2000 años liderando equipos. Javier Fernández Aguado
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La gestión del poder se inicia de forma participativa. Siempre que en el monasterio hubiese que tratar de asuntos de importancia, el abad convocaba a la comunidad. «Oiga el consejo de los hermanos, reflexione consigo mismo, y haga lo que juzgue más útil. Hemos dicho que todos sean llamados a consejo porque muchas veces el Señor revela al más joven lo que es mejor». Podía discreparse, pero siempre con respeto. «Los hermanos den su consejo con toda sumisión y humildad, y no se atrevan a defender con insolencia su opinión. La decisión dependa del parecer del abad y todos obedecerán lo que él juzgue más oportuno. Pero, así como conviene que los discípulos obedezcan al maestro, así corresponde que este disponga todo con probidad y justicia (…). Todos sigan, pues, la regla como la maestra de todas las cosas, y nadie se aparte temerariamente de ella. Nadie siga en el monasterio la voluntad de su propio corazón. Ninguno se atreva a discutir con su abad osadamente. Pero si alguno se atreve, quede sujeto a la disciplina regular. Mas el mismo abad haga todo con temor de Dios y observando la regla, sabiendo que ha de dar cuenta, sin duda alguna, de todos sus juicios a Dios, justísimo juez». Si los temas eran de escasa importancia, bastaba aconsejarse con los ancianos.
He aquí un elenco de tesituras esenciales para los seguidores de san Benito: 1. No ceder a la ira; 2. No guardar rencor; 3. No jurar; 4. No devolver mal por mal; 5. No maldecir a los que maldicen, sino procurar bendecirlos; 6. Sufrir persecución por la justicia; 7. No ser bravucón; 8. No bisbisear.
Como no es posible dar abasto, aconsejaba delegar. Si la comunidad era numerosa, se elegirían hermanos con buena fama y vida santa como decanos para que velasen con solicitud según los mandamientos de Dios y los decretos del abad. Los mandos intermedios no debían ser elegidos por mera antigüedad, sino por su vida y sabiduría. Si alguno se hinchaba de orgullo, había que corregirle, concediéndole hasta tres oportunidades. Si no mejoraba, se le sustituiría. Las medidas de prudencia se multiplican. De haberse aplicado algunas en nuestro tiempo se habrían evitado no pocos problemas e incluso delitos: «Los hermanos más jóvenes no tengan camas contiguas, sino intercaladas con las de los ancianos. Cuando se levanten para la Obra de Dios anímense discretamente unos a otros, para que los soñolientos no puedan excusarse».
La definición de puestos manifiesta sapiencia. Se elegiría para administrador del monasterio a alguien sabio, maduro y frugal, ni engolado, ni agitado, ni propenso a injurias, temeroso de Dios, para que fuese como un padre. «Tenga cuidado de todo –se recomienda–. No haga nada sin orden del abad, sino que cumpla todo lo que se le mande. No contriste a los hermanos. Si quizás algún hermano pide algo sin razón, no lo desprecie, sino niéguele razonablemente y con humildad lo que él pide indebidamente (…). Si se sorprende a alguno que se complace en este pésimo vicio (de guardarse cosas para su uso personal), amonéstelo una y otra vez, y si no se enmienda sométasele a corrección».
A pesar de la buena actitud que se presupone, aconseja disponer de auditores que contribuyan al buen comportamiento. Hoy lo llamaríamos compliance. Se designaban uno o dos provectos para que recorriesen el monasterio durante las horas de estudio. Si hallaban a alguien casquivano, se le reconvenía; si no se corregía, se llegaría hasta la expulsión.
Para el proceso de admisión más valía calidad que cantidad. «Si quien viene persevera llamando y parece soportar con paciencia durante cuatro o cinco días las injurias que se le hacen y la dilación de su ingreso, y persiste en su petición, permítasele entrar y esté en la hospedería unos días. Después de esto, viva en la residencia de los novicios, donde estos meditan, comen y duermen. Asígneseles a estos un anciano que sea apto para ganar almas, para que vele sobre ellos con todo cuidado (…). Si promete perseverar (…), tras dos meses léasele por orden esta regla y dígasele: ‘He aquí la ley bajo la cual quieres militar. Si puedes observarla, entra; pero si no puedes, vete libremente’». De mantenerse tenaz, se le llevaba a la residencia de los novicios y proseguía la probación. Seis meses después se le leía la regla. Si proseguía impávido, se repasaba con él el texto cuatro meses más tarde. No se ocultaba la exigencia, ni se edulcoraba.
La problemática de los millennials estaba presente. La resuelve san Benito desde el punto de vista formal: «Los jóvenes honren a sus mayores, y los mayores amen a los más jóvenes. Al dirigirse a alguien, nadie llame a otro por su solo nombre, sino que los mayores digan hermanos a los más jóvenes y los jóvenes díganle padres a sus mayores, que es expresión que denota reverencia».
La afectación de directivos o subordinados daña. Sobre la cuestión se previene, ya que algunos se imaginaban ser segundos abades y se atribuían un poder que nadie les había conferido. Eran fuente de escándalos y discrepancias. Brotaban disensiones, envidias y desórdenes cuando no se coordinaban prior y abad. Cada grupo adulaba a uno u otro esperando recibir prebendas.
Las normas había que memorizarlas y se leían reiteradamente a la comunidad, como hoy en día se instalan paneles con los valores de la organización. La comunicación había de ser vertical, en ambos sentidos: «Si sucede que a un hermano se le mandan cosas difíciles o imposibles, reciba este el precepto del que manda con toda mansedumbre y obediencia. Pero si ve que el peso de la carga excede absolutamente la medida de sus fuerzas, exponga a su superior las causas de su imposibilidad con paciencia y oportunamente, y no con soberbia, resistencia o contradicción».
Si tras las alegaciones el superior mantiene su decisión, el subordinado ha de obedecer siquiera a regañadientes.
Algunas enseñanzas
Ante situaciones extraordinarias se precisan decisiones excepcionales
Los sabios escuchan el silencio
Hay personas que no saben lo que quieren, más vale alejarse de ellas
Los maestros impelen más que los eruditos
Conocer y reconocer los antecedentes es honrado y no menoscaba la autoridad
Las iniciativas valiosas se inventan y se reinventan
Mucho y bien el pájaro no vuela. Vivir es tomar decisiones
Los sistemas de control son imprescindibles, también entre personas supuestamente honestas
El líder ha de estar preparado en lo técnico y ser bueno éticamente
Gobernar reclama empatizar con los dirigidos
Las buenas ideas
trascienden el tiempo
Los benedictinos (529)
La tentación de san Antonio, por Hieronymus Bosch, c. 1530-1600. Fuente: Shutterstock.