Coma: El resurgir de los ángeles. Frank Christman

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Coma: El resurgir de los ángeles - Frank Christman

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También fornicaron con las mujeres, creando una raza prohibida. Siguieron viajando, reclutando a gente y sembrando su semilla por todas partes, pero siempre volvían para comprobar los progresos y observar la evolución de las razas. Sin embargo, la ambición de poder los llevó a construir sus palacios y proclamarse reyes. Cuando Enki, hermanastro de Enlil, se dio cuenta, ya era demasiado tarde. Los mortales quisieron alcanzar su propia gloria.

      —El clima —continuó Vehuel—, había estado cambiando en los últimos años. Ello, está por venir, propiciará que, diversos fenómenos globales, como el estallido de una estrella, erupciones solares o volcánicas, terremotos, ciclones y otros desastres naturales, provocarán alteraciones importantes en este universo. Esta obra, está construida sobre terrenos inestables que, ante cualquier catástrofe, como así ocurrirá, quedaría destruida. En esta ocasión será el estallido de una estrella la que desatará las fuerzas de la naturaleza que desestabilizará el planeta. Además, la onda de la estrella provocará una lengua de fuego que alcanzará una vasta extensión, cambiando el aspecto del planeta.

      —Después de aquello —añadió Vehuel—, los mortales que sobrevivieron, se dispersaron; cada uno, con su lenguaje, se instaló en tierras donde poder progresar en la agricultura o el pastoreo. Pero todos aquellos conocimientos que habían recibido, los usaron para crear armas. Enki, cuando se dio cuenta de lo que había hecho su hermano, condenó a los Elohim a vagar por el inframundo. Enlil, humillado, creó una raza de humanos para esclavizarlos y poder extraer el oro con el que alterar la genética humana y su propia genética, por medio de un reactivo alquímico que pocos conocen. La confusión de las lenguas es un añadido inventado. La biblia se equivoca cuando habla de un dios que confunde las lenguas. Las lenguas las trajeron consigo.

      —¿Y qué fue de Enlil?

      —Enlil pertenece a una de las razas Anunnaki. Algunos mortales lo llaman Yahveh y lo confundirán con un dios benefactor, pero, en realidad, un dios protector no amenaza con castigos a sus seguidores, la verdad es mucho más simple. En el mundo en el que habitas, luchan con otras razas cósmicas por hacerse con el control. Muchos de sus hijos caminan por los mundos sin hacer daño a nadie, pero otros fueron verdaderos malignos. Hasta que un día, el Infinito los despojó de sus poderes y de más descendencia. Eso los llevó a una lucha por el control del mundo. Sus hijos e hijas, entre las que está la madre de Amon, buscan su parcela de poder luchando entre ellos y desafiándonos entre dimensiones. Han aumentado su poder y son un ejército.

      Mario volvió a mirar la construcción. Vehuel pareció leer sus pensamientos.

      —Todo lo que te he contado, está por venir —Vehuel reinició el camino—. Será mejor que busquemos un refugio.

      Entraron en la ciudad. Aquello era un hervidero. Mientras rodeaban la construcción Mario miró hacia arriba. Desconocía la base de cimentación, aunque por los rudimentarios hornos en los que se cocían ladrillos y las grandes moles de piedras, se hacía una idea. También observó que unos trabajadores construían con betún, además de una argamasa compuesta por cal, arena y agua. De cualquier forma, aunque la base tenía una gran extensión, la construcción iba reduciendo su perímetro conforme se elevaba.

      En un extremo de la zona de trabajo, estaban descargando grandes piedras que unos hombres pulían con herramientas de bronce hasta convertirlas en moles circulares que eran trasladadas por las rampas que rodeaban la construcción. Cada seis o siete metros de altura, una gran explanada, daba acceso a una apertura que se adentraba al interior. Otros hombres subían por las rampas hasta esas aperturas, grandes vigas de madera; parecían cedro, pero no podía asegurarlo. Mario se detuvo mirando la imponente construcción.

      —Ahora me explico por qué un terremoto pudo arrasar con esta construcción —susurró Mario.

      —Veo que Haniel te ha permitido conservar tus conocimientos aprendidos —observó Vehuel.

      —Es cierto —exclamó sorprendido—. Tengo intacto todo lo que he aprendido. ¿Es eso normal?

      —Supongo que su razón tendrá. Aunque sí es cierto que nunca había habido una situación parecida. Un cuerpo mortal desvinculado de su espíritu pero que conserva su recuerdo, no es muy normal.

      Continuaron caminando y se adentraron en la ciudad. Vehuel se adelantó y Mario le siguió unos pasos más atrás. Se adentraron por calles con edificaciones de un bajo y dos plantas. De una de ellas salió un hombre y se quedó junto a la puerta con la mirada ausente. Vehuel se adentró en el interior en el que había un patio que daba paso a una estancia para resguardar a los animales. Subió por unas escaleras hasta la azotea, la cual estaba protegida del sol por una estructura de argamasa sobre la que descansaban unas hojas de palmera. Se sentaron a la sombra, sobre unos ladrillos que formaban una base de unos cuarenta centímetros. Al poco, el hombre que estaba en la puerta subió y sentó con ellos.

      —La paz sea con vosotros —saludó llevándose la mano al corazón.

      —Y contigo —correspondió Vehuel—. ¿Qué sabes?

      —Cerca de aquí, se reúnen un grupo que es conducido por uno de los vigilantes. El otro día estuve observándolos, un demonio tomó a uno de ellos y lo convirtió en siervo. Se trata de un comerciante rico.

      —¿Sabes su nombre? —preguntó Vehuel.

      —Sí, se hace llamar Marduk.

      —Muy apropiado —dijo Vehuel rascándose la cabeza.

      —¿A qué te refieres? —preguntó Mario sin comprenderlo.

      —Marduk es hijo de Enki y es considerado un dios libertador. Es adorado por los babilonios. Uno de los seres más poderosos e influyentes que proviene del espacio, es como todos nosotros, un ser del cosmos, un Anunnaki, por eso me causa estupor que Amon haya poseído a un hombre así llamado.

      —Pero dime —Vehuel se dirigió al dueño de la casa—, ¿oíste lo que planean?

      —A mí me parece que lo que intentan es confundir a los esclavos para que se rebelen contra los Elohim.

      —Pero ¿qué consigue Amon si me busca a mí? —intervino Mario—. A no ser…

      —A no ser —le cortó Vehuel—, que utilice a los esclavos para que consigan una victoria y, así, tener controlado un ejército que después arengaría contra nosotros. Lo cual me lleva a pensar que no sabe que estamos aquí.

      —Nebo —continuó Vehuel señalando al dueño de la casa—, es hijo de un anunnaki y un humano. Nosotros lo proveímos de la destreza de no ser visto y los conocimientos necesarios para ver más allá.

      —¿Y quiénes sois vosotros exactamente? —preguntó Mario mirando fijamente a Vehuel.

      Vehuel quedó en silencio. Decir a alguien que tenía ciertos poderes cósmicos pero que seguía siendo un mortal, era un riesgo que no sabía si debía correr. Mario pareció adivinar sus pensamientos.

      —No te fías de mí —concluyó Mario desafiante.

      —Nebo —Vehuel lo miró—. ¿Por qué no lo preparas todo para esta noche?

      Nebo se levantó y bajó a la estancia inferior. Vehuel miró a Mario con bondad.

      —Escucha —Vehuel cogió una jarra de barro rellena de agua y llenó dos vasos; le ofreció uno a Mario, dejó que éste se refrescase antes de continuar—, Haniel te ha concedido ciertas habilidades que te serán de mucha utilidad.

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