Psicoterapia Corporal. Vassilis Christodoulou

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Psicoterapia Corporal - Vassilis Christodoulou

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profundamente… Me duele el pecho…

      V.Ch.: Tu barriga, tus caderas, tus piernas… ¿cómo las sientes?

      C.D.: Bueno, siento la barriga un poco revuelta… En cuanto a mis caderas y piernas, las veo pero ¡no las siento!

      V.Ch.: Concéntrate por un momento en aquello que sí puedes sentir en tu cuerpo… Si puedes, cierra los ojos y dime qué ocurre… o dime si ves algo.

      C.D.: Sí, veo a mi novia. Veo lo que sucedió ayer… estoy cerca de la cama… me siento en la cama y mi novia se me acerca. Está de pie, en frente mío, y tengo miedo de que quiera sexo y yo no sé si quiero. La amo, la encuentro atractiva, pero ahora mismo no sé si quiero acostarme con ella y no sé qué hacer.

      V.Ch.: ¿Qué pasaría si le dijeras que ahora mismo no te apetece acostarte con ella? Si simplemente le dijeras: 'Cariño, no me apetece', ¿no sería eso suficiente? No importa que no sepas si ella realmente quiere o no.

      C.D.: No es solamente que no sepa si ella quiere o no, sino que, aunque ella quisiera, es tan buena que no se quejaría ni pondría mala cara.

      V.Ch.: ¿Hubo alguien anteriormente que se quejara o te pusiera malas caras?

      C.D.: ¡Mis padres! Nunca estaban contentos conmigo… Nunca… Recuerdo un día después de la escuela cuando era joven… no me fue muy bien en un examen y me sentía desgastado, quería irme a la cama y olvidarme de todo. No mostraron comprensión alguna, me humillaron y me sentí agotado. Y luego, cuando tenía unos quince o dieciséis años, tenía miedo de tener una relación. Tenía miedo de que mis padres me criticaran o criticaran a la chica con la que estuviese… Me uní al ejército y mantuve la esperanza de salir con una chica pero prefería masturbarme… Es por eso que, incluso ahora, siento cierta adicción al respecto. Todavía me cuesta arriesgarme… Voy a lo seguro… ¡Oh Dios mío!, me siento tan agotado… quiero estirarme…

      Se estiró en el colchón y continuó hablando:

      C.D.: No es por casualidad que mintiera a menudo a mis padres. Al mentirles conseguía un poco de amor y afecto… Siempre que les decía la verdad respondían insatisfechos y me rechazaban. En aquellos momentos en que una mentira parecía poder salir a la luz, me inventaba otra para tapar la primera y, al final, me sentía siempre atrapado. Todavía me atormenta, incluso ahora…

      V.Ch.: Ahora, en este momento, ¿cómo te sientes? Concéntrate en tu cuerpo y tus sentimientos.

      C.D.: ¡Siento como si me hubieran quitado un peso de encima! No siento rabia, no quiero golpear a nadie… aunque me siento dolido… Siento como si tuviera que rendir cuentas a alguien, como si me fueran a juzgar… Me siento prácticamente atrapado en un rincón. Me duele la garganta, como si tuviera una masa dentro. Siento la necesidad de acurrucarme…

      Se hizo un ovillo en posición fetal y estuvo en silencio durante un rato. Me tomó de la mano izquierda mientras yo le daba apoyo en la espalda con la derecha. Al cabo del rato continuó:

      C.D.: Tengo diez años… Estoy acurrucado en esta posición en mi cama… Es así cómo me protejo.

      V.Ch.: ¿Te proteges de quién?

      C.D.: De los que me juzgan, mis padres.

      Estuvo en silencio durante un rato.

      V.Ch.: Ahora, en este momento, ¿sientes que te estoy juzgando?

      C.D.: No…

      V.Ch.: Bien. ¿Qué te ayudaría en este momento a sentirte mejor?

      C.D.: Despertar y descubrir que todo esto no es más que un mal sueño. No hay otra manera en la que pueda lidiar con ello. No soy una mala persona… No soporto la idea de que me juzguen y de que esto nunca acabe. Vale, está bien pero… Siempre habrá 'peros'… Ella está bien pero… Él es feliz pero… Siempre temía los 'peros'… Los 'peros' son tan impredecibles… Y tampoco puedes usarlos para ocultarte.

      V.Ch.: En este momento, ¿qué te ayudaría a sentirte algo mejor?

      C.D.: Hablar un poco… sí, eso… y un buen abrazo también me ayudaría.

      Le cubrí con una manta y le sostuve tal y como estaba, en posición fetal, y le insté a que respirara más profundamente. Se dio cuenta, mientras hablaba, que la masa en la garganta había encogido. El contacto físico y la forma en que le sostenía, sin ningún tipo de condición, le ayudaban. Alguien estaba ahí por él, solamente por él, sin esperar nada y sin juzgarlo. Estuvo en esa posición durante un tiempo, como si se nutriese del ambiente uterino y fuera nutrido por éste. Su cuerpo se relajó, su respiración se tornó profunda y calmada. Lentamente comenzó a abrir su cuerpo y a estirar sus extremidades, tomándose su propio tiempo. Pudo entonces sentir su pelvis; sentía sus piernas y comenzó a jugar con ellas; las subió y las miró… Movió la parte posterior del cuello, haciéndola girar y, entonces, abriendo los ojos, me miró como si fuera un bebé. Era como un bebé que aún recibía la atención de su madre, y se sintió bien. Se mantuvo estirado y, mientras me miraba, le sonreí y, tirando suavemente de sus manos, le alcé levemente. Se le cayó la cabeza un poco hacia atrás; su cuello era flojo… Comenzó a responder a mi sonrisa y me dijo que se sentía 'diferente' al ser capaz de entenderla mejor. Le dije que no se esforzara, sino que simplemente se dejara ir y sintiera como era dejar que su cuerpo fuera levemente elevado, solamente con mi ayuda. Esto era algo nuevo para él… tener a alguien que se preocupase solamente por él de una manera alegre y sin prisas.

      Una vez pudo experimentar este 'ahora' tan diferente y pudo registrarlo en su sistema, estaba preparado para seguir adelante y levantarse con su propio esfuerzo y mi apoyo. Le ofrecí mis manos, que utilizó para sostenerse, usando la fortaleza de sus brazos, y se levantó un poco. También esta era una nueva experiencia para él, y también fue buena. Era bueno para él sentir que tenía a alguien que le brindara apoyo, alguien que le mirara alegremente y de manera que, no solamente no se sentía juzgado, sino que se sentía alentado. Se tomó su tiempo, se dio la vuelta, descubrió lo que era gatear con un adulto cerca que le apoyara y, entonces, se sentó en el suelo. Tocaba entonces darle apoyo en la espalda y en la nuca para que, con las plantas de los pies y las palmas de las manos firmemente apoyadas en el suelo, mientras respiraba profundamente desde el abdomen, pudiera sentir lo que era levantar su cabeza. Era verdaderamente una nueva experiencia para él… se sentía tan fuerte que, haciendo fuerza hacia abajo, se puso de pie derecho. Se sintió más alto de lo que nunca jamás se había sentido…

      “No tengo miedo ahora. Lo sé y puedo decirles a mis padres, 'Mirad, ahora soy fuerte y, que me critiquéis o no, es asunto vuestro; ya no me preocupa”.

      Por supuesto, llegar al punto en que ya no le preocuparan las críticas de sus padres le tomaría algo más de tiempo y de terapia. Aun así, habíamos progresado mucho.

      De Reich a Lowen y de Lowen a Biosíntesis

      En

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