Egipto, la Puerta de Orión. Sixto Paz Wells

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Egipto, la Puerta de Orión - Sixto Paz Wells Novelas

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a los culpables y a descubrir por qué y para qué lo habían sustraído. Pues resulta, como ya sabes, que quienes lo habían robado y publicado no eran otros que los de mi propia orden con la intención de provocar la aparición en escena de la Orden Blanca o Gran Hermandad Blanca que encontramos en nuestro viaje, y que es la misma que la Orden de Melchisedek, a la que pertenecía el propio Maestro Jesús, tal como lo señalan las Escrituras. Y lo más extraño fue que mi Superior general lo sabía desde el principio y aún así se prestó a hacer el paripé, lo cual me llamó fuertemente la atención y me motivó a hacer lo que nunca habría hecho en mi vida, como hacer investigaciones de campo y enfrentarme a peligros. Y sí que pasé más de un susto.

      »Entiendo ahora que lo que querían el Superior general y la ‘Santa Alianza’, –que es una fuerza especial a manera de Servicio secreto del Vaticano, actualmente en manos de la orden jesuita– era alguien que no despertara sospechas y que no estuviese contaminado, para que realizara la labor pesada y riesgosa, para restaurar el enlace con la Orden Blanca, lo cual me tocó hacer a tu lado, cosa que por otra parte ha sido un gran honor.

      »Después de semejante prueba de fuego fui retirado de mi condición de bibliotecario y paleógrafo, convirtiéndome en miembro activo de los Servicios secretos de la Orden jesuita y del Vaticano. ¡Imagínate tú qué cambio!

      –Pero, padre Dante, ¿no debería usted guardar discreción y no comentarlo?

      –¡Jajá…! ¡Pero si tú misma me confesaste que trabajabas para los Illuminati! Entre nosotros no debería haber secretos. La vida nos ha puesto a ambos frente a un gran reto; aquí se está jugando el futuro de la humanidad, y tú bien lo sabes.

      –¡Pues felicidades, padre! ¡Ahora, usted, como miembro del Servicio secreto de la Iglesia, es una suerte de James Bond espiritual!

      –¡Algo así!… Vamos al hotel; estás a tres manzanas de la Basílica de San Ignacio de Loyola, el fundador de nuestra orden. Una vez te instales podemos ir caminando a la iglesia, donde nos estará aguardando el padre Manuel, un jesuita mexicano que está bien informado de todos los secretos y misterios de la orden. Te puede interesar mucho lo que te va a decir y nosotros complementaremos nuestra información con lo que tú ya sabes, o con lo que has intuido y puedas compartir con nosotros.

      Llegados al hotel y después de que Esperanza se instalara y refrescara, salieron a pie rumbo a la basílica, que a distancia presentaba un exterior sobrio y austero, pero cuyo interior impresionaba por su belleza barroca. Inexplicablemente, después de varios siglos permanecía inacabada, sin cúpula.

      La basílica fue construida en 1626 y dedicada al fundador de la Compañía de Jesús, san Ignacio de Loyola. La iglesia es una gran nave con capillas laterales, cubierta con una bóveda de cañón. La arquitectura, combinada con la pintura, crea la ilusión de mayor altura, y hasta abertura y transparencia, y permite ver el cielo como si fuese real. La escena del cielo se relaciona con san Ignacio al pie de la figura de Cristo, de Dios padre y hasta del Espíritu Santo. Hay una conexión entre Cristo y el santo a través de un haz de luz, y alrededor se aprecian las alegorías de los continentes, donde la Compañía de Jesús predicó.

      Fue el pintor Andrea Pozzo a quien se le encomendó esta obra maestra y cuyo título es: «El papel de san Ignacio en la expansión del nombre de Dios por el mundo». En toda la iglesia se repiten mucho en las imágenes el fuego y la luz, inspiradas en el texto de San Lucas.

      Un detalle curiosísimo es que por falta de presupuesto, la cúpula, que debió ser de diecisiete metros y que se ve sobre el altar, no existe realmente. Se trata de una ilusión óptica. La cúpula que se observa realmente es una pintura en perspectiva realizada sobre un techo plano. Cuando se mira desde determinados ángulos impresiona como si fuera una estructura arquitectónica real, pero al irse uno desplazando el efecto desaparece.

