El corredor. Thomas Schwartz
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Gösta Holmér y el fartlek
En la década de 1930, Gösta Holmér tomó incrementos del ritmo y esprines desestructurados y los mezcló con períodos de ritmo continuo menos intenso en un entrenamiento llamado fartlek (o ‘juego de velocidad’). El fartlek recalcaba los elementos aeróbico y anaeróbico del entrenamiento. Siendo entrenador del equipo sueco de cross, Holmér creó este nuevo método de entrenamiento después de sufrir derrotas muy desiguales contra la selección nacional finesa de Nurmi en la década de 1920.
Woldemar Gerschler, Hans Reindell y el entrenamiento interválico
A finales de la década de 1930, el entrenador alemán Woldemar Gerschler, influido por el cardiólogo Hans Reindell, introdujo un entrenamiento que alternaba múltiples repeticiones de distancias cortas (concebidas para elevar la frecuencia cardíaca a 180 latidos por minuto) con «intervalos» de descanso. Durante el intervalo de descanso, la presión interna del corazón aumentaba momentáneamente por acción del retorno venoso y dilataba los ventrículos del corazón. Un experimento de tres semanas con tres mil sujetos obtuvo una media de incremento del 20 por ciento en el volumen cardíaco, así como un incremento asociado del gasto cardíaco (cantidad de sangre bombeada por el corazón). El entrenamiento interválico consiguió de inmediato pulverizar los registros y batir récords mundiales en los 400 y los 800 metros. En las décadas por llegar, Emil Zátopek (con sesiones de hasta 60 repeticiones de los 400 metros) y Mihaly Igloi (quien introdujo las series múltiples de repeticiones intensas con intervalos cortos de descanso) emplearon variaciones del entrenamiento por intervalos para batir récords mundiales y conseguir plusmarquistas mundiales.
Arthur Lydiard y la periodización del entrenamiento
Arthur Lydiard realizó un famoso «experimento de uno», usándose a sí mismo como cobaya, que se tradujo en la creación de un nuevo sistema de entrenamiento que recalcaba la «base de entrenamiento» aeróbico y la periodización. La periodización dividió el entrenamiento en fases: una fase de acondicionamiento básico en que todos los atletas corrían 160 kilómetros semanales; una fase de fuerza (correr subiendo cuestas); una fase anaeróbica de cuatro semanas, y una fase de competición. Los atletas neozelandeses entrenados por Lydiard dominaron el circuito internacional en las décadas de 1960 y 1970.
Bill Bowerman y el principio de los días duros y días fáciles
Según se le cita en el libro de Kenny Moore Bowerman and the Men of Oregon, Bill Bowerman afirmaba: «Tomemos un organismo primitivo, cualquier organismo débil e insignificante, digamos un universitario de primer año. Hagámosle levantar pesas, saltar o correr. Dejémosle descansar. ¿Y qué sucede? Un pequeño milagro. El organismo mejora. Esfuerzo. Recuperación. Mejoría. Cualquier tonto puede hacerlo». Todos excepto los corredores. Con su método de días duros y días fáciles para el entrenamiento, Bowerman entrenó a treinta y un atletas olímpicos y a veinticuatro campeones de la NCAA, ganó cuatro veces los campeonatos de atletismo de la NCAA, e introdujo la moda del footing en Estados Unidos. También se dedicó a fabricar zapatillas (usando la plancha ondulada de su mujer para fabricar las suelas) que comercializó con Phil Knight, y fue cofundador de la marca Nike.
Jack Daniels y los intervalos intensivos largos
Jack Daniels no inventó los intervalos intensivos largos, pero escribió un libro sobre el tema, o al menos el libro que los popularizó. Daniel’s Running Formula (1998) recomienda un «ritmo de umbral de lactato» para elevar dicho umbral (el nivel de intensidad en que la producción anaeróbica de energía comienza a influir negativamente en el rendimiento). Sugería correr intervalos intensivos largos e intervalos a velocidad de crucero (él introdujo este último método, aunque tomó prestado el nombre de un método de natación por el que abogaba Dick Bower) con un esfuerzo «cómodamente duro», que representa un ritmo que se puede mantener más o menos durante un hora.
INSPIRACIÓN PARA CORRER
Fue la innovación la que consiguió grandes avances en el entrenamiento para lograr mejoras en el rendimiento. Pero fue la inspiración la que atrajo el talento de tantos corredores jóvenes en busca de compartir el fruto de esas innovaciones. La influencia de una constelación de estrellas del running como Nurmi, Zátopek, Bannister, el australiano Ron Clarke, el neozelandés Peter Snell, el etíope Abebe Bikila, el keniata Kip Keino y el estadounidense Jim Ryun garantiza que en el futuro no falten estrellas procedentes de todos los rincones del planeta.
Y cuando Frank Shorter ganó el maratón en los Juegos Olímpicos de Múnich de 1972, dio comienzo a la locura por correr, que convirtió una actividad restringida y de público limitado en un deporte con millones de practicantes, todos ávidos de experimentar un nivel de forma física que nunca antes había sido posible en la historia de la humanidad. La victoria en 1984 de Joan Benoit en el maratón inaugural de las olimpíadas femeninas fue la culminación de una dura lucha de las corredoras de fondo por alcanzar la igualdad –que se había iniciado y había salido de la oscuridad dos décadas antes, en 1967, con Kathrine Switzer, que fue la primera mujer que terminó oficialmente el Maratón de Boston– y confirmó que las mujeres no se iban a quedar atrás en la revolución de la condición física.
Aunque la inspiración no hará atletas olímpicos de todos nosotros, sí puede hacer que seamos mejores corredores, siempre y cuando manifestemos el deseo de aprender de la historia y aceptar la evolución que dio al ser humano su forma actual y la innovación que desató su potencial. Correr mejor no es un fruto del azar ni tampoco un truco. No es una moda ni un plan para ponerse rápidamente en forma. Tomando prestada una expresión de Isaac Newton, correr mejor es cuestión de «alzarse sobre los hombros de gigantes». La carretera que lleva al éxito del ser humano en carreras de fondo ha sido asfaltada. Ahora todo cuanto hay que hacer es correr por ella.
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Material deportivo para correr
Recientemente, cuando la revista Runner’s World realizó una pequeña renovación de su sitio web, se eliminó un recurso de largo recorrido, «Qué llevar», que ofrecía consejos sobre vestimenta de running basándose en la temperatura, en la intensidad del entrenamiento y otros factores. La respuesta fue inmediata. Los corredores querían que se restaurase el recurso. Los corredores de climas cálidos no estaban seguros de qué llevar cuando hacía frío. Los corredores novatos necesitaban asesoramiento sobre material deportivo para competir. Los corredores más mayores se sentían confusos con las nuevas telas tecnológicas. El recurso volvió rápidamente a su antigua ubicación (runnersworld.com/what-to-wear), evitando así la reaparición de la moda del nudismo surgida en la década de 1970.
En 2013, solo en Estados Unidos, las ventas de material deportivo de running ascendieron a un total de cuatro mil quinientos millones de dólares. Es un montón de material deportivo. Y no hablo solo de zapatillas. Los corredores tienen ante sí un bufé extensísimo de equipamiento y material cada vez que entran en una tienda de equipamiento deportivo, en una tienda especializada en running o en una tienda online. Es natural que uno se pregunte: «¿Qué es lo que realmente necesito?». La respuesta a esa pregunta es que depende. Depende de dónde viva uno, de qué tipo de entrenamientos hagamos, de cuánto dinero queramos invertir y de cuánto nos gusten esos artilugios tan chulos de alta tecnología.
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