Movimiento en la tierra. Luchas campesinas, resistencia patronal y política social agraria. Chile, 1927-1947. María Angélica Illanes Oliva

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Movimiento en la tierra. Luchas campesinas, resistencia patronal y política social agraria. Chile, 1927-1947 - María Angélica Illanes Oliva страница 22

Movimiento en la tierra. Luchas campesinas, resistencia patronal y política social agraria. Chile, 1927-1947 - María Angélica Illanes Oliva

Скачать книгу

de fatigas, de miserias, de embarazos, de sufrimientos»127.

      Mientras los otros hombres estaban en el piñoneo, Pancho Ocares se dedicaba a cortejar a María Rosa. Al atardecer del fogón, ella tomó la guitarra: «El día que la cantaron / jue el día del taita Pancho / de tanta gente qui había / botaron la puerta el rancho / ay! / botaron la puerta el rancho // (…) La fiesta acabó a pencazos / qui había e suceder, / siendo remolienda e huasos, / así tenía que ser / ay! / así tenía que ser / ayayay!», cantaba la Flor del Quillén, mientras el galán le hablaba bajito palabras de amor: «Mi Rosita, mi Rosita quería…». Embriagada de tanto licor amoroso, María Rosa enfermó y poco a poco se fue entregando al romance de un amor infiel ya deseado. El día que el encuentro se produjo e hicieron el amor, Pancho develó su real intención: «¿Quererte? ¡Jé! Pa’ eso tenís a tu viejo… (…) ¿Creís que te quero? ¡Ja! ¡Ja! No voy a perder mi cariño en ti… Ni pa’ guaina servís… Jue pa’ ganar una apuesta que vine p’acá. Ya está, ya lo sabís too. ¿Qué?»128. …. Después de la desilusión y del despliegue de toda la fuerza de su ira, María Rosa esperó, pacientemente, la llegada de su marido Saladino…

      A través de esta novela del Chile montaña adentro, Marta Brunet ha construido a sus protagonistas con estos retazos de jóvenes mujeres campesinas que portan, como todas, el sueño del amor, de la pasión, del matrimonio seguro; sueños envueltos en el manto oscuro de la bajeza humana. Brunet nos retrata a mujeres de campo sujetas a un destino bastante trazado montaña adentro, interceptado por los «fuerinos», hombres que representan lo diferente del afuera, que atrae, que despierta, que enamora, que mata… Como telón de fondo, la novelista insinúa la problemática político-social campesina de la hora y describe, magistralmente, la naturaleza del Chile/Sur-Araucanía, su presencia bella y salvaje.

      ***

      Agobiada por el grito de hambre de sus hijos y cansada de esperar al trillador que no venía, mientras el trigo de su familia se torcía con sus granos maduros, Sofía partió de noche a recogerlo con sus propias manos. «Sus dedos, entonces, se metieron nerviosos por entre la paja crujiente. Las manos se agitaron, revolviendo, arrastrando, cogiendo. A ras de suelo, Sofía, la pusilánime, escarbó la tierra con sus uñas, sacó afuera del montón puñados de granos que fueron hinchando la lona del saco. Una y otra vez, atropellándose, hiriéndose, moviendo su cuerpo grueso como péndulo flojo», Sofía jadeaba, nerviosa, robando en la noche el grano de su propia era. Dormidos los pequeños de tanto llorar por su «harinita», pudieron al fin saborear, entre sueños, el preparado urgente de trigo molido, sal, grasa y ají129.

      Mientras los hombres seguían esperando al yegüero para la cosecha, Mamá Trinidad decidió partir a ver las chacras. «Los porotos deben estar soltando capis, ya… Hay que limpiar las melgas y soltarles agua a tiempo. Si quedan así, el sol los achicharra». En su camino a las chacras, Trinidad encontró invitación y conversa con campesinas del camino, comparando la vida de la hacienda con la vida del terruño propio. «El fundo puede ser bueno para los muchachos… no para las niñas. Mis hijos se fueron con sus hermanas lejos de la hacienda, a labrar lo suyo y a tener lo suyo (…) y todos nos fuimos… Nos costó trabajo acostumbrarnos, pero todo en la vida se llega a querer (…)». Trinidad sabía de qué hablaba; ella había sido ordeñadora del fundo, saliendo de madrugada, ganando cinco centavos por vaca ordeñada, los que le pagaban cada seis o más meses y con los que compraba pañales y azúcar en la pulpería de la hacienda130. Antes de morir Pantaleón, su esposo, éste le había encomendado sacar a las niñas de la hacienda, las que trabajando en los corrales de la ordeña eran a menudo «arrastradas» por el administrador. Mamá Trinidad «supo de esa puebla en las riberas del pequeño Larqui» donde los vecinos eran medieros del fundo. «La tierra había sido dividida en retazos de seis cuadras», aportando el dueño el terreno y una parte de la semilla, mientras todo el trabajo y sus elementos era puesto por el campesino. «Y si lo querían, el terreno podía ser de ellos, pagándoselo con cosechas, animales o dinero». Fueron al pueblo donde vivía el patrón del fundo y solicitaron su retazo de terreno. Al anunciarle su partida del fundo al administrador, este les quitó sus bueyes y su vaca, ante lo que Mamá Trinidad respondió: «Quédese con eso, (…) pero yo no le voy a dejar la miel de mis hijas a su hocico de burro. Y prefiero la miseria y la muerte antes que ninguna porquería las ensucie»131. Así habían comenzado su vida de medieros independientes, envueltos en el sueño de ser un día los dueños de su retazo…

