Coma: El resurgir de los ángeles. Frank Christman

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Coma: El resurgir de los ángeles - Frank Christman страница 14

Автор:
Серия:
Издательство:
Coma: El resurgir de los ángeles - Frank Christman

Скачать книгу

habilidades?

      —Bueno, digamos que son determinados mecanismos que van a multiplicar tu destreza e ingenio. Piensa que te vas a enfrentar a uno de los seres más poderosos que existen.

      Mario quedó pensativo mirando el recipiente que sujetaba entre sus manos. Bebió un sorbo de agua y, mirando a Vehuel, dijo:

      —¿Cuándo empezamos?

      —Mañana al amanecer —contestó Vehuel.

      En ese momento volvió a aparecer Nebo.

      —Ya han llegado.

      Vehuel asintió con la cabeza. Volvió a mirar a Mario.

      —Vas a conocer a unas personas —dijo Vehuel misterioso—, son personas curtidas en la lucha y que están dispuestas a dar sus vidas por ti. Piensa que tenemos que enfrentarnos a Amon y no podemos estar pendientes de quienes le rodean. De eso se encargarán esos hombres.

      —Estoy impaciente por comenzar —Mario se levantó como impulsado por un resorte.

      —Debes ser paciente —le apaciguó Vehuel— El sol se está poniendo. Descansaremos aquí esta noche y antes de despuntar el alba marcharemos al lugar que nos servirá de entrenamiento. Bajemos.

      Bajaron por la escalera que conducía a las dependencias inferiores. Nebo entraba en ese momento.

      —Están todos en casa Seth.

      —Diles que vengan —dijo Vehuel.

      Nebo volvió al rato con doce hombres de aspecto rudo. Todos portaban armas y parecían curtidos en la lucha. En silencio fueron entrando y rodearon la estancia.

      —Estáis aquí —comenzó Vehuel poniéndose de pie—, porque, una vez más, la amenaza del mal se cierne sobre nosotros. Este es el hombre que debéis proteger para que pueda llevar a cabo su misión, que no es otra que destruir a Amon, un demonio capaz de dominar la alquimia. Él se enfrentará al demonio y con mi ayuda esperamos derrotarle. Ahora marchad.

      Los hombres partieron y Vehuel le dijo a Nebo.

      —Prepara algo de comer.

      En poco tiempo Nebo preparó una especie de papilla elaborada con trigo. La misma masa, en otra proporción, más densa, la volcó sobre una piedra que previamente había calentado. El resultado era varias hojuelas de pan de aproximadamente un centímetro de grosor y de forma irregular que se mojaba con la papilla, a la que se le añadía distintos productos elaborados con salazón o conservados en sal. Ya fuera carne o pescado.

      Cuando acabaron de cenar, Vehuel se dirigió a Nebo.

      —¿Crees que esta noche se reunirán con Amon?

      —Sí. Creo que esta noche Amon tendrá su ejército, Marduk ha prometido mucho oro.

      —Entonces —Vehuel miró fijamente a Nebo—, no los pierdas de vista. Partiremos antes de que amanezca. Quiero estar lejos de aquí cuando despunte el alba.

      Nebo recogió la mesa y partió.

      —Creo que lo mejor será que intentemos dormir algo —dijo Vehuel mirando a Mario—, mañana nos espera un día muy intenso.

      Nebo llegaba al lugar de encuentro donde Amon y Marduk esperaban culminar su plan. Mientras caminaba, Nebo se volvió invisible, solo de esa forma podría acercarse lo suficiente para saber qué tramaban; aun así, debía tener cuidado, Amon podría detectar su presencia.

      Había una gran fogata y alrededor de ella, dispuestos en círculos concéntricos, cerca de 30 personas cubiertas por un manto hecho de lana con el que se cubrían la cabeza. Todos llevaban la cara pintada de negro y rojo, excepto uno, al que Nebo identificó como Marduk por su gran estatura. Marduk lucía una cabeza de carnero y portaba una especie de vara de unos cinco centímetros de diámetro y medio metro de longitud. Desconocía su procedencia, pero estaba seguro de que Amon tenía algo que ver.

      El sonido de los tambores que habían estado sonando se paró de repente. En aquel momento Marduk levantó los brazos y con voz potente invocó:

      —Amon, tus siervos están listos para que hagas acto de presencia.

      Todos levantaron los brazos al cielo y con sonidos guturales, cada vez más fuertes, inundaron la noche. De pronto sonó un trueno y apareció el círculo de un gran portal por el que apareció Amón. El portal desapareció y Amon quedó a unos metros del suelo. Su imponente y diabólica figura se irguió, sus ojos, de un rojo intenso miraron a Marduk.

      —¿Has llevado a cabo tu cometido?

      —Tal y como ordenaste señor —contestó Marduk arrodillándose. Gesto que fue secundado por el resto.

      —Escuchad mortales —sonó poderosa la voz de Amon—, mañana, cada uno de vosotros, visitará a un gentil, y le ordenará que deje de colaborar con los vigilantes. Mientras la confusión se apodera de todos, bajaréis a las minas y ordenaréis que se siga extrayendo oro, pero esta vez, la producción será para mí. Marduk os dirá dónde debéis llevarlo. Vigilaréis las entradas a las minas y mataréis a todo el que quiera entrar. ¿Lo habéis entendido?

      —Marduk —continuó Amon— Dentro de tres días nos veremos en el lugar que te dije. No olvides que debe fluir agua cerca.

      —Sí, mi señor.

      Amon miró a sus siervos complacido. Levantó una mano y dibujó un círculo en el espacio. El portal volvió abrirse. De pronto posó su mirada donde se encontraba Nebo, sus ojos de fuego parecieron brillar con mayor fulgor. Nebo se deslizó para quedar cubierto por la gran roca que le protegía, como abrazándola, se quedó inmóvil. Amon entró en el portal y desapareció.

      Marduk se dirigió a sus hombres.

      —Ya habéis oído. Cumplid las órdenes.

      Todos se retiraron en silencio.

      Nebo volvió a la casa y contó a Vehuel lo que había visto y oído. Vehuel lo escuchó con atención.

      —¿Para qué querrá el oro?

      —¿Una nave? ¿Un arma? —Nebo intentó dar sentido a sus pensamientos.

      —Demasiado vulgar —Vehuel negó con la cabeza—. Tengo que contactar con Haniel. Dile a Mario que volveré en cuanto averigüe qué está tramando Amon. Aunque me imagino lo que quiere, debo estar seguro.

      Vehuel salió de la casa perdiéndose en la oscuridad. Llegó al lugar donde Mario había abierto el portal. En cuanto estuvo seguro de que nadie le observaba, levantó su báculo y realizó un círculo sobre su cabeza; conforme el círculo se iba dibujando se formaba un aro de luz. Vehuel penetró en el portal.

      En un lugar indefinido del espacio-tiempo, Vehuel salió del portal. Haniel estaba allí, esperándole. Le contó todo lo que Nebo había oído y terminó diciendo:

      —Creo que intenta

Скачать книгу