Los visigodos. Hijos de un dios furioso. José Soto Chica
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Los visigodos. Hijos de un dios furioso - José Soto Chica страница 25
Pero las cosas estaban cambiando. Ya en el Concilio de Nicea se designa un obispo godo, Teófilo, que como es evidente y por su nombre griego, era un cautivo o hijo de un cautivo romano; y, en el 337, el augusto Constancio II, uno de los hijos y herederos de Constantino, nombró a Ulfilas obispo de Gotia y también cuatro años más tarde, en el 341, de manera que por segunda vez en su vida, el flamante obispo de Gotia viajó a Constantinopla formando parte de una embajada tervingia y allí, en la Nueva Roma, fue formalmente consagrado obispo con todo esplendor y pompa. Esta noticia apunta a que el cristianismo en Gotia no era ya solo una cuestión de cautivos romanos, sino una cuestión de alta política y que el emperador estaba muy interesado en su propagación y fortalecimiento. Lo estaba no solo porque el propio emperador y el Imperio fueran ya cristianos, sino porque por eso mismo la cristianización de Gotia podía convertirse en un factor fundamental en las relaciones romanogodas y en un agente que «moderara» e hiciera más manejables a los tervingios. Estos últimos también lo entendieron así. Cuando sus relaciones con el Imperio eran buenas no estorbaban a los cristianos de su territorio, pero cuando se tensaban, perseguían a las comunidades cristianas como medida de presión contra el Imperio. Así, por ejemplo, en el 348 cuando Constancio II se hallaba presionando a los tervingios para que le proporcionasen más guerreros para su inminente campaña contra Persia, durante el tira y afloja entre el emperador y Aorico, el nuevo juez tervingio, este mostró su descontento expulsando de sus tierras al obispo de Gotia, Ulfilas, junto con muchos de sus seguidores cristianos. Constancio II recibió a Ulfilas como si se tratara de un «nuevo Moisés»10 y lo instaló junto con sus seguidores en Nicópolis, ciudad situada en la fronteriza Mesia Inferior para que pudiera seguir estando cerca de su «perseguido rebaño» del otro lado del limes. Durante los siguientes dos años, Ulfilas estaría enfrascado en una obra decisiva para la historia del pueblo godo: tradujo los Evangelios y la mayor parte de la Biblia a la lengua gótica. Era la primera vez que una lengua germana se ponía por escrito y esa lengua germana era goda. Es evidente que si Ulfilas escribía en godo era porque tenía reales o potenciales oyentes y lectores en esa lengua y ese simple dato apunta no solo a que los godos de lengua germánica se estaban convirtiendo al cristianismo, sino también al nivel de sofisticación que iban alcanzando las élites de Gotia.
Figura 12: Página del llamado Codex Argenteus, manuscrito del siglo VI que copia, a su vez, un original del siglo IV que contiene la traducción al idioma godo de la Biblia. La tradición atribuye este mérito al obispo Ulfilas, si bien en la obra se percibe la mano de varios autores, lo que nos lleva a considerar la existencia de un equipo de traductores, acaso supervisados por el mencionado obispo. Se trata de la primera obra redactada en alfabeto gótico, desarrollado por Ulfilas para evangelizar a los godos. Emplea veinticinco caracteres, que son adaptaciones de runas, caracteres griegos y latinos. Dado que Ulfilas era arriano, la conversión del pueblo godo se hizo, asimismo, a este credo.
Otro dato significativo es que Ulfilas no tradujo el Libro de los Reyes, pues consideraba que las hazañas de David y de los demás campeones de Israel solo servirían para incrementar aún más las virtudes guerreras de los godos e inflamar su belicoso espíritu.
La influencia de Ulfilas fue decisiva. En una época en que la cuestión confesional era radicalmente importante y en la que los debates cristológicos convulsionaban no ya a la Iglesia, sino al Imperio, que un obispo arriano, pues arriano era Ulfilas, tradujera la Biblia a la lengua de los godos y que fuera por su intermedio que su cristianización se viera acelerada y potenciada, determinó en buena medida las relaciones entre romanos y godos para los siguientes doscientos cincuenta años. Ulfilas, cuya «profesión de fe» se nos ha salvado en un manuscrito denominado Parisinus latinus 8907, más conocido como Carta de Auxencio de Durostorum11, no solo dejaba clara su fe arriana, sino su influencia en el cristianismo de su tiempo. No fue un actor marginal en los acontecimientos, sino uno principal y si en última instancia su visión del cristianismo fue condenada en el Imperio durante el Concilio de Tesalónica del año 381, aunque resulte paradójico pervivió donde más había sido perseguida: entre los godos. En efecto, todavía en tiempos de Atanarico, tercer juez o rey de los tervingios, la mayor parte de la realeza y la nobleza goda se mantenía pagana y hostil al cristianismo. En el 372, por ejemplo, un godo, el ya citado Sabas el Godo, fue martirizado por negarse a abjurar de su fe cristiana en un momento en que, de nuevo, se tensaban las relaciones entre tervingios y romanos. Solo a partir del foedus del 382 y, sobre todo, a partir del ascenso de Alarico en el 392, se fue imponiendo mayoritariamente el cristianismo entre los godos asentados al sur del Danubio, mientras que entre los grupos que permanecían al norte del limes el paganismo siguió siendo norma hasta bien entrado el siglo V.
Pero, sin duda, el ejemplo más palpable y espectacular, literalmente, de la obra e influencia de Ulfilas entre los godos nos lo ofrece el llamado Codex Argenteus de la biblioteca de la Universidad de Upsala, Suecia. Se trata de un espléndido libro realizado sobre suave cuero de becerro nonato teñido con púrpura de Campania sobre la que se estampó una cuidada caligrafía que usaba tintas de oro y plata. Es una lujosísima copia de los Evangelios traducidos por Ulfilas al gótico mandada hacer por Teodorico I, rey de los ostrogodos de Italia, a inicios del siglo VI. En origen, contaba con 336 folios de los que se nos han conservado 188. El Codex Argenteus tuvo que tener sus «hermanos» entre los visigodos de Hispania y Galia, quizá menos lujosos, eso no importa, lo que importa es que este tipo de libros realizados a finales del siglo V e inicios del siglo VI muestran que los godos o al menos las élites dirigentes ostrogodas conservaban aún su lengua y que esta seguía siendo prestigiosa y, sobre todo, el Codex Argenteus nos permite conocer esa lengua. Pues solo a través de él y de un «vocabulario» recogido por un embajador holandés entre los godos de Crimea, el último pueblo que habló godo y que lo hizo hasta el siglo XVIII, podemos reconstruir el idioma de los godos y así adentrarnos aún más en su cultura.12
Pero ¿y las transformaciones políticas? ¿Cómo explicar que los godos pasaran de ser un conjunto bastante laxo y diverso de bandas y tribus a constituir poderosas confederaciones capaces de poner en aprietos al Imperio y de firmar con él foedera ventajosos?
Ya vimos que las laxas coaliciones tribales que se formaban en torno a los años medios de la segunda mitad del siglo III eran puramente circunstanciales. En algunas de ellas aparecen los godos como grupo principal o dirigente, tal fue el