Los visigodos. Hijos de un dios furioso. José Soto Chica
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Los visigodos. Hijos de un dios furioso - José Soto Chica страница 27
En cualquier caso, unos veinte años más tarde, en un panegírico del emperador Maximiano declamado por el poeta Claudio Mamertino en Augusta Treverorum (Tréveris) en abril del 292, se mencionaba a los tervingios de forma expresa y como parte del agitado Barbaricum que Maximiano había tenido que enfrentar y afrontar durante los años 285-292:
Furit in vifcera fua gens effrena Mauroum. Gotthi, Burgundios penitus excindunt. Rurfum pro victis armantur Alamanni, itemque Teruigi, pars alia Gottorum, adjuncta manu Thaifalorum, averfum Vandalos, Gypedefque concurrunt.
Cuya traducción sería:
Se desencadena el pueblo de los moros con ira en sus entrañas. Los godos cayeron sobre los burgundios. Por el contrario, a favor de los vencidos se arman los alamanes y concurren los tervingios, otra fracción de los godos, estrechamente aliada con los taifales, hostigan a los vándalos, y a los gépidos.
Nótese que se menciona a los godos dos veces en el pasaje. La primera por sí mismos, Gotthi, la segunda, la que nos interesa, como tervingios: Teruigi, pars alia Gottorum, esto es, «los tervingios, otra fracción de los godos». Una fracción poderosa pues, según aclara Claudio Mamertino, se habían aliado con los taifales para atacar a los vándalos y gépidos: adjuncta manu Thaifalorum, averfum Vandalos, Gypedefque concurrunt19.
La mención de Claudio Mamertino refuerza, según creo, la que se hace en la vida del «Divino Claudio» recogida en la Historia Augusta. Pues si en el 292 los tervingios eran ya tan célebres y poderosos como para que un poeta cortesano los mencionara en un panegírico pronunciado en Tréveris, al otro lado del mundo romano por así decir, no podían ser una «novedad» excesivamente reciente. Su poder era manifiesto, pues estaban empujando a los vándalos y gépidos, dos poderosas confederaciones tribales situadas al norte y al oeste de la antigua Dacia y sabemos que por esos mismos años y durante las siguientes cuatro décadas, hicieron otro tanto y de forma asimismo exitosa, con los carpos y los sármatas.
Jordanes, de tan poca utilidad para aclarar el origen y la historia de los tervingios, rellena esta parte de la historia de los godos con noticias que tratan de establecer una historia engrandecida y fabulosa cuya misión es realzar a los Amalos, la familia real a la que pertenecía Teodorico I el Grande y a los baltos o baltingos, los «audaces», la familia o linaje real a la que pertenecía Ataúlfo, el segundo rey visigodo e hijo de Atanarico, el último soberano tervingio, y con la que, mediante matrimonio, emparentó Alarico.20
Ahora bien, solo con la consolidación de los tervingios observamos el establecimiento de un poder fuerte y continuo en la familia de Ariarico. Como Amiano Marcelino usa el término de «magistrado» o «juez» para referirse a Atanarico, el soberano tervingio con quien se enfrentó el augusto Valente entre los años 367 y 369, mientras que usa el término de «rey» para Ermenrico, el contemporáneo jefe de los greutungos, y como el bien y directamente informado Temistio explicita que Atanarico no ostentaba el título de rey, sino que prefería el de juez, se ha querido ver en esa diferenciación la prueba de que los supremos jefes tervingios tenían un poder limitado y que no constituían un linaje real. Pero Zósimo, que recoge noticias muy antiguas, señala que los tervingios contaban con una dinastía real, algo que, por otra parte, también dejan claro otros textos del siglo IV en los que queda meridianamente claro el fuerte poder ejercido por Ariarico, Aorico y Atanarico y sobre la continuidad dinástica de dicho poder dentro de la misma familia.21
Figura 14: Reverso de un sólido de oro del emperador Valente, acuñado en Tesalónica en torno a los años 364-367. El emperador aparece empuñando un estandarte de tipo lábaro (crismón constantiniano) y un orbe que sostiene a una Victoria alada. Esta última, a su vez, coloca a Valente una corona de laurel. A sus pies, un bárbaro cautivo y maniatado, cuya barba y largos cabellos sirven, conforme al tópico, para identificarle. En torno a la imagen se lee la leyenda salus rei p(ublicae), es decir, «la salvaguarda de la República = el Estado», dando a entender que el emperador es el garante de la seguridad del Imperio.
Los tervingios fueron muy capaces de sobrevivir y expandirse en el turbulento mundo de la frontera romana. No sabemos tanto sobre ellos como sobre otros pueblos como por ejemplo los alamanes. Pero es muy probable que se estructuraran de forma muy parecida. Así, en el 357, cuando el césar Juliano, el futuro augusto Juliano el Apóstata se enfrentó a los alamanes, estos estaban organizados bajo la jefatura de dos reyes supremos pertenecientes a la misma familia, Chonodomario y Serapión. Este último, Serapión, al igual que Atanarico, el tercero de los jueces tervingios, era hijo de un rehén educado en territorio romano. Por debajo de los dos reyes supremos, Chonodomario y Serapión, había cinco reyes de poder algo menor, diez príncipes y un gran número de nobles y siguiéndolos a todos, bien por una soldada, bien por cumplir juramentos personales debidos a sus protectores o benefactores, 35 000 guerreros de diversas tribus y pueblos.
Temistio, que escribía entre el 369 y el 370 y, como ya se ha dicho más arriba, tenía conocimiento directo y bien informado sobre los tervingios, señala entre ellos la existencia de varios reyes. Estos reyes aceptaban la jefatura suprema del juez Atanarico que los dirigía en la guerra y que los representaba ante el augusto Valente con el que negociaba directamente en nombre de todo su pueblo.22 Todo lo cual prueba que, al igual que los alamanes, los tervingios contaban con soberanos hegemónicos o supremos bajo los que se hallaban reyes menores, príncipes y nobles y que el título de juez es probable que se deba entender como una expresión del poder supremo, algo así como «juez de reyes».23
Puesto que los alamanes y los tervingios desempeñaron un papel militar y político muy similar durante el periodo que comprende los años del 331 al 376, se puede deducir también que su poderío militar era asimismo muy parecido: en torno a 35 000 guerreros.
Por tanto, trataré ahora de arrojar nueva luz sobre el origen de los tervingios y sobre las tensiones y fuerzas internas que operaron en su seno desde un principio, atrayendo la atención del lector hacia una noticia poco recordada por la historiografía especializada y que aparece en la vida del «Divino Aureliano» de la Historia augusta, la cual cronológicamente se ubica hacia el 274. Veamos esa noticia.
Cuando se describe el fastuoso triunfo en Roma de Aureliano, la procesión triunfal que mostró a los romanos la gloria y el poder reconstituidos de Roma y en la que sus ciudadanos contemplaron a Zenobia de Palmira cargada de cadenas de oro y junto a ella todos los tesoros de Oriente, también pudieron ver, entre muchas otras maravillas, un grupo de amazonas godas y multitud de cautivos godos con las manos atadas a la espalda y, lo más llamativo para nosotros, el carro del rey de los godos. Y esto resulta llamativo no solo porque fuera tirado por cuatro ciervos, sino porque