Los visigodos. Hijos de un dios furioso. José Soto Chica
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Figura 11: Peine hallado en Cacabelos, Castro Ventosa, comarca del Bierzo, Léon. Los peines característicos de la cultura de Cherniajov aparecen distribuidos por diversos lugares de la Europa central y occidental, en particular en fortalezas y necrópolis romanas de la frontera altodanubiana, así como también en las del limes renano, que testimoniarían la presencia de guerreros godos. En el caso de este peine, dado el lugar en donde se encontró, una plaza fuerte, quizá deban asociarse a la etapa de la irrupción y ocupación de la Península por los germanos.
Así que los godos no eran ya unos pobres y salvajes desarrapados que vagaban por las provincias balcánicas y minorasiáticas romanas en busca de botín y esclavos, sino gentes que habían incrementado su riqueza y sofisticación hasta niveles muy similares a los de la mayoría de sus vecinos romanos. Cuando en el 376, docenas de miles, quizá 200 000 godos, cruzaron el Danubio, eran gentes que es muy probable que no se hubieran reconocido en los guerreros que el jefe godo Cniva capitaneó en el año 251 o en los saqueadores godos y hérulos que incendiaron Atenas en el 269. Seguían siendo godos, desde luego, pero no los mismos godos.
¿Cómo se operó el cambio? A través de las invasiones, las menoscabadas invasiones del siglo III fueron su motor, como veremos a continuación.
Lo primero que facilitaron las invasiones de la segunda mitad del siglo III fue el mestizaje. Uno bárbaro o interior y otro romano o exterior. Del primero ya hemos hablado: intensa influencia y mezcla con sármatas y dacios y coalición y mezcla con otros pueblos germanos y de diversos orígenes que son sometidos o integrados por completo en el nuevo pueblo godo. Peter Heather concluyó que los visigodos de Alarico contenían al menos un 25 % de no godos en su seno.5 Estamos de acuerdo con él, pero, como hemos demostrado, previamente y antes de que ese 25 % de no godos se les sumaran para constituir lo que, andando el tiempo, Casiodoro denominaría «visigodos», los godos habían ya integrado a muchas gentes de etnia y lengua no germánicas. Por mi parte y teniendo en cuenta esto último, no creo que más allá del 50 % de los seguidores de Alarico contaran con antepasados puramente godos. Esta integración de gentes diversas originó un importante enriquecimiento del «conglomerado» godo, sobre todo en lo que se refiere a la cultura y la economía, pues algunos de esos pueblos poseían técnicas y conocimientos muy superiores a los que los godos traían consigo desde el Báltico.
Pero es indudable que fueron los esclavos, cautivos y fugitivos romanos los que más colaboraron a que los godos cambiaran. De la lectura de la Pasión de San Sabas el Godo, un fascinante texto que nos permite echar un vistazo a la vida cotidiana en la Gotia del año 372, se deduce que esos «romanos» vivían a veces en aldeas independientes de las de los godos, pero sometidos a algún noble godo que, de tanto en tanto, pasaba por la aldea rodeado de su séquito armado para cobrar tributos y recordar que se le debía obediencia.6 Como es obvio, otros muchos cautivos de origen romano vivían junto a sus señores godos y de una manera u otra se aprovechaba su trabajo, ya en los campos, ya como artesanos. Las técnicas y conocimientos que estas gentes transmitieron aceleraron sin duda las transformaciones económicas y culturales que la arqueología exhibe en los yacimientos godos del siglo IV.7 Tampoco habría que desdeñar el efecto que pudieron producir en Gotia el regreso de miles de mercenarios godos que, tras años de servicio en los ejércitos de Roma, tornaban a sus hogares. Ya señalamos que el primer testimonio sobre un godo que sirvió en el ejército romano nos retrotrae a los primeros años del siglo III y que, al menos desde el 244, miles de mercenarios y aliados godos servían bajo los estandartes romanos en las guerras contra Persia y el número de soldados godos no dejó de incrementarse a lo largo del siglo III y, sobre todo, a partir de los primeros años del siglo IV cuando tanto Constantino como Licinio hicieron un uso masivo de mercenarios y de aliados godos. Licinio, por ejemplo, enfrentó a Constantino en el 324 contando con la alianza del rey godo Alica, el cual acudió a su llamada al frente de miles de sus guerreros, mientras que Constantino obligó en el 332 al juez o rey de los godos tervingios, Ariarico, a proporcionarle 3000 guerreros para su próxima campaña contra Persia. No obstante, la conocida maledicencia de Zósimo, tan contrario a Constantino, de que los ejércitos del primer emperador cristiano estaban compuestos en su mayoría por bárbaros germanos es, en esencia, una noticia falsa. Y, no obstante, esta noticia de Zósimo se ha venido usando no solo para señalar la «barbarización» creciente de los ejércitos romanos, sino incluso para resaltar su «goticización».8
Pero de un modo u otro, los godos se vieron sometidos a una creciente y cada vez más directa influencia romana en sus hábitos de vida y en