Memorias de Idhún. Saga. Laura Gallego

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Memorias de Idhún. Saga - Laura  Gallego Memorias de Idhún

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a andar, alejándose de la entrada del Key Arena, hacia el corazón del Seattle Centre. Sus amigos la siguieron. Sobre ellos, el Space Needle, la emblemática torre de Seattle, relucía fantásticamente en mitad de la noche.

      Encontraron a Kirtash aguardándolos en una explanada cubierta de hierba. Tras él, una enorme fuente lanzaba chorros de agua hacia las estrellas y la luna creciente. Recortada contra las luces de los focos, la figura del joven asesino parecía más amenazadora que nunca, pero también, apreció Victoria, más turbadora.

      Jack frunció el ceño. Ahora que lo veía de cerca, el odio que sentía hacia él, y que llevaba un tiempo dormido, se reavivó de nuevo. Apreció también que Kirtash era ahora más alto de lo que él recordaba. Jack también había crecido, pero su rival seguía siendo más alto que él.

      —Habéis venido a matarme –dijo Kirtash con suavidad; era una afirmación, no una pregunta.

      —Podríamos haberlo hecho antes, durante el concierto –dijo Victoria, tratando de que no le temblara la voz.

      —Lo sé –se limitó a responder Kirtash–. He sido descuidado. No volverá a pasar.

      Observaba a Victoria con evidente interés, Jack se dio cuenta de ello. Oprimió con fuerza el pomo de Domivat, hasta casi hacerse daño, intentando dominar su rabia. No permitiría que Kirtash se llevase a Victoria. Jamás.

      —¿Vas a enfrentarte a nosotros? –preguntó, desafiante.

      Kirtash se volvió hacia él.

      —Jack –dijo con calma; aunque apreciaron en su voz una nota de odio contenido–. ¿Cómo prefieres que me enfrente a vosotros? ¿Vais a luchar de uno en uno, o los tres a la vez?

      Jack abrió la boca para responder, pero Kirtash no aguardó a que lo hiciera. Desenvainó a Haiass, su espada, y su brillo blanco-azulado palpitó en la oscuridad.

      1 Este no es tu hogar, no es tu mundo, / no es el lugar donde deberías estar. / Y tú lo sabes, en el fondo de tu corazón, / aunque no quisiste creerlo. / Ahora te sientes perdida entre la multitud / preguntándote si esto es todo, / si hay algo más allá. // Más allá de toda esta gente, más allá de todo este ruido, / más allá del día y de la noche, más allá del cielo y del infierno. / Más allá de ti y de mí. / Deja que ocurra, / tan solo toma mi mano y ven conmigo, / ven conmigo... // Y corre, escapa, no mires atrás, / ellos no te entienden, / te dejaron sola en la oscuridad / donde nadie puede ver tu luz. / ¿Te atreves a traspasar la puerta? / ¿Te atreves a acompañarme / al lugar al que pertenecemos? // Más allá de este humo, más allá de este planeta, / más allá de mentiras y de verdades, más allá de la vida y de la muerte. / Más allá de ti y de mí. / Deja que ocurra, / tan solo toma mi mano y ven conmigo, / ven conmigo...

      IV

      «SI HA SIGNIFICADO ALGO PARA TI...»

      J

      ACK se puso en guardia, demasiado tarde. Kirtash, con un ágil y elegante movimiento, descargó su espada sobre él. El muchacho movió a Domivat, su propio acero, para interponerlo entre su cuerpo y el arma de su enemigo. Los dos filos chocaron en la semioscuridad, fuego y hielo y, de nuevo, algo en el universo pareció estremecerse.

      Victoria y Alexander parecieron notarlo también. Con un grito, Victoria corrió hacia los dos combatientes, pero se detuvo, indecisa. Kirtash era demasiado rápido y ligero como para alcanzarlo, y su ropa negra le hacía aún más difícil de distinguir en la oscuridad. Victoria no podía arriesgarse a lanzar un golpe y errar el blanco o, peor todavía, acertarle a Jack. Se mordió el labio inferior, preocupada.

