Lecturas de poesía chilena. María Inés Zaldívar Ovalle
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Ya concentrándonos en el ámbito nacional, Jaime Concha dibujará un lúcido mapa posicionando a nuestra Nobel dentro del campo literario local afirmando que:
En el marco de la lírica chilena, Gabriela Mistral ocupa un puesto bien preciso. Primero en lo social: frente a un Vicente Huidobro (1893-1948) que nace en la clase alta, a la que estará ligado contradictoriamente, con asco y con impotencia; frente a un Pablo Neruda (1904-1973) que crece en la frontera imperceptible donde los trabajadores productivos conviven con la clase media más modesta, la Mistral se criará en una familia de mujeres solas, cuyo ingreso principal provendrá de una hermanastra que ejercía de profesora primaria en escuelas de aldea. (32)
Por otra parte, si se continúa espigando dentro del campo cultural nacional de la época y buscamos antecedentes algunos años atrás, también se puede identificar a un grupo de mujeres a las que se ha denominado, al decir de Bernardo Subercaseaux, como propiciadoras de un “feminismo aristocrático” y que, según los términos acuñados por una de ellas, Inés Echeverría Bello, Iris (1868-1949), su decana, estaríamos frente a un conjunto de mujeres que también se identifican con un “espiritualismo de vanguardia”. En palabras de Subercaseaux estas se habrían caracterizado fundamentalmente por tres factores: una especial sensibilidad estética, una nueva visión de mundo, y un modo de vida particular. Según el autor estas “feministas aristocráticas” se interesaron ávida y productivamente por la literatura y el arte y, aunque algunas de ellas provenían de “un piso cultural católico”, se abrieron a otras alternativas de la espiritualidad tales como el misticismo, el espiritismo, el hinduismo y la teosofía. (Subercaseaux 12) De alguna manera utilizaron la ampliación del concepto de lo espiritual como una estrategia discursiva que les permitía liberarse (aunque parcialmente) de una moral conservadora que las confinaba solo al mundo privado. Por otra parte, en el campo específico de las letras, la creación de estas mujeres develó una nueva sensibilidad estética y literaria que sería fundamental para el posterior desarrollo del creacionismo y demás formas de la vanguardia chilena, porque este inicial “espiritualismo de vanguardia” supuso un cambio importante con respecto a la estética del modernismo.
Cabe mencionar, aunque no sea más que una mínima referencia y a modo de ejemplo, a algunas de estas mujeres. Continuando con las pioneras, Martina Barros Borgoño (Santiago 1850-1944) sobrina y muy cercana a su tío Diego Barros Arana, con quien vivió junto a su madre y hermanos debido a la temprana muerte del padre. Tal como puede leerse en los archivos de Memoria chilena de la Dibam: “[L]egó una importante traducción de la obra de John Stuart Mill, The subjection of women (1869), unas cuantas conferencias, un artículo y un extenso volumen de memorias titulado Recuerdos de mi vida (1942)”. Es destacable señalar que ya en esos textos iniciales, no exentos de una recepción conflictiva —paradojalmente por parte de sus congéneres—, logra “instalar en su círculo social discusiones acerca de la educación de las mujeres de la oligarquía chilena y el voto femenino”. Otro aporte reciente que arroja información y reflexión acerca de la autora y su contexto de creación, es el capítulo de Damaris Landero Tiznado “Avatares de una pionera: tensiones en(tre) la práctica de escritura en las obras de Martina Barros”, incluido en el libro Escritoras chilenas del siglo XIX. Comparto lo que la estudiosa concluye acerca de los avatares de Barros Borgoño, y de las escritoras en general, en su inserción en el campo literario de la época:
A partir de las estrategias desplegadas en su obra por la autora, podemos evidenciar las tensiones que existieron en el espacio escritural para las mujeres del periodo, el deseo de no volver a escribir —para “no decir que se sabe” (Ludmer, 1984: 48)— manifiesta lo que las escritoras debían poner en juego al momento de publicar sus ideas y, por lo tanto, puede ayudarnos a repensar cómo los vacíos de las historias literarias replicaban los silencios voluntarios de las mismas escritoras ante el juicio escrutador de los críticos y del público general, hacia su obra, pero por sobre todo, hacia sus propias personas. (172)26
