Adoles(seres). Guillermo López
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Freud le señala el camino de un sujeto pensante que por haber sido atravesado por el lenguaje sufre una pérdida, una mortificación que lo divide. Es por ello que el pensamiento y el ser son incompatibles. ¿Pero dónde se resarce el sujeto de esa pérdida de ser? Lacan nos enseña que es a través del goce pulsional, haciéndose objeto de goce del deseo del Otro, reencuentra algo del ser que perdió.
Es en este sentido que Lacan se opone a la sutura del inconsciente de la que acusa a los psicoanalistas postfreudianos, por esta sutura un análisis se transforma en un desplazamiento incesante e inacabable del significante. Si precisamente se puede hablar de un final de análisis para Lacan, es pensar en el inconsciente no como sutura sino como abertura a lo real, es decir al límite que el sujeto no podrá rebasar.
Lacan en este seminario hará una reformulación de la alteridad del sujeto, que ya no se será la del Otro del lenguaje, sino el objeto a en tanto alter.
Entonces si un análisis se dirige al núcleo del ser y transforma al sujeto moviendo las amarras del ser, se tiene que dirigir necesariamente a algo que esta fuera del sujeto. Mover las amarras del ser implica mover la dimensión por la cual el sujeto se articula al objeto y constituye toda su realidad. La realidad de un sujeto no es más, que su fantasma fundamental.
El despertar al cual va a referirse Lacan es el despertar a lo real, ya no importa si el sujeto está dormido o no en relación con el reposo. Por eso el análisis puede producir esta dimensión del despertar del sujeto a lo real que lo preside. Le permite organizarse como sujeto desde el lugar de la causa, desde la dimensión de su goce, desde su propio goce que encuentra por la vía de la pulsión cuando pueda atravesar la dimensión del fantasma que le limita el acceso a lo real.
3. La pubertad como despertar a lo real
Llegados a este punto podríamos preguntarnos ¿qué tiene de específico todo este recorrido por lo real y su orientación en la clínica, con la práctica con adolescentes? Los desarrollos hasta aquí valen para la clínica de la orientación lacaniana en general, es decir para niños, adolescentes y adultos. Sin embargo es en este punto, en el del despertar a lo real en donde consideramos que se juega la especificidad del trabajo clínico con adolescentes. Especificidad que no es especialidad, no hay una especialización en la práctica de la orientación lacaniana con púberes y adolescentes. No se piensa tampoco al adolescente como un sujeto que transita una etapa del desarrollo, en los términos de como podría pensarlo la psicología evolutiva. Lo específico que se pone en juego en la adolescencia es la emergencia de un real, de un excedente de excitación frente al cual el sujeto no sabe como responder. En un artículo reciente nombrábamos ese excedente como lo que quema del cuerpo en la adolescencia. (33)
Excedente de excitación que puede darse también en la niñez, tal como se produce por ejemplo en el pequeño Hans.
Lacan nombra al goce fálico que invade al niño, como goce hetero, con ese nombre destaca la extimidad de un goce que el pequeño vive como un peligro frente al cual no sabe como responder. En cambio en la pubertad, la particularidad de esta irrupción de ese quantum de excitación autoerótica, es que aparece vinculada al empuje del encuentro con el Otro sexo. Esa irrupción no solo divide al sujeto y por sí mismo lo angustia, sino que también tiene una pregnancia especial que compromete al joven a una respuesta efectiva en acto. Respuesta para la que muchas veces el adolescente no está preparado, si es que alguna vez se puede estar preparado para ello… veremos qué modulaciones tiene esto.
Esta investigación propone a la clínica de la orientación a lo real en el psicoanálisis con adolescentes, como un modo de tratamiento posible del despertar a lo real, bajo la consideración de lo que Lacan postula como lo más propio de la adolescencia. Hay un único texto en que Lacan aborda íntegramente la cuestión adolescente, es el “Prefacio a El despertar de la primavera”, se trata de un escrito a pedido de Miller para el programa de la obra teatral El despertar de la primavera de Frank Wedekind. Pieza que se estrena en París en 1974, y que se convierte en Prefacio con la publicación para Freud, quien le dedicó una reunión en la Sociedad Psicoanalítica de Viena, en uno de los encuentros que realizaba todos los miércoles. (34)
Allí Lacan nos aporta desde su primer párrafo lo que considera más propio de la adolescencia planteando la irrupción sexual como despertar del sueño. Dice: “De este modo aborda un dramaturgo, en 1891, el asunto de que es para los muchachos hacer el amor con las muchachas, marcando que no pensarían en ello sin el despertar de sus sueños”. (35)
Lacan está articulando aquí dos perspectivas de lo real que se ponen en juego en la adolescencia. Una la que ya mencionamos ligada al despertar, la urgencia de una irrupción pulsional frente a la cual el sujeto no está preparado y que está vinculada al goce del propio cuerpo, goce autoerótico.
La otra dimensión de real que es propia de la adolescencia, es la pregunta por la relación sexual que no hay: “¿Qué es para los muchachos hacer el amor con las muchachas?”. Interrogante que pone en juego el malogro que caracteriza a la sexualidad humana. No hay un saber en lo real, acerca del goce sexual. No contamos los seres hablantes tal como los animales con la respuesta automática del instinto, con lo cual debemos apelar a respuestas singulares. Esta dimensión de real pone en juego a mi modo de ver la perspectiva del Goce del propio cuerpo en dirección al Deseo (o al Goce) del Otro.
Se podría afirmar que la pubertad es justamente eso, el malogro de esa articulación del Goce del Uno al Goce del Otro sexo, y como se las arregla sintomáticamente el sujeto con eso.
4. Huellas del despertar a lo real en Freud
Podemos encontrar huellas del despertar a lo real, en Freud en sus textos previos a la invención del método psicoanalítico. En la correspondencia con Fliess, aborda la causa, la etiología psicopatológica en términos de trauma sexual.
En el “Manuscrito K” plantea que el ocasionamiento de la histeria, la obsesión y la paranoia, debe cumplir “dos condiciones que sea de índole sexual y debe suceder en el periodo anterior a la madurez sexual”. (36) Lo más interesante vinculado con el despertar, de este interés freudiano por la etiología es que plantea un trauma en dos tiempos, es decir una doble causalidad del trauma. Nos habla de una vivencia sexual infantil traumática causa primera y como tal insuficiente en el desencadenamiento de la enfermedad, y de una causa segunda esta sí eficiente, vivida en la pubertad y que produce el recuerdo retroactivo de la vivencia sexual infantil. Freud es claro, lo que separa la causa primera y segunda es la pubertad, como madurez sexual.
Dice Freud: “Es que aquí se realiza la única posibilidad de que, con efecto retardado (nachträglich), un recuerdo produzca un desprendimiento más intenso que a su turno la vivencia correspondiente. Para ello solo hace falta una cosa: que entre la vivencia y su repetición en el recuerdo se interpole la pubertad, que tanto acrecienta el efecto del despertar de aquella”. (37)
El trauma como causa sexual pasada y olvidada, sigue activo aunque el sujeto no lo sepa. Con el excedente de excitación que se produce con el despertar sexual de la pubertad, ante nuevas vivencias o recuerdos que se conectan asociativamente a la escena infantil se genera un displacer nuevo, poniendo en funcionamiento la defensa bajo la forma