      El filo de Haiass centelleaba en la noche, pero Jack ya no era un novato, y sabía emplear su espada. Sintió el poder de Domivat, sintió cómo su fuego resistía sin problemas las embestidas de su enemigo, y trató de contraatacar. Evocó el rostro de Victoria y recordó lo que le había prometido tiempo atrás: que acabaría con la amenaza de Kirtash para que el mundo fuera un lugar más seguro para ella. Este pensamiento le dio fuerzas. Percibió a Kirtash junto a él y se volvió con rapidez. Domivat dejó escapar una breve llamarada, y Kirtash tuvo que saltar a un lado para esquivarlo. Jack apenas le dejó respirar. Golpeó con todas sus fuerzas. Kirtash interpuso su espada entre ambos, y de nuevo se produjo un choque brutal. Las dos espadas legendarias temblaron un momento, henchidas de cólera. Ninguna de las dos venció en aquel enfrentamiento. Jack y Kirtash retrocedieron unos pasos, en guardia. Jack volvió a atacar.

      Sin embargo, estaba desentrenado, y la velocidad de Kirtash lo superaba. Durante un par de angustiosos minutos, ambos intercambiaron una serie de rápidas estocadas... hasta que Kirtash golpeó de nuevo, con ligereza y decisión. Jack alzó a Domivat en el último momento, pero no pudo imprimir a su movimiento la firmeza necesaria. Cuando las dos espadas chocaron de nuevo, algo estalló en el impacto, y Jack fue lanzado con violencia hacia atrás, mientras que Kirtash permaneció firmemente plantado sobre sus pies, en guardia, con la espada en alto.

      Jack se estrelló contra el chorro de agua de la fuente y cayó de espaldas al suelo. Se esforzó por levantarse, mojado y aturdido, y alzó de nuevo su espada, pero vio que Kirtash ya combatía contra otro rival.

      Alexander había desenvainado su espada, Sumlaris, también llamada la Imbatible, un acero lo bastante poderoso como para resistir la gélida mordedura de Haiass.

      Pero la oscuridad jugaba a favor de Kirtash. El joven se movía como una sombra, tan deprisa que costaba seguir sus evoluciones, y su espada golpeaba una y otra vez como un relámpago en la noche. Jack observó, sorprendido, cómo respondía Alexander, que peleaba con una fiereza que él, siempre tan sereno y contenido, jamás había mostrado antes. Con un nudo en la garganta, Jack contempló la luna creciente en lo alto del cielo, y se preguntó hasta qué punto tenía poder la bestia sobre el alma de su amigo.

      También Kirtash pareció encontrar interesante el cambio operado en su contrincante, porque le lanzó varios golpes arriesgados, con la intención de provocarle. Alexander respondió con ferocidad, pero sin dejarse llevar por la cólera, y por un momento pareció que tenía posibilidades de vencer.

      Pero fue solo un momento. Kirtash pareció desaparecer un instante, y al instante siguiente, el filo de su espada se hundía en el cuerpo de Alexander.

      El joven emitió un sonido indefinido, mezcla de dolor y sorpresa.

      —¡Alsan! –gritó Jack, llamándolo inconscientemente por su antiguo nombre. Se levantó de un salto, tiritando, y corrió hacia ellos.

      Alexander había conseguido detener con su espada el filo de Haiass antes de que lograra penetrar más en su cuerpo. Con un esfuerzo sobrehumano, empujó atrás a Kirtash y lo hizo retroceder.

      Después, cayó al suelo, aún sosteniendo a Sumlaris en alto, para mantener las distancias.

      Kirtash no lo dudó. Alzó a Haiass sobre él, para matarlo.

      Jack llegó corriendo para tratar de detenerlo, pero alguien se le adelantó.

      Victoria se alzaba entre Kirtash y Alexander, serena y desafiante, y la luz del báculo palpitaba en la noche como el corazón de una estrella. Kirtash descargó su espada contra ella, pero la joven estaba preparada, y levantó el báculo para detener el golpe. Saltaron chispas.

      Mientras tanto, Jack se había arrodillado junto a Alexander, que había dejado caer la espada. Le abrió la camisa para ver si la herida era de gravedad.

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