Otra de ellas es Mariana Cox Stuven (¿1871-1882?-1914), nacida en Punta Arenas, quien fuera conocida con el seudónimo Shade. Si acudimos nuevamente al archivo de la Biblioteca Nacional, me parece apropiado anotar que: “Se convirtió en escritora instada por la necesidad económica, convirtiéndose así en la primera mujer que hizo de esta actividad una profesión. Comenzó redactando artículos de música, arte y literatura para los diarios El Mercurio y La Nación y, más tarde, para el diario La Unión”. (http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-745.html). Avanzando en el tiempo menciono también a Teresa Wilms Montt (1893-1921), quien publicara sus primeros escritos bajo el seudónimo de “Tebac”. Nacida en Viña del Mar en el seno de familias de gran poder económico y político, falleció en París producto de una sobredosis de Veronal el 24 de diciembre de 1921 a los 28 años de edad. Hoy se tiene algo más de información acerca de su obra, aunque hasta hace no muchos años era más conocida por su gran belleza física, y su vida intensa, dolorosa y trágica. Su obra cuenta con al menos cinco libros de textos en prosa y verso, algunos con rasgos surrealistas, que exploran temas tales como el erotismo, el amor, la espiritualidad, la muerte. En las últimas páginas de su diario se lee: “Morir, después de haber sentido todo y no ser nada…”.27
A continuación, este párrafo para otro grupo de destacadas mujeres: María Luisa Fernández (1870-1938), madre de Vicente Huidobro, quien escribe y firma como Latina o Monna Lisa, y que no solo influyó en su hijo, sino también en el medio de la época, entre otras cosas, a través de su mecenazgo a creadores varios y al promover en su casa tertulias literarias y artísticas muy concurridas. Luisa Lynch del Solar (1864-1937), escritora, y sus hijas, conocidas como las hermanas Morla, nacidas en París: Carmen (1887- Santiago 1983), escritora, y Ximena (1891 - Santiago, 1987), escritora y pintora, fueron mujeres reconocidas como intelectuales y creadoras, famosas especialmente por sus sesiones de espiritismo (ambas recreadas como las hermanas Mora por Isabel Allende en La casa de los espíritus). Elvira Santa Cruz y Ossa (1886 -1960), nacida en Valparaíso, quien publica bajo el seudónimo de Roxane, y fuera una periodista, escritora, poeta y editora chilena de larga trayectoria. Delia Matte Pérez, de quien no consta fecha de nacimiento ni defunción, pero que sabemos perteneció a una familia acaudalada y de corriente liberal, y quien junto a Inés Echeverría, entre otras damas, fundó el concurrido y afamado Club de Señoras, en el año 1915. La escultora Rebeca Matte Bello (1875-1929), primera mujer escultora en Chile y la primera extranjera, y mujer, nombrada profesora en la Academia de Bellas Artes de Florencia. Sara Hübner (Magda Sudermann) y Sofía Eastman. Y, finalmente, menciono a la artista visual y escritora Sara Malvar (1894-1970) —seudónimo de Sara María Camino Malvar— quien fuera incorporada a los grupos vanguardistas en España y Francia, vinculándose al círculo de Pablo Picasso (1881-1973). Interesada en el cubismo, sus agudas indagaciones acerca del arte, ya sea arquitectura, pintura o poesía son sorprendentes, como cuando afirma, por ejemplo:
Tengo amor por la idea del cuadrado, la más pura, más impasible y serena. Si viniéramos a la vida con una conciencia geométrica, en equilibrio, sin sombra, donde todo fuera liso, claro, continuo y lleno de orgullo, habría entonces, la ciudad blanca recta de líneas precisas. El país geométrico donde querríamos vivir…28
Junto a este discurso que podría denominarse laxamente como “feminista aristocrático” de origen cristiano-católico y a veces liberal, existe otro de mujeres de sectores medios que es fundamental en la historia de la cultura y literatura en Chile. Dentro del campo cultural de la época, imposible obviar nombres como los de Eloísa Díaz Inzunza (1866-1950), la primera mujer en Chile y América del Sur en obtener el título de Médico Cirujano en 1887, y Amanda Labarca (1886-1975) educadora que impulsa la formación de la mujer, reconocida como una destacada intelectual. Y ya dentro del campo de las letras, aparte de las conocidas escritoras, básicamente narradoras, Marta Brunet (1897-1967) y María Luisa Bombal (1910-1980)29, existen