La primera generación. Estudiantes que inauguraron la Facultad de Medicina de Bilbao en 1968. vvaa

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La primera generación. Estudiantes que inauguraron la Facultad de Medicina de Bilbao en 1968 - vvaa

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que fastidió el suelo para desgracia de los dueños. Comíamos de mala manera, por caridad una pescatera del barrio nos regalaba los mojojones; la limpieza y el orden destacaban por su ausencia.

      Mis convicciones en aquellos años eran las de la absoluta certeza sobre la caída del franquismo y de que alcanzaríamos la democracia, todo gracias a la presión revolucionaria de estudiantes y obreros.

      Sin embargo, Franco murió en la cama y de viejo, aunque la sociedad sí despertaba a la democracia gracias al aumento del nivel de vida y de la cultura.

      El bienestar tenía que traer las libertades. Así fue. Se pactó una transición pacífica: comunistas, socialistas y franquistas.

      La Universidad colaboró con sus manifestaciones huelgas y protestas.

      Los sindicatos, más activos que nunca, añadieron fuerza a la lucha por las libertades.

      En ese periodo de los últimos coletazos de la dictadura, la represión aumentó.

      Recuerdo el segundo año en un edificio nuevo del Hospital de Basurto, una casa prefabricada metálica con una sola aula, una sala de prácticas de Anatomía, varios despachos y unas bañeras donde se depositaban los cadáveres para estudio anatómico, estos sumergidos en formol. Eso hoy habría provocado una alarma social y un despliegue mediático exagerado.

      La experiencia académica del segundo año era más acorde con nuestra vocación.

      Aprender Anatomía en latín me parecía un toque artístico adherido a la ciencia. Así, latissimus dorsi tenía cien veces más encanto que dorsal ancho. La pena es que solo duró un año; al siguiente, cambió el profesor e iniciamos el aprendizaje de Anatomía en castellano.

      Yo seguía volcado en la revolución, militaba en un Partido Comunista, y en la Universidad tenía que aportar algo que moviera conciencias. Se me ocurrieron un par de cosas que ahora, en la distancia, me parecen ingenuas.

      Una era una obra de teatro, de fondo anticapitalista y antirreligioso. Por supuesto recurrí a la técnica del mínimo esfuerzo, así que escogí “teatro leído”. Solo hacían falta un par de ensayos, vestirse de negro o de luto, no recuerdo muy bien, gesticular mucho e impostar la voz.

      Éramos seis personas amantes del teatro, con buena voluntad. La representación consiguió un lleno total con alumnos y algunos profesores. La obra era nefasta; la interpretación, mejor no recordar; pero como dice mi hijo, “eso es lo que hay”.

      Ahora me pregunto cómo se puede ser tan atrevido; teníamos veinte años, eso lo explica todo.

      Realizamos varias sentadas, alguna manifestación, acudíamos a recitales de Raimon, a asambleas en la Universidad de Deusto, en la de Sarriko; el ambiente era explosivo, la policía infiltraba agentes camuflados en las universidades, uno célebre era Amedo que pasaba por estudiante en Sarriko, o eso creía él. Personaje de nuevo célebre más tarde con el tema del GAL.

      Desde el no nos moverán, a cruzar coches contra las cargas policiales de los llamados grises entonces, eran actividades habituales en un ambiente de búsqueda de las libertades.

      Realizamos algún escrache, que se diría hoy, contra un profesor de Fisiología, lo que le obligó a huir por una ventana.

      Editamos de forma artesanal, en una multicopista, una revista de información y discusión, dentro de la Facultad de Medicina

      Recuerdo haber escrito un artículo de carácter antirreligioso y ateo, solo haciendo referencia a biblias apócrifas. Posteriormente, grupos cristianos filocomunistas me propusieron una reunión para discutir el tema del artículo. Fue una autentica encerrona, con su superioridad intelectual me atosigaron, pero no pasó de ahí la cosa.

      Colaboré en la edición de panfletos, acudí a asambleas y a reuniones de formación ideológica, hoy lo llamaría de lavado de cerebro. Desde luego puse pasión en todo lo relatado, menos en estudiar.

      Por necesidades del partido y en interés del pueblo y la clase obrera colaboré en el robo de una multicopista, capaz de imprimir cien hojas en medio minuto, (nada que ver con mi impresora artesanal que exigía imprimir folio a folio,) a un colegio religioso. No me siento especialmente orgulloso de esa acción.

      En otro plano, emocional, intenté conquistar a alguna compañera de la Facultad. Salí con un par de jóvenes que aún recuerdo con cariño, personas estupendas, pero mis intereses revolucionarios me impedían ahondar en esas relaciones

      Llegué a matricularme en tercero de Medicina, pero a mitad de curso abandoné la carrera y me pasé a la Escuela de Maestría de Achuri. Pensé que en un ambiente más proletario mis objetivos serían más fáciles de alcanzar. Me convalidaron un montón de asignaturas y en dos años ya era un flamante fresador.

      Conseguí trabajo en un importante taller de Bolueta donde permanecí dos años, llegando a oficial de primera, lo que no estaba mal.

      Tanto en la Escuela de Maestría como en los talleres, mi actividad seguía siendo de agitador. Pronto fui conocido por la policía. Un día, tras salir del taller me detuvieron. Mientras me conducían a la Jefatura de Policía de Indautxu me angustiaba que descubrieran un teléfono que tenía anotado en una libreta, conseguí arrancar la hoja y comérmela. Bien, prueba desaparecida. Pero me equivoqué de hoja…, terrible.

      Tras un interrogatorio de bofetadas y golpes me trasladaron a la cárcel de Basauri donde pasé seis meses hasta que salí en libertad provisional, en espera de juicio.

      Seis meses después se celebró en Madrid el juicio en el TOP (Tribunal de Orden Público). Me solicitaban ocho años de cárcel por asociación ilícita y propaganda ilegal. La cosa quedó en cinco.

      En 1975 Franco murió y el rey Juan Carlos por él nombrado tuvo a bien conceder una amnistía para penas inferiores a tres años. A mí me habían condenado a tres por asociación ilícita, y a dos por propaganda ilegal. Quedé de repente libre, y aunque ya tenía pensado marcharme del país, fue un alivio.

      Estoy convencido de que nuestra lucha sirvió para inducir un clamor popular por la democracia, que propicio la Transición.

      Con la legalización de los Partido Comunista y el Socialista empezó una nueva época; la represión fascista se suavizó, aunque no totalmente.

      Estaba agotado, volví a la carrera de Medicina. Habían trascurrido cinco años.

      Los planes de estudios eran distintos, las asignaturas que dejé pendientes en segundo y tercero ahora eran de primero. Aun así, pude con ello, y el MIR me convirtió en un ORL.

      Eso es lo que hay

      Un abrazo a todos mis compañeros y compañeras.

      EL ORIGEN

      No. Las cosas no eran iguales. Un poco parecidas sí. Quiero decir, que ya había calles con coches, casas de pisos, gente que se lo pasaba bien y gente que se lo pasaba mal. Gente que mandaba y gente a la que no le gustaba que le mandaran. Enfermos. Y médicos. Médicos sí, pero Facultad de Medicina no.

      Los médicos habían estudiado en sitios con viejas historias de estrambóticos catedráticos, de sabias y no tan sabias enseñanzas y, sí claro, de golferías variopintas.

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