Adoles(seres). Guillermo López
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Miller destaca que la búsqueda insistente en este seminario está en ordenar los cuatro conceptos “en un concepto único: lo real”. (22) Siguiendo el camino que traza Lacan manifiesta que le fue necesario retomar en su curso una fenomenología de la experiencia más elemental, planteando que los conceptos incluso los más fundamentales son artificios para captar lo que se produce en la experiencia.
El secreto que nos devela Miller, en esta exposición es que este Seminario, Los cuatro conceptos fundamentales “traduce la experiencia de lo real en la cura”. Miller se dispone a trabajar allí los cuatro conceptos iluminados y articulados por el concepto de real. Vamos a detenernos en dos de esos conceptos: inconsciente y repetición, y las elaboraciones que Lacan realiza en este seminario ya que dan elementos para pensar específicamente a lo real que irrumpe en la adolescencia como despertar, y su clínica.
2 Lo real en Lacan
Si bien Lacan ya habla de lo real como lo imposible de abordar por la vía significante al introducir el concepto de das Ding en el Seminario 7, es a mi modo de ver en el Seminario 11 donde lo articula de un modo más específico a la clínica. En el capítulo “El inconsciente freudiano y el nuestro”, aporta un nuevo modo de entender el inconsciente no solo diferente al propuesto por Freud, sino también a su propio modo de pensar el inconsciente años atrás, en tanto estructurado como un lenguaje. No se desentiende del inconsciente simbólico, sino que introduce otra dimensión, ya no ligada solamente a la ley significante sino también a la causa. (23)
Retomar el tema de la causa es esencial si se postula una clínica psicoanalítica de lo real, ya que para hablar de cura o tratamiento del pathos es imprescindible dar cuenta de qué lo causa, en términos de etiología, y por qué no de etiología psicopatológica. La noción que pueda tenerse hoy de una clínica psicoanalítica de orientación a lo real, es inseparable de la cuestión de la causa, en tanto causa del inconsciente.
Lacan en el Seminario 11 dice:
“La lingüística, cuyo modelo es el juego combinatorio que opera espontáneamente, por sí solo, de manera presubjetiva, esta estructura le da su status al inconsciente (…) Pero cuando incito a los psicoanalistas a no ignorar este terreno que les brinda un apoyo sólido para su elaboración ¿significa esto que pienso tener así los conceptos introducidos históricamente bajo el término de inconsciente? Pues no! no lo pienso. El inconsciente, concepto freudiano es otra cosa, que hoy quisiera hacerles ver”. (24)
Lacan opone ley y causa, introduciendo una discontinuidad entre la causa y sus efectos, insistiendo en prestarle más atención a la causa, que a la dimensión simbólica del inconsciente: “La causa se distingue de lo que hay de determinante en una cadena o, dicho de otra manera, de la ley”; y agrega: “en ese punto intento hacerles atinar por aproximación donde se sitúa el inconsciente freudiano, en ese punto donde, entre la causa y lo que ella afecta, esta siempre lo que cojea”. (25)
Lacan nos remite allí a la etiología de la neurosis freudiana, y en un esfuerzo de poesía nos dice que la neurosis se vuelve cicatriz de la ranura o la herida del inconsciente. Lacan alude a lo real, interrogándose: “¿Qué se encuentra en el hueco, en la ranura, en la hiancia característica de la causa? Algo que pertenece al orden de lo no realizado (…) en un registro que nada tiene de irreal o de-real, pero sí de no realizado”. (26)
Lacan está reestructurando su modo de conceptualizar el inconsciente, de hablar y localizar en un momento dado de su enseñanza a un sujeto evanescente, que es respuesta de la estructura. En tanto es lo que representa a un significante para otro significante, intenta encontrar un punto de anclaje o de certeza para ese sujeto, que lo fije. De un sujeto indeterminado que puede transformarse dialécticamente de un modo metonímico e interminable, Lacan busca un punto de basta, de determinación.
Ahora bien del mismo modo que Lacan reestructura los fundamentos del concepto de inconsciente, procede también así con el concepto de repetición, tomando lo real que se formaliza en la experiencia analítica para cuestionarlo. Hasta el momento piensa a la repetición como insistencia de la cadena significante, y reemplaza el término freudiano de compulsión por el de automatismo. Su forma de concebir la repetición hasta ese momento era congruente con como pensaba el inconsciente, la estructura del inconsciente es idéntica a la estructura del lenguaje. El costo que pagó por ello, es dejar afuera la dimensión de la pulsión, y en el plano de la repetición, la compulsión a la repetición.
En la experiencia analítica además de la insistencia significante que se pone en juego vía la asociación libre se producen detenciones en el discurrir discursivo, tal como señalaba Freud lo que no se recuerda en la cura, se actúa, se repite en el seno de la transferencia. Para poder abordar esta dimensión real de la repetición, Lacan crea una distinción entre
automatón –allí conservará el modo en el que hasta ese momento pensaba la eterna repetición de los signos– y hablará de la tyché, como la forma en que lo real se palpa como encuentro, como mal encuentro repetitivo. Dice Lacan: “La función de la tyché de lo real como encuentro –el encuentro en tanto (…) que es esencialmente fallido– se presentó en la historia del psicoanálisis bajo una forma que ya basta por sí sola para despertar la atención –la del trauma”. (27)
Es con esta renovación del concepto de repetición que Lacan va a afirmar abiertamente que la experiencia analítica está orientada hacia lo real. Señalando que el psicoanálisis por más que lo intente no puede ser un idealismo, no puede reducirse a ideas o representaciones para dar cuenta de todo lo que sucede en la experiencia. Compara entonces al idealismo con el sueño, transmitiendo que la experiencia del psicoanálisis no puede remitirse al aforismo: la vida es sueño. Lo dice así: “Basta remitirse al trazado de esta experiencia desde sus primeros pasos para ver, al contrario, que no permite para nada conformarse con un aforismo como la vida es sueño. El análisis, más que ninguna praxis, está orientado hacia lo que, en la experiencia, es el hueso de lo real”. (28)
¿Pero qué lo orienta a Lacan hacia lo real? ¿Dónde se sostiene para renovar los fundamentos del psicoanálisis a la luz de lo real? Hay un significante que se pone en juego, a lo largo de estos capítulos y es el de certeza. Este término lo ubica en Freud, en “La interpretación de los sueños”. Dice Freud:
“Y cuando a un elemento desdibujado del contenido onírico se le agrega encima la duda, podemos nosotros, reconocerlo como un retoño más directo de uno de los pensamientos oníricos proscriptos (…) por eso en el análisis de un sueño exijo que se abandone toda la escala de apreciaciones de la certidumbre, y a la más leve posibilidad de que haya ocurrido el sueño de tal o cual suerte la trato como una certeza plena”. (29)
Lacan ubica que en este proceder Freud es cartesiano, se sostiene en la duda, como colofón de una certeza. Allí donde el sujeto duda, piensa. Allí donde Descartes, arma su cogito, es decir crea un sujeto capaz de pensar y conocer el mundo con su pensamiento, fundando la ciencia. Freud encuentra la certeza de un pensar con un estatuto diferente, el pensar inconsciente.
Lacan en su orientación a lo real, sigue la huella freudiana, y cartesiana. Freud se dirige al sujeto para decirle algo que es nuevo: “Aquí, en el campo del sueño, estás en casa. Wo es war, soll ich werden”. (30) En todos estos capítulos Lacan sigue el recorrido de la búsqueda de certeza de Freud remitiéndose a los sueños pero también al despertar. Toma el sueño en que Freud sustenta la teoría del sueño como realización de deseos, “el sueño de padre no ves