Adoles(seres). Guillermo López

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Adoles(seres) - Guillermo López

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al sujeto dormido. Lacan tomando este sueño, pone en juego el despertar como un modo de presentificación de la certeza de lo real. En un sueño que no se realiza, algo de lo no nacido o no realizado se manifiesta: lo real. Lacan se interroga en relación a ese sueño paradigmático: “¿Qué despierta? ¿No es, acaso, en el sueño, otra realidad?”. (31) Y continúa: “¿Dónde está, en este sueño, la realidad? -si no es que se repite algo, en suma más fatal con ayuda de la realidad (…)”. Y concluye: “en ese mundo sumido en el sueño, solo una voz se hizo oír: Padre, ¿acaso no ves que ardo? La frase misma es una tea –por sí sola prende fuego a lo que toca, y no vemos lo que quema, porque la llama nos encandila ante el hecho de que el fuego alcanza lo Unterlegt, lo Untertragen, lo real”. (32)

      Freud le señala el camino de un sujeto pensante que por haber sido atravesado por el lenguaje sufre una pérdida, una mortificación que lo divide. Es por ello que el pensamiento y el ser son incompatibles. ¿Pero dónde se resarce el sujeto de esa pérdida de ser? Lacan nos enseña que es a través del goce pulsional, haciéndose objeto de goce del deseo del Otro, reencuentra algo del ser que perdió.

      Es en este sentido que Lacan se opone a la sutura del inconsciente de la que acusa a los psicoanalistas postfreudianos, por esta sutura un análisis se transforma en un desplazamiento incesante e inacabable del significante. Si precisamente se puede hablar de un final de análisis para Lacan, es pensar en el inconsciente no como sutura sino como abertura a lo real, es decir al límite que el sujeto no podrá rebasar.

      Lacan en este seminario hará una reformulación de la alteridad del sujeto, que ya no se será la del Otro del lenguaje, sino el objeto a en tanto alter.

      Entonces si un análisis se dirige al núcleo del ser y transforma al sujeto moviendo las amarras del ser, se tiene que dirigir necesariamente a algo que esta fuera del sujeto. Mover las amarras del ser implica mover la dimensión por la cual el sujeto se articula al objeto y constituye toda su realidad. La realidad de un sujeto no es más, que su fantasma fundamental.

      El despertar al cual va a referirse Lacan es el despertar a lo real, ya no importa si el sujeto está dormido o no en relación con el reposo. Por eso el análisis puede producir esta dimensión del despertar del sujeto a lo real que lo preside. Le permite organizarse como sujeto desde el lugar de la causa, desde la dimensión de su goce, desde su propio goce que encuentra por la vía de la pulsión cuando pueda atravesar la dimensión del fantasma que le limita el acceso a lo real.

      Excedente de excitación que puede darse también en la niñez, tal como se produce por ejemplo en el pequeño Hans.

      Lacan nombra al goce fálico que invade al niño, como goce hetero, con ese nombre destaca la extimidad de un goce que el pequeño vive como un peligro frente al cual no sabe como responder. En cambio en la pubertad, la particularidad de esta irrupción de ese quantum de excitación autoerótica, es que aparece vinculada al empuje del encuentro con el Otro sexo. Esa irrupción no solo divide al sujeto y por sí mismo lo angustia, sino que también tiene una pregnancia especial que compromete al joven a una respuesta efectiva en acto. Respuesta para la que muchas veces el adolescente no está preparado, si es que alguna vez se puede estar preparado para ello… veremos qué modulaciones tiene esto.

      Lacan está articulando aquí dos perspectivas de lo real que se ponen en juego en la adolescencia. Una la que ya mencionamos ligada al despertar, la urgencia de una irrupción pulsional frente a la cual el sujeto no está preparado y que está vinculada al goce del propio cuerpo, goce autoerótico.

      La otra dimensión de real que es propia de la adolescencia, es la pregunta por la relación sexual que no hay: “¿Qué es para los muchachos hacer el amor con las muchachas?”. Interrogante que pone en juego el malogro que caracteriza a la sexualidad humana. No hay un saber en lo real, acerca del goce sexual. No contamos los seres hablantes tal como los animales con la respuesta automática del instinto, con lo cual debemos apelar a respuestas singulares. Esta dimensión de real pone en juego a mi modo de ver la perspectiva del Goce del propio cuerpo en dirección al Deseo (o al Goce) del Otro.

      Se podría afirmar que la pubertad es justamente eso, el malogro de esa articulación del Goce del Uno al Goce del Otro sexo, y como se las arregla sintomáticamente el sujeto con eso.

      Podemos encontrar huellas del despertar a lo real, en Freud en sus textos previos a la invención del método psicoanalítico. En la correspondencia con Fliess, aborda la causa, la etiología psicopatológica en términos de trauma sexual.

      El trauma como causa sexual pasada y olvidada, sigue activo aunque el sujeto no lo sepa. Con el excedente de excitación que se produce con el despertar sexual de la pubertad, ante nuevas vivencias o recuerdos que se conectan asociativamente a la escena infantil se genera un displacer nuevo, poniendo en funcionamiento la defensa bajo la forma

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