      Andrea Pozzo, que fue quien pintó todas las maravillas que se encuentran en la basílica, tuvo que improvisar, realizando el truco de la cúpula sobre un inmenso lienzo que simula la profundidad y la luz de una cúpula real.

      Dentro del edificio localizaron al padre Manuel Osorio, quien desde la sacristía fue al encuentro de los visitantes. Era un hombre joven como de cuarenta años, rostro ancho y frondoso pelo negro, mediana altura, algo grueso pero de mirada sincera y rostro confiable.

      –Padre Manuel, le presento a la arqueóloga y científica, doctora Esperanza Gracia. No se confunda por su apariencia exterior; a pesar de que es muy joven es una persona muy madura y de gran sabiduría.

      –¡Mucho gusto, doctora! Pero no necesitaba presentármela, padre Dante; en todo México se la conoce por sus aventuras del Códice Mexica. Además, usted ya me había hablado de ella y de cómo se conocieron en Perú, en ese increíble viaje por las selvas del Paititi. Y es tal y como la describió.

      »Pues qué bueno que vino, doctora; espero que comprenda que por el momento tan especial que estamos viviendo debemos ir directamente al grano. Sabemos que usted sabe mucho de todo esto, de tal manera que me disculpará si sueno reiterativo.

      –¡Claro, padre Manuel! Usted siga sin más.

      –Cuando usted estuvo en Tepoztlán Morelos (México) supo de la leyenda del Tepozteco, que es la pirámide de la cima del macizo rocoso. Como recordará, según el relato una doncella solía bañarse en el río Axilla. De pronto quedó embarazada de unos extraños aires, o quizás de un pajarillo divino. Al nacer el niño, ella tuvo que deshacerse de él, porque sus padres, molestos porque no estaba casada, la obligaron a abandonarlo, pero el aire lo rescató. Los cactus se doblegaron y le dieron aguamiel y las hormigas gigantes lo alimentaron. Una pareja de ancianos lo recogió. En esa época había en el lugar una terrible serpiente llamada Mazacóatl, procedente de Xochicalco, a la que le ofrecían ancianos como ofrenda. Tepoztécatl, que así se llamaba el niño, creció y ya joven y fuerte se ofreció a ir al sacrificio en lugar de los ancianos. Para ello se cubrió el cuerpo de obsidiana y, al ser tragado, cortó a la serpiente por dentro.

      »¡Ese es un primer mensaje para usted, doctora! Deberá revestirse de toda fortaleza para llegar hasta las entrañas de la gran serpiente y, al reflejarlos, podrá acabar con ellos.

      »El otro mensaje, y le sonará extraño que venga de un cura, es que los extraterrestres existen y nuestra historia no se podría comprender sin su presencia.

      –Sin duda es así; lo he podido comprobar yo misma, padre Manuel.

      –Un grupo de seres con apariencia de reptiles provenientes de Orión fue deportado a la Tierra tras varias batallas cósmicas que tuvieron como escenario nuestro mundo; son los que la Iglesia ha llamado «los ángeles caídos». Pero no solamente son ellos; otros de apariencia humanoide procedentes de las Pléyades cayeron por la hibridación y el mestizaje con seres humanos de la Tierra. Estos seres vivían periodos de vida largos, pero aquí en la Tierra murieron pronto, quedando atrapados en la cuarta dimensión. Y desde allí algunos buscan dominar a la humanidad o llevarla hacia la autodestrucción.

      »¿Me sigue, doctora?

      –¡Sí, claro! Solo que me sorprende escuchar todo esto de un sacerdote.

      –Los «ángeles caídos» que quieren controlar el planeta han buscado consolidar su poder psíquico sobre la humanidad creando una suerte de «egregores», o monstruos psíquicos, a los cuales han alimentado y hecho crecer a través del dolor, el sufrimiento, el miedo y el desaliento. El exterminio en masa de pueblos, las innumerables y cruentas guerras, los campos de concentración, las bombas atómicas, la decepción de los fieles ante los casos de pederastia dentro de la Iglesia, etc. son algunos de los innumerables ejemplos.

      »Como

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