      Llegada a las chacras, Mamá Trinidad y su nieto se entregaron a desmalezar y limpiar; cuando se aprontaban a regar de acuerdo al turno de agua solicitado al administrador del fundo, no tuvo cómo hacerlo: aquel le había dado el turno a otro. «Miren que botados a propietarios, los muy ricachones. Si yo estoy aquí el año pasado, no les doy chacra (…) Qué humos echan esos pobres diablos!»132.

      Pero el cielo se fue cubriendo, apretando de gris: caería lluvia, buena para las chacras, grave para el trigo sin cosechar. La centenaria abuela Flora, madre de mamá Trinidad, se puso a rezar con su nieta, a quien aseguró que el Arcángel San Miguel escuchaba las plegarias de viejos e inocentes. Y luego ambas partieron, presurosas, a la era, antes que cayese la lluvia y se perdiese el trigo. Encontraron el cerco roto y animales del patrón Lagos comiendo en la era… Espantando las vacas que pisoteaban y comían de las espigas rotas, sus «manos se metieron por entre la paja sacando granos y tierra y guano, a veces más tierra que granos, yendo todo revuelto, a hinchar los sacos. Y se sumieron las manos por entre las cañas y sacaron espigas con tierra, con guano fresco, con paja, todo vaciado a los sacos, antes que la lluvia cayera». Sangrando las manos arrancaban el grano tiñéndolo de rojo; quince sacos juntaron hasta desmayar sobre la tierra húmeda. «Ambas quedaron allí, juntas, vieja y chiquilla, tendidas de espalda, exhaustas, apegadas a los sacos volcados y al montón de espigas sin trillar»…133.

      Estas son las mujeres que muestra Guerrero en su novela Tierra fugitiva: decididas a salvar el pan de sus hijos aunque fuese rascando la tierra, mientras los hombres esperaban y salían en busca de un trillador que nunca llegaría... ellas se agitan ante la urgencia del hambre y salen, en medio de la noche y la lluvia, a sacar a mano el grano de la espiga.

      45 Entrevista a don Juan. Curacaví. Abriendo las puertas de la memoria. Proyecto de Alfabetización, Curacaví, Josefina Muñoz (Responsable del proyecto), Santiago, 1995, pp. 20-28.

      46 Jorge, Pinto, Los censos chilenos del siglo xx, Temuco, U. de la Frontera, 2010, pp. 86-90.

      47 G. Santa Cruz, «El mejoramiento de los trabajadores agrícolas y la sindicalización campesina», Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, U. de Chile, Santiago, 1941, p. 52.

      48 Francisco, Vio, Resistencia campesina en Chile y en México, Santiago, CEAAL, 1990, p. 13.

      49 Emiliano, Ortega, Transformaciones agrarias y campesinado. De la participación a la exclusión, Santiago, CIEPLAN, 1987, p. 65.

      50 Raúl, Urzúa, La demanda campesina, Santiago, Universidad Católica de Chile, 1969, p. 22.

      51 M. Angélica. Illanes, «Chalinga. Para des-cubrir América desde América», en M. Angélica Illanes, Chile Descentrado, Santiago, LOM, 2004.

      52 Rigoberto, Rivera, Los campesinos chilenos, Santiago, GIA, 1988, pp. 78-79.

      53 Rigoberto, Rivera, Los campesinos chilenos, Santiago, GIA, 1988, pp. 71-75.

      54 G. Mac Bride, Chile, su tierra y su gente (1936), citado en Rivera, Rigoberto, Los campesinos chilenos, Santiago, GIA, 1988, p. 75.

      55 Rigoberto, Rivera, Los campesinos chilenos,

Скачать книгу