Teorías de la comunicación. Edison Otero
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Sin lugar a dudas, se trata de un párrafo preciso y contundente para respaldar la acusación. Pero lo que hace la interpretación habitual de las ideas de Laswell es saltar desde este libro de 1927 hasta el artículo de 1948, trabajando con el supuesto de que en 20 años de trabajo intelectual dicho autor mantuvo sus concepciones sin cambiarlas ni un ápice, insistiendo en ellas sin asomo de revisión. Lo razonable es someter tal supuesto a la necesaria contrastación.
Por otra parte, como ocurre con alguna frecuencia con otros autores en el área, Lasswell no es precisamente un ejemplo de coherencia. En el prefacio del texto de 1946 –que constituye la revisión de un extenso registro de literatura sobre comunicación– Smith, Laswell y Casey sostienen que se trata de una revisión del conocimiento científico disponible sobre los efectos de la comunicación en la sociedad mundial, a través de la bibliografía que contiene la mayor parte de la información científica. Párrafos más adelante, no tienen reparos en afirmar que los temas de la propaganda, la comunicación y la opinión pública, son de alta controversia. Una mayor sensación de ambigüedad nos asalta cuando identifican a los tipos de especialistas cuyos títulos más representativos son incluídos en la bibliografía: de una parte, publicistas, educadores, periodistas, abogados, líderes políticos, psicólogos, administradores públicos, consejeros de relaciones públicas; de la otra, los cientistas sociales: antropólogos, economistas, historiadores, cientistas políticos, sociólogos y otros. Llama la atención, por ejemplo, que los autores no colocan a los psicólogos entre los cientistas sociales; todavía más, no los ubican entre otros tipos de cientistas sino en medio de profesiones. A este respecto, cabe preguntarse –ayer como hoy– qué clase de producto científico generan abogados, publicistas, periodistas o administradores públicos. La respuesta obvia es: ninguno. Smith, Lasswell y Casey se dejan llevar, pues, por una definición bastante ancha, generosa e indiscriminada de lo que es un investigador científico, atribuyéndole valor intelectual a lo que no lo tiene. Una mirada somera a la bibliografía incluída revela que, precisamente, es ese tipo de literatura el que más abunda y que las publicaciones eventualmente calificables como ‘científicas’ son franca minoría. Se entiende, entonces, que se trate de temas de ‘alta controversia’. Los autores dan por hecho, sin embargo, que toda esa bibliografía representa ejemplos de estudio científico de la comunicación. Incluso más, ven su propio trabajo como uno de esos ejemplos.
En el mencionado prefacio, Smith, Lasswell y Casey sostienen que la propaganda “...a la vez refleja, critica y parcialmente modifica la estructura social” (pág. 2). Por ‘estructura social’ se refieren a los valores básicos de una sociedad dada. Por cierto, sostener que la propaganda puede, más no sea parcialmente, modificar la estructura social, es una afirmación fuerte e implica una posición muy clara en la materia; pero, con todo, no tiene todavía ese tenor extremo de la creencia en el poder ilimitado de los medios de comunicación. Líneas más adelante, los autores escriben: “En cada sociedad, sin embargo, los estándares actitudinales de la comunidad como un todo, que incluyen la moralidad, las lealtades, las expectativas, ponen límites a los medios públicos. La propaganda debe necesariamente adaptarse a las actitudes aceptadas y al vocabulario de la vida pública..”(pág. 2). Estamos aquí frente a una relativización del poder de la propaganda, que no se compadece del todo con ese modelo hipodérmico que muchos autores asocian y atribuyen, con caracter de exclusividad, a Lasswell. En el texto que estamos considerando, Lasswell escribe dos de los cuatro capítulos: “Describiendo los contenidos de la comunicación” y “Describiendo los efectos de la comunicación. El primero, siendo básicamente un inventario metodológico para el análisis de contenido, llega más allá y desarrolla formulaciones que es preciso consignar. En un resumen apretado, son las siguientes:
1. Los medios afectan a la audiencia.
2. Los medios afectan a la audiencia a través de los contenidos.
3. Los efectos son las respuestas de la audiencia, el punto terminal del acto de comunicación.
4. Las respuestas de la audiencia puede ser clasificadas en: atención, comprensión, disfrute, evaluación y acción.
5. El efecto de cualquier contenido sobre cualquier audiencia puede ser estudiado desde estos cinco puntos de vista.
6. Esto significa que los contenidos de los medios tienen efectos sobre lo que las audiencias piensan, sienten y hacen.
7. Las respuestas de la audiencia dependen de las identificaciones, demandas y aceptaciones de sus miembros.
8. Estas, a su vez, son causadas por dos series de factores: los del entorno y los de las predisposiciones.
9. Los contenidos de los medios pertenecen a la serie de factores del entorno.
10. En consecuencia, los contenidos de los medios son uno de los factores que afectan las respuestas de las audiencias.
11. Para distinguir los contenidos de los medios respecto de las otras partes del entorno, se requiere una teoría general del proceso de comunicación.
Una revisión somera de estas afirmaciones de Lasswell revela una confirmación de las relativizaciones a que aludimos. Si bien Lasswell habla de ‘causas’ y ‘efectos’, así como de ‘respuestas’ de la audiencia (en clara adhesión a la terminología conductista) ve a los medios de comunicación como un factor entre otros y atribuye importancia a las predisposiciones de la audiencia. Si bien habla de ‘acto’ de comunicación, también habla de ‘proceso’ o de ‘secuencia’. En el segundo de los capítulos a que nos referimos, aquel dedicado a los efectos de la comunicación, encontramos, incluso, una referencia que resulta del todo sorprendente si mantenemos la imagen de un Laswell responsable de una visión determinista y unidireccional de la comunicación. Dice: ”En el campo de la investigación en comunicación, es inusual hallar un escritor que describa todos los segmentos de un proceso de comunicación, y con ciudadosa atención de los métodos aplicados.Una excepción a esta regla general es la investigación en el Condado de Erie, Ohio, durante la campaña presidencial de 1940” (pág.10). La referencia, por lo demás explícita, es a la investigación de Paul Lazarsfeld, Bernard Berelson y Hazel Gaudet, cuyos resultados están expuestos en el libro “El Pueblo Elige” (Lazarsfeld, Berelson y Gaudet, 1944). Un Laswell mecanicista en materia de comunicación masiva no habría podido hacer un reconocimiento semejante a un tipo de estudio que, precisamente, llega a conclusiones significativamente opuestas.
Hay un par de cuestiones más en favor de nuestra tesis de que la postura de Lasswell y sus coautores no coincide con un modelo tipo de efectos poderosos de los medios de comunicación. En el artículo sobre los efectos de la comunicación,