a invertir, que por lo general se miden como un porcentaje del PIB de la nación, sino también en quiénes son los que invierten en I+D. Mientras en países desarrollados hay un equilibrio entre los aportes estatales y privados, e, incluso, en algunos casos los aportes privados son mayoritarios, en países de menor desarrollo es el Estado quien financia, con las restricciones presupuestarias imaginables.
Con respecto a la infraestructura, según continúan los autores, para lograr innovación basada en ciencia y tecnología se requieren laboratorios y equipamiento sofisticados. Adicionalmente, no basta solo con la implementación inicial, sino que también es necesario mantenerlos y actualizarlos, por lo que, para generar desarrollos tecnológicos de clase mundial, es imprescindible contar con infraestructura de clase mundial.
Finalmente, para los autores, los incentivos son claves a la hora de impulsar el ecosistema de ciencia y tecnología. En universidades y centros de investigación es necesario incorporar métricas dentro de la evaluación de la carrera profesional y académica, que reconozcan los aportes de los investigadores en estas materias. Para el caso de las empresas, uno de los incentivos interesantes son las rebajas tributarias por invertir en desarrollos tecnológicos, aunque lo importante es que sean poco burocráticos y fáciles de gestionar, para que la industria se interese en acogerse a ellos y resulte más atractivo involucrase en desarrollar ciencia y tecnología.
Para hacer frente a estas barreras, es importarte reconocerlas y trabajar con el fin de poder reducirlas o eliminarlas. Este enfoque debe aplicarse tanto antes de que se tome la decisión de desarrollar la tecnología, como en el curso de su desarrollo. Dependiendo del tipo de barrera, las actividades deben llevarse a cabo individualmente a nivel organizacional o conjuntamente con otras instituciones (Mazurkiewicz & Poteralska, 2017).
Ejemplos de transferencia tecnológica
Gatorade
Lo que se conoce como bebida isotónica es un muy buen ejemplo de transferencia tecnológica. A mediados de los años sesenta, un equipo de investigadores de la Universidad de Florida, en Estados Unidos, creó una bebida que reponía rápidamente el líquido corporal de los jugadores de su equipo de fútbol americano Florida Gators. Consumir este líquido les ayudaba a evitar la deshidratación y pérdida de sales minerales. Este increíble invento fue bautizado como Gatorade, en honor a Florida Gators y al científico Robert Cade, quien comandó la investigación (Gatorade®, La Bebida Deportiva N°1 Del Mundo Cumple 50 Años | PepsiCo, 2015).
La historia relata que el entrenador del equipo Florida Gators le preguntó al doctor Robert Cade, quien aún no cumplía los 40 años, por qué los jugadores de su equipo no podían orinar después de cada juego. El médico nefrólogo, quien además era un excelente científico, comenzó a investigar y descubrió que los jugadores perdían hasta 8 kilogramos de peso después de cada juego, que duraba tres horas en promedio, de los cuales alrededor del 95% era agua, producto del sudor generado por lo exigente de la actividad física.
Robert Cade, junto a Dana Shires, James Free y Alejandro de Quesada, desarrolló una bebida que permitía una rápida rehidratación. Se cuenta que las primeras versiones tenían sabor a químicos desinfectantes, lo que hacía que los jugadores vomitaran. Ante esto, la esposa del doctor Cade recomendó añadir jugo de limón a la bebida.
En 1965 se comenzó a usar Gatorade y, al año siguiente, apariciones en la prensa comenzaron a hacerla popular. En 1967, uno de los estudiantes del doctor Cade conversó con uno de los vicepresidentes de Stokely-Van Camp, Inc., empresa envasadora de frutas y vegetales, quienes finalmente llevaron al mercado el producto.
Con el pasar de los años, los Florida Gators lograron una serie de triunfos, detonando un masivo interés hacia la bebida en 1967 cuando el entrenador de los Yellows Jackets, equipo de Georgia Tech Bud Carson, declaró luego de la derrota 27 a 12 de su equipo frente a Los Gators: “Nosotros no teníamos Gatorade, eso hizo la diferencia” (Gatorade®, La Bebida Deportiva N°1 Del Mundo Cumple 50 Años | PepsiCo, 2015).
La historia no estuvo exenta de problemas. En 1970, en Estados Unidos se prohibió el uso del ciclamato sódico en alimentos y bebidas, uno de los ingredientes de Gatorade, por lo que Rober Cade y su equipo tuvieron que crear una nueva fórmula sin este compuesto. En 1973 se generó una controversia judicial importante por los derechos de propiedad intelectual del desarrollo, que finalmente llegó a acuerdo entre los investigadores y la universidad, determinando que el equipo de investigación se quedaría con un 80% de las regalías, y la universidad con el 20% restante.
Desde entonces, Gatorade se convirtió en la fórmula hidratante para deportistas por excelencia. Actualmente es consumida en más de 55 países, siendo la bebida oficial de diversas organizaciones.
Gatorade además se ha utilizado para manejar la deshidratación producida por algunas enfermedades, por lo que su aporte e impacto en la sociedad es notable y